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Diario de la comunidad artemiseña
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Inicio Artemisa

Playa Cajío: Lo que el mar no puede arrancar

Alejandro Lóriga Santos por Alejandro Lóriga Santos
18 mayo, 2022
en Artemisa, Reportajes
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Playa Cajío, en Güira de Melena / Fotos: Otoniel Márquez

Playa Cajío, en Güira de Melena / Fotos: Otoniel Márquez

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A sus 75 años Milagros Serrano sueña con volver a disfrutar lo hermosa y viva que un día fue Playa Cajío, al sur del Occidente cubano. No la imagina diferente —como ahora—; en ella perdura la imagen de grandes y pequeñas embarcaciones atracando, pescadores, fiestas, bañistas, cocoteros movidos por la brisa y el común ajetreo de vivir cerca del mar.

De pequeña encontró el pétalo de piedra de un hacha aborigen, escondido en el fondo del arroyo de la ciénaga. Todavía lo guarda, pues en él revive el beso de las aguas cuando golpean la tierra, junto a la figura de aquel cacique de brazos cruzados mirando a los hombres que salen en busca de la vida.

Resplandeciente y firme se observa al indio Cajío, símbolo de la comunidad a quien muchos vienen de lejos a adorar.

Los playeros recuerdan que, mientras sus ojos estén atentos al mar, cuidará a su pueblo. Pero, si le da la espalda, no serán buenos augurios: sentirán el enojo de crueles embestidas como la del huracán Charlie, en 2004.

Desde entonces, el asentamiento y sus habitantes sobreviven entre rudimentarios hogares, soluciones brindadas por organismos municipales o el cálido apretón de la naturaleza.

Sin embargo, el área ha sido declarada en situación de vulnerabilidad. Le hace falta más amor, primero de sus playeros, y luego de todo el que deba convertirla en un sitio de equilibrio ambiental y social.

Pese a los esfuerzos humanos y económicos a disposición de Playa Cajío, no hay visibles evidencias de una zona en la que se desarrollaron proyectos como Tarea Vida o Manglar Vivo. Pocos allí conocen de qué se trata o cuáles serían las consecuencias de ir en contra de sus propósitos.

Los pequeños aprenden a cuidar desde la labor de su escuela; mas, sigue faltando conciencia —y hasta pertenencia—, para devolverle al lugar lo que unos cuantos y el cambio climático les han arrebatado sin vuelta atrás.

Certezas que aclaman solución

Hasta los hogares de maestros y personal docente llegó el curso escolar este año en la comunidad. La escuela primaria, única allí, se encuentra en reparación capital, y no pierden tiempo: cuartos, cocinas y salas se convirtieron en aulas para no detener las actividades lectivas.

Durante el intercambio con Félix Duarte Ortega, miembro del Secretariado del Comité Central del Partido, el transporte fue uno de los temas principales. Tras una jornada de trabajo reporteril, comprobamos que no contaban con el servicio de pasajes como en el centro del municipio u otros parajes de la provincia.

El inconveniente se resuelve con vehículos particulares que, pese a los precios, alivian la necesidad de ir a otros sitios o llegar a tiempo a secundarias, preuniversitarios o universidades. Dos jóvenes de la enseñanza media aluden a cuán difícil resulta, pues a veces gastan “150 pesos en el día, entre transporte, meriendas y almuerzo”.

No basta la entrada diaria de una guagua de Educación con los maestros; en pocas ocasiones los alumnos pueden subir para ser trasladados a Güira de Melena. Y los ancianos pasan días preocupados por el modo de actuar ante una urgencia, sobre todo en las noches. “No sería algo sencillo, aun con una enfermera responsable dentro o fuera de su horario laboral”, asegura uno de los pobladores.

Idreidis Acuña Mesa y su esposo fueron beneficiados con una casa; suponían contaba con las condiciones para enfrentar la salinización y otros males del área. La recibieron tras el paso de Charlie, pero consideran oportuno establecer estrategias de mantenimiento, debido al deterioro en techos y amargas experiencias con el servicio sanitario.

“La mayoría de las veces no pueden venir a destupir las fosas, inventadas por nosotros mismos para aliviar la situación. Nos dicen que debemos completar hasta diez casas, y pasan los días. Sucede algo similar con la recogida de basura. ¿Por qué no contratar a una persona que se encargue de su recogida y destrucción cerca de aquí?”

Desde el paso del fenómeno meteorológico, Margarita Barrientos Rodríguez, de 61 años, espera la entrega de recursos de un subsidio, aunque ya pagó al banco los terrenos. “Soy una mujer enferma. Apenas puedo caminar, y cuando vamos a averiguar por los materiales… no hay. Son años tolerando un trabajo mal hecho”, declara.

De pescadores… y la vida

Además de actividad usual para los playeros de Cajío, la pesca constituye un ejercicio deportivo, de subsistencia familiar y aporte a la economía de la provincia, mediante convenio con la División Lanchera FloGolfo. Es el sentido de lo que son, pese a tantos avatares.

“Un tema recurrente es el estado del río. Con la plantación de mangles, se fue cerrando un ciclo natural: comenzó a volverse más fangoso, y las posibilidades de dragado son nulas”, sostiene Marbelys Matos López, presidenta de la Fundación de Base de Pesca, funcionaria de las Tropas Guardafronteras y nativa de la zona costera.

“Nos dijeron que para 2025 esta zona desaparecería. Lo entendemos; no obstante, se pierden recursos vitales. Si las zanjas no se dragan, todo será más cenagoso y contribuimos a perder nuestro hábitat.

“No estoy en contra de la ciencia. Sería absurdo. Pero el mar sigue del mismo lado, aún no traspasa el muro. Al pueblo no se le hizo conciencia, o fue poca, y nos duele ver en las condiciones que estamos.

“Existe una dragadora para el río, creo que en Batabanó. Nos dicen que debe ser contratada por alguna empresa, y FloGolfo no tiene fondos. Las gestiones no surtieron efecto; entretanto, son más de cien embarcaciones que se limitan, hasta corren el riesgo de ser sancionadas, por la entrada tardía a un afluente que sobradas veces no tiene la capacidad de agua suficiente”, subraya.

El incumplimiento de pagos después de la entrega, y la obtención de hielo y combustible para la pesca, son otros factores que atentan contra la estabilidad del contrato de los pescadores. A eso le suman las liquidaciones mensuales por realizar la actividad, que no están en correspondencia con las atenciones y condiciones.

Roberto Díaz Pérez es un playero que, por varias razones, decidió irse a la vida citadina y dejar atrás Cajío. Allá le fue imposible quedarse: según describe, se sentía fuera de lugar, parecía atontado, y regresó.

Mientras sus hijos reparaban la pequeña embarcación de la familia, nos contó sobre su nacimiento cerca del mar porque no hubo tiempo para llegar a la ciudad.

“Yo fui de los que comprobaron lo difícil de vivir lejos de nuestro entorno. Nos gusta el mar, no el campo. Pero aquí urge mejorar las condiciones de la única cafetería, y más actividades para niños y jóvenes. Duele tanto abandono. Cuando empiezan las aguas es imposible atravesar el camino lleno de huecos; para eso basta con un poco de asfalto.

“Las fosas vierten a la calle, las aceras están desbaratadas, perdimos la zona de baño de la playa, sus sombrillitas, el ranchón… Es inconcebible. Y cuando nos proponen una casa en Güira de Melena, queda al otro lado del municipio, lejos de lo que verdaderamente somos; ¿cómo dejar atrás lo que somos?”

El indio sigue mirando a las cálidas aguas del Caribe. No decide darle la espalda, pues más desdichas no caben en la cotidianidad de sus pobladores. Sobre la labor medioambiental, el trabajo de la administración municipal y los relatos de su gente, volveremos en un próximo reportaje, allí donde mar y tierra quedan a la misma altura.

Si algo distingue a los habitantes de Playa Cajío, en Güira de Melena, es el sentido de pertenencia a su comunidad. Este reportero lo pudo comprobar durante la visita del Secretariado del Comité Central del Partido al territorio, y en dos ocasiones más, como parte de esta investigación.

Desalentados al manifestar de forma repetida las problemáticas que afectan al barrio en transformación, y que integra importantes proyectos del Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (Citma), los playeros insisten en buscar alternativas al estado de sus viviendas, a las pocas ofertas en su única cafetería, el exiguo transporte local, los servicios hidrosanitarios y el deseo de permanecer en el lugar donde muchos nacieron.

Además, resulta tensa la situación para la pesca: carecen de combustible, hielo… y, por si fuera poco, el río donde están a “buen resguardo” sus embarcaciones no pocas veces amanece casi seco, como consecuencia del envejecido planteamiento sobre el dragado del canal y la rápida expansión del mangle.

RESIDENTES temen perder por completo su río, ante la imposibilidad del dragado

Cuba toma medidas para mitigar las consecuencias del cambio climático en la costa sur. Invierte e involucra asociaciones, universidades y proyectos internacionales que acumulan experiencia al respecto.

En múltiples escenarios, el Citma ha manifestado su apoyo al sistema de gestión de gobierno basado en ciencia e innovación. Posibilita espacios para la capacitación a los involucrados, quienes luego aplicarán soluciones creativas. Pero ¿qué sucede en Playa Cajío, donde la transformación ha de ser sostenible y en beneficio de sus pobladores?

Por Elvis Domínguez González, intendente de Güira de Melena, supimos del compromiso de revitalizar programas de impacto, dinamizar procederes y mantener el equilibro socioambiental en la zona. Pese a contar con otros barrios identificados, Cajío tiene una mirada más profunda por las evidencias y predicciones climáticas, aseguró.

“Trazamos una estrategia para el mejoramiento de viviendas y la reubicación de familias. Debido a su posible desaparición para 2050 y el impacto del mar, decidimos entregar nuevas casas en el reparto popularmente conocido como Cajío Seco, mediante subsidios y el plan de la economía. Y prevemos adaptar un centro interno.

MÁS de 700 playeros residen cerca de la costa; a ellos también corresponde transformar la realidad

“El año 2021 fue de mucho ajetreo en el enfrentamiento a la COVID-19; eso limitó varios propósitos. Aun así, mantuvimos la entrega de subsidios, pero no dentro de los límites de Playa Cajío; sino cerca del pueblo, bajo condiciones favorables.

“En 2020 la tormenta tropical Laura nos mostró la furia de la naturaleza. Por eso, aprobar ciertas inversiones es un riesgo. No obstante, reconocemos que falta concientizar a la población sobre la idea de permanecer allí.

“Asumimos la reparación capital de la escuela primaria (la obra más importante), la bodega y otros establecimientos, incluso pretendemos rescatar alguna zona de playa para el verano y la recreación de vecinos o visitantes.

“El dragado del río es un ansia conocida; ya elaboramos un proyecto que incluye la construcción de un amarradero donde los pescadores podrán resguardar sus botes y lanchas.

“Presentaremos al Gobierno Provincial la propuesta para solicitar un equipo de dragado a la Zona Especial de Desarrollo Mariel, también la aspiración de establecer dentro de la comunidad un sitio para el tratamiento ecológico de residuales, pues se nos hace imposible y costoso diseñar una red de instalación hidrosanitaria”.

Elvis Domínguez reconoció indisciplinas y problemas sociales en los que incidirán de igual manera. Uno de ellos es la poda de manglares a la orilla de la costa, porque sus pobladores defienden el criterio de disfrutar el mar desde sus viviendas y evitar mosquitos o mal olor.

Sobre el tormento de las fosas, agregó, establecieron un sistema para realizar allí las solicitudes y evitar que los playeros viajen hasta Güira.

Mientras los bultos de polvo o material de asfalto que “adornan” las calles desaparecen en las noches, y siguen los huecos que al llover se vuelven desafiantes inconvenientes.

Lo cierto es que el único movimiento se aprecia en la escuela Julio Sanguily, a donde muy pronto alumnos y profesores podrán acudir con más confort, según explicó su directora, y a diferencia de la bodega, todavía a la espera de un techo y retoques en su estructura.

Aseguran los vecinos que son pocas las actividades culturales, y en la noche los jóvenes no cuentan con espacios de sano esparcimiento. Apremia una mirada profunda –nada costosa-, desterrar la inercia, cultivar el esfuerzo de instituciones e impulsar juntos los sueños.

Cajío jamás se abandona

Ana Montalvo sufrió los embates del huracán Charlie hace 18 años; lo único que le quedó fueron paredes y piso. Recuerda con lágrimas en los ojos su trabajo en el motel ubicado en este asentamiento costero, el amor de sus habitantes y el dolor de envejecer lejos, como nunca lo imaginó. Fue una de las beneficiadas tras aceptar su reubicación en nuevos terrenos del municipio.

“No me quedó otra alternativa que venir a este reparto donde no me acostumbro. Estoy lejos de mi indio, con una vivienda menos cómoda y atravesada por una calle fangosa cuando llueve. Apenas se escuchan pregoneros, y todavía falta por construir, pues unos cuantos esperan sus hogares desde el fenómeno meteorológico”, señaló.

Orlando García Valdés (Pita) también lo perdió todo. Nos recibió en su hogar, adornado con elementos marinos y puntos cardinales a la entrada. Él no abandonó a Playa Cajío por completo: es pescador y dice ser cangrejo de cueva.

PITA no se acostumbra a la vida citadina; hasta allí llevó un pedazo de su playa

“Mantener la familia no es fácil; no tenía opción y tuve que salir. La casa actual la empezaron a hacer por bienestar social, luego otro grupo y se convirtió en una odisea. Yo no sabía ni cómo preparar mezcla; aprendí preguntando y, a candela viva, terminé de construirla en casi tres años sin descanso.

“No he podido tener mi tarjeta de bodega por aquí, pues es necesario cambiar mi dirección. En la oficina de trámites refieren atrasos por la COVID-19. Entonces, todos los meses viajo a la bodega de Cajío para recibir mis mandados. Duele volver y ver tanto desconsuelo: ¡Cajío era Cajío!”, enfatizó.

De Manglar vivo a Mi costa

En 2014 comenzó a implementarse un proyecto financiado por el Fondo de Adaptación, llamado Reducción de la vulnerabilidad a las inundaciones costeras en el sur de las provincias de Mayabeque y Artemisa.

Su intención era reducir la vulnerabilidad de las comunidades situadas en áreas costeras de ambas provincias, frente a los fenómenos relacionados con la variabilidad y cambio climático, incluida la erosión costera, las inundaciones e intrusión salina.

A sus áreas llegaron también la Tarea Vida, plan de Estado para el enfrentamiento al Cambio Climático, y Manglar Vivo, auspiciado por la oficina en Cuba del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, que incidía en la reforestación de este grupo de árboles tolerantes a las sales, como protección natural de las costas.

Nayelis Ortega Rodríguez, especialista de la dirección provincial del Citma en Artemisa, es una de las jóvenes investigadoras que estudia la problemática ambiental de la costa sur. Reconoce evidencias naturales que van en consonancia con exploraciones; no obstante, exhorta a involucrar a pobladores de Playa Cajío en cada acción, lo cual no se ha logrado en los últimos años.

“Hablamos de una zona migratoria de aves, que pretendemos declarar como área protegida por su extensión marino-terrestre. De aprobarse, sería la más grande (91 hectáreas) en Artemisa, con carpinteros verdes, gavilanes, jutías, canarios de manglar y el cocodrilo cubano.

“Con las evidencias de un macroproyecto de Tarea Vida, las acciones estaban dirigidas a mover la población hacia otro punto de la geografía, tarea nada fácil por el sentido de pertenencia de su gente.

“Ahora inicia Mi Costa, un nuevo proyecto internacional para incidir desde el trabajo comunitario, a través de la educación ambiental y la resiliencia.
En ocho años de ejecución, instituirá pautas sobre las condiciones del manglar, la salinidad y el paso de eventos meteorológicos.

“En 2022 nos enfocaremos en realizar diagnósticos y rehabilitar 50 hectáreas de manglar, herbazales y bosques de ciénaga mediante la regeneración natural, y el control de especies exóticas invasoras como marabú o casuarina.

“Durante el período acordado por el Fondo Verde del Clima y el Citma, la capacitación será un eje transversal; no se hará labor alguna sin que la población participe. Crearemos una red de monitoreo, e incluiremos medidas de adaptación basadas en marcos regulatorios con asesores legales”.

La puesta en marcha del proyecto Manglar Vivo en Playa Cajío procuraba reducir las inundaciones costeras, mediante un sistema de restauración de la primera línea de costa y de los bosques y humedales aledaños, para recobrar la protección ante fenómenos hidrometeorológicos extremos.

Estudios demuestran que los manglares no pueden detener el ascenso del nivel medio del mar, pero sí reducen los impactos de las olas y modifican la morfología costera. Aminoran la penetración del agua y, al anclar sus raíces en el substrato, atrapan sedimentos.

Luis David Almeida Famada, especialista de la Agencia de medioambiente, coordinador técnico nacional del proyecto Mi Costa y excoordinador general de Manglar Vivo, significó que el cambio en esta comunidad lo protagonizará en primera instancia su gente.

“No hablamos de cualquier sitio. Apenas se parece a otro en el país. El sentido de pertenencia y la costumbre de mar le distinguen de Guanímar o Surgidero de Batabanó. Moverlos a la ciudad solo generaría insatisfacción.

“Al comienzo de los proyectos realizamos encuestas y diagnósticos, en aras de familiarizarnos y conocer qué querían. La mayoría mostró la importancia del manglar ante el cambio climático; sin embargo, recuperar sus bosques no fue exitoso, porque faltó involucrarlos. Nos pidieron que les enseñáramos a adaptarse, y esa será una línea que seguiremos en lo adelante.

“Mi costa tiene un componente de salvaguarda ambiental y social. No puede emprender una acción que les afecte, ni generar malestar. Es esencial trabajar en conjunto para su efectivo progreso. Corresponde a las administraciones incentivar la participación, a través de la consulta.

“Un estudio de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales determinará las dinámicas de sus pobladores. Le seguirán las consultas y luego la capacitación, al vincularlos a tareas o crear puestos de trabajo afines.

“Cajío no es el único lugar del mundo donde penetra el mar o hay alto grado de salinización. Por eso se habla de adaptación; para hacerla lo más efectiva posible hay que imaginar su paisaje de otra manera y cambiar la mentalidad. “Las casas tendrían que construirse sobre pilotes. Tampoco es un proceso de la noche a la mañana, sino paulatino y adecuado al contexto económico actual.

“Preocupa la urgencia de dragado del río. No se va a perder, ni tampoco la circulación del agua en una magnitud que dañe al ecosistema, aunque sí incide en la cotidianidad de los pescadores. Si lo analizamos desde lo ambiental, disminuye la tasa de crecimiento de los manglares que están en el rango de su desembocadura.

CADA salida al mar constituye retos y realizaciones para los pescadores

“Para restaurar la franja de mangle rojo, al oeste del canal, se optó por un manejo de la regeneración natural, a través de la restauración hidrológica. Al aumentar el aporte de agua dulce, nutrientes y sedimentos, comenzó un cambio radical de las condiciones del suelo.

“Además, delante del asentamiento se sembraron posturas en el mar, con estacas para incrementar su resistencia al oleaje en las primeras etapas.

Este método pudo tener un resultado mejor de lo previsto, con una supervivencia de las posturas superior al 85%. Desconozco las razones, pero esa línea ya no está”, añadió Almeida Famada.

Los problemas medioambientales provocan la vulnerabilidad por la que hoy se procuran cambios. De acuerdo con recientes investigaciones, el impacto de la naturaleza se verá mitigado si cada quien cumple la parte que le toca.

Que la basura se note en cada rincón no es responsabilidad exclusiva de Comunales o la Administración; mantener sano el entorno corresponde a los playeros más que a otros. Viven en medio de una cuenta regresiva, y a ellos tocará revertirla.

Entonces… ¿qué deja el mar?

Enseñanzas, impulsos y motivaciones. En varios escenarios, el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República Miguel Díaz-Canel Bermúdez ha concientizado sobre la atención a estos barrios.

Ha enfatizado en que solo habrá éxito trabajando todos los días, “entre todos, defendiendo el concepto de poder popular que desarrolló nuestro Comandante en Jefe”.

Reubicar a los playeros contradice el proyecto Mi Costa, el cual predica la resiliencia ante el cambio climático. Desplazarlos kilómetros adentro es una buena opción, pero nunca demasiado lejos, siempre cerca de su mar, donde ayudarían a mitigar fatales pronósticos.

Playa Cajío es una comunidad especial, estremecida por los golpes naturales y sociales. Pide a gritos profundizar en conceptos tras ser declarado como barrio en transformación, incluso sería provechoso procurar mayor intercambio a partir del diagnóstico.

Habrá que despertar la participación ciudadana, escuchas receptivas, cambios palpables que no signifiquen montos de presupuesto imposibles para Cuba. Será preciso comprometer, brindar mejores servicios, evaluar condiciones y materializar objetivos con determinado interés económico.

Declarar un sitio en condiciones de vulnerabilidad requiere estudios y proyecciones; de no hacerlo así, toparemos con pocos consensos y muchas limitaciones.

El mar podrá entrar y causar daños mientras no se actúe con amor, participación y sobrada comunicación. Lo que nunca arrancará —aunque el indio Cajío se ponga de espaldas— son las verdaderas alianzas para que cada preocupación esté en las agendas de los decisores y sus playeros.

Etiquetas: artemisacajíoGüira de melena
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Estudiante de Comunicación Social, en la Universidad de Artemisa. Periodista por convicción y pasión. Buscador incansable de historias sensibles, que en ocasiones se me hacen difíciles de escribir. De Martí, el buen corazón.

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