Dicen los más conocedores del fútbol que las finales no se juegan… se ganan. Y justo eso hizo Santiago de Cuba, al vencer de forma implacable a los Gladiadores de Artemisa 7-0 en su cancha Antonio Maceo.
Los Diablos Rojos, acostumbrados a jugar partidos decisivos y a levantar copas en el fútbol cubano (tres en los últimos años), fueron arrolladores en toda la línea, ante unos artemiseños que pisan estas tierras por primera vez.
Ganar títulos no es cosa de días. No basta con dominar a placer tu grupo clasificatorio, ni con golear a Matanzas, Mayabeque o Pinar del Río; tampoco con dominar a La Habana, ese es solo el primer paso. Los títulos casi siempre se los llevan los de más tradición, y en este caso fue Santiago.
Muchos creíamos que Artemisa podía alzar el trofeo. Pero varios factores conspiraron para evitarlo. Ante las lesiones del capitán Orlando Calvo, del central Darío Ramos y del portero Yoel Pozo, el entrenador Reinaldo Torres se vio forzado a “improvisar” una defensa en sacrificio del medio campo.
Pedro Bravo, el encargado de meter la pierna y sacar el balón en el centro de la cancha, abrió como central. Eso, junto a la baja de Calvo, desacomodó la zona media y dejó al once falto de músculo y pierna dura en la recuperación, así como escaso de ideas y pase certero en ataque.
Mientras, la lesión de Yoel Pozo llevó a la portería a Yoan Cantero, quien entró a la nómina a última hora; aunque fue el portero regular hasta antes de la pandemia, en este Torneo Apertura no había visto ni un minuto.
Los Gladiadores que salieron el domingo a la cancha Antonio Maceo, no fueron ni la sombra de quienes lucieron imbatibles en el Grupo A. La casta y la experiencia de los Diablos Rojos —más las ausencias de jugadores—, sometieron el ímpetu de los artemiseños.
Santiago hizo con Artemisa lo mismo que ellos habían hecho con casi todos sus rivales en el apartado occidental: dominarlos de principio a fin y buscar incansablemente el gol, sin importar la ventaja.
Más allá del abultado marcador final, las palmas para estos Gladiadores -y para sus entrenadores- por llenarnos de ilusión y poner el fútbol artemiseño en la élite nacional. Esta goleada no es más que una lección; hay que aprender a ganar finales, y esa experiencia solo se alcanza así, tras superar muchos obstáculos.
Nada está perdido. El Torneo Apertura solo fue el calentamiento para el Clausura, cuando se definirá el título “de verdad”: el de campeón de Cuba. ¡Ojalá y cada uno de esos siete goles en contra sirvan de motivación para levantar la próxima Copa!