Aquella en la montaña es la Sierra Maestra donde triunfó la rebeldía, y esta del llano nombra una CCS de Artemisa, que fragua, a 15 años del asesinato de Niceto Pérez, igual valor pero unido al sudor de pequeños propietarios.
Así, desde el 17 de mayo de 1961, cada quien labra su pedazo de tierra, para dejar atrás el desalojo y aquel 85% de agricultores que pagaban renta y vivían endeudados.
Son las mismas fincas de entonces, con testimonios diferentes de sueños y perseverancias, con ciencia, sacrificios y resultados, y eso lo valida la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP) 61 años después de su primer día.
Viaje a la semilla de hortalizas
¿Cuántas delicias se elaboran con berenjenas, tomates o ajíes? Tal vez las ha degustado sin imaginar de dónde proceden esas hortalizas parecidas a manjares divinos.
“No hay agricultura sin semillas”, asegura el campesino artemiseño Jorge Luis Martínez Figueroa, propietario de la finca La Ernestina, de la CCS Sierra Maestra, quien —acostumbrado a la agroecología— obtiene semillas y 300 000 posturas de los vegetales antes referidos entre 21 y 30 días, en dos casas de tapado entregadas por los proyectos Pequeñas Donaciones y el de Desarrollo Local (Prodel).
Ambas poseen la más moderna tecnología con sistema de riego microlocalizado, relojes para medir la presión, control automático de fertirriego, pero resultan pequeñas frente a la demanda de las formas productivas, entidades y uno de los organopónicos del municipio”.
La infraestructura propicia la calidad dentro del cultivo. No existen afectaciones biológicas, plagas ni enfermedades, y el sistema de riego microlocalizado refresca la planta.
Desde hace años su finca se vincula a la Empresa Provincial de Semillas, en San Antonio de los Baños, con la producción de hortalizas, de las cuales llegó a tener 14 variedades.
“Como estaba inmiscuido en eventos de carácter nacional y foráneo, me percaté de la conveniencia de las casas de tapado para garantizar buenas posturas protegidas de los cambios climáticos actuales”.
Desde entonces se unió a los proyectos de colaboración hasta obtener una semilla autóctona mejorada genéticamente, a partir de centros científicos como el Instituto de Investigaciones Hortícolas Liliana Dimitrova, el Nacional de Ciencias Agrícolas (INCA) y la Unidad Científica Tecnológica de Base de Alquízar, entre otros.
“Junto al Instituto Nacional de Sanidad Vegetal, materializo un trabajo con la UBPC Gregorio Careaga para el control del thrips en el frijol. Además, experimentamos en una de las casas de tapado sobre contención de nemátodos o parásitos en el suelo, un problema para la agricultura”.
La aceptación de sus posturas está en los insumos: el humus de lombriz, obtenido en la finca; el BIOFER, del Instituto de Suelos, que propicia a la planta la absorción de nitrógeno y los bioestimulantes EcoMic y QuitoMax del INCA.
Tutorea varias tesis en la Universidad de Artemisa. Una versa sobre la melaleuca, planta invasora de la cual se extrae aceite, empleado en el control de patógenos.
Jorge Luis pondrá sus conocimientos a disposición de estudiantes de tercero y cuarto años de Agronomía, quienes comprobarán lo aprendido en la práctica de La Ernestina, seleccionada finca agroecológica a nivel nacional.
Asimismo, transmite saberes en el uso de bioproductos, tendrá un aula de capacitación auspiciada por Prodel, y extenderá el cultivo de posturas fuera de las casas de tapado, con sistema de riego de una hectárea y una máquina sembradora de semilla donada a la CCS.
Entre su profusa arboleda de frutales, hay especies exóticas como la guayaba agria, cítricos casi en extinción y 80 plantas de flor de Jamaica, materia prima para vino, jugo, té y mermelada. También defiende el incrementar la producción de semillas agámicas que mejoren el rendimiento.
A las interrogantes de la tierra les responde desde la sabiduría de la ciencia y los resultados innegables del trabajo. Por eso, usted ya sabe, a partir de ahora, quién cosechó la simiente de muchos de sus vegetales favoritos.
En la misma Sierra, crece Hidel
Para muchos la cúrcuma es el oro indio, para otros el azafrán de los pobres, y para Hidel Martínez Albiza, el motivo de extasiarse en sus 1,17 hectáreas de la CCS Sierra Maestra, en Las Cañas, donde más allá de sudor, mezcla conocimientos y pasión, bien pegadito a la tierra.
En el camino a ser ingeniero en Agronomía, en la Universidad de Artemisa, al parecer ya escogió la planta para su especialización, pues habla sin titubeos de los factores internos y externos de la Curcuma longa.
Alaba su crecimiento, desarrollo y aportes, no solo como condimento muy apreciado en la cocina y la dieta, por aportar color y sabor a las comidas, sino por sus aplicaciones en la medicina.
Fue el 14 de mayo de 2019 la fecha de su entrada a la ANAP. Sus raíces campesinas le imponían asumir el liderazgo de las labores del padre, de 74 años, con las cuales creció.
Quizás su finca San José sirvió de inspiración a Jesús Orta Ruiz, para calificar —en su poema Artemisa— a esta como “la tierra de la piña gustada”, los años y algunas carencias cambian la añeja tradición por otro cultivo, indispensable ahora al demostrar sus efectos antibacteriales, antinflamatorios y antivirales frente al Coronavirus bovino, del mismo subgénero del SARS-COV-2.
A esa planta dedica sus horas en el campo y otras de pensamiento, hasta lograr que también sea parte de la cultura de los artemiseños. Se reconoce su acción ante la glicemia, el colesterol y los triglicéridos en pacientes con diabetes y dislipidemias, según amplía. De hecho ya se medica en otras provincias el Curmeric, producto natural preventivo ante la COVID-19, elaborado con cúrcuma.
Cuenta Hidel que nunca el trabajo del campo es fácil, pero la pasión de empuñar la guataca conjugada con la agroecología le ha hecho ver cómo crece su finca, al intercalar cultivos capaces de beneficiar unos a otros.
La cúrcuma se convierte prácticamente en el centro de su atención; no obstante, prueba florecer café en aquel llano, junto a naranja y mango, y le rodean orégano, jengibre y sábila, entre otras plantas aromáticas y de usos varios.
Allí, donde el movimiento agroecológico tiene raíces, existen vínculos que traen hasta esos lares amigos, más preguntas y consejos, junto a microorganismos eficientes, humus de lombriz y hasta el pie de cría de la Tilapia roja o California, pues solo campesino a campesino, con buenas prácticas, se multiplican los resultados.
Aún Hidel es joven entre tierra y arados, pero tiene un rumbo definido. Los nexos con la industria farmacéutica le apasionan. Tal vez al celebrar la ANAP su venidero aniversario se sumen otras líneas de su finca, ya destinada a la medicina natural y tradicional. En esta Sierra Maestra en el llano de Artemisa, también se hace historia.
Por: Yudaisis Moreno y María Caridad Guindo