Famosas son las escenas de películas ambientadas en la antigua Roma, en las que el emperador decidía, con un simple gesto con su pulgar, la suerte de los gladiadores que caían en la arena.
Esas imágenes no salen de mi cabeza, al conocer las circunstancias de la derrota 3-1 de los Gladiadores de Artemisa ante Villa Clara, y con eso la pérdida del invicto exhibido durante las 13 fechas anteriores del Torneo Apertura de la 106 Liga Nacional de Fútbol.
Tras la trifulca del fin de semana anterior frente a La Habana, 12 jugadores (seis de cada equipo) recibieron una sanción que les imposibilitó salir a la cancha este sábado. En el caso de los artemiseños, al menos cuatro eran titulares inamovibles en el esquema de Reinaldo Torres.

Si a la plaga de lesiones —que hasta el sábado el cuerpo técnico artemiseño había sabido sortear—, suman seis bajas y otros adicionales, el resultado no puede ser otro que un revés ante un elenco histórico del fútbol cubano.
En esta misma página, la semana anterior alerté que esa riña traería más consecuencias. Pero hoy creo que a los decisores en la Asociación Cubana de Fútbol (AFC), se les olvidó que —en este caso— declinar el pulgar iría en contra del espectáculo, y hasta cierto punto de la justicia.
Artemisa fue el mejor equipo del torneo de principio a fin, algo así como aquella aplanadora santiaguera en versión futbolística. Anotaron más goles que nadie y asombraron hasta a los más conocedores del fútbol cubano.
Y, si bien el lamentable incidente lo comenzó un jugador artemiseño, fue una mala respuesta a las provocaciones de los habaneros, quienes también invadieron el terreno primero. Al final, dos de los principales responsables fueron expulsados, y la gran mayoría del resto solo respondió como mejor supo a una desagradable situación.
La violencia nunca estará justificada. Mas, por culpa de ese pulgar hacia abajo del “emperador AFC”, Artemisa solo pudo llevar a Villa Clara 15 jugadores, una parte considerable del equipo juvenil. Al arribar allí se encontraron sin el hospedaje previsto, y fueron enviados a un campismo, donde no había agua, sábanas ni toallas.
Solo así cayeron los Gladiadores, con la arena amañada y con el “emperador” juzgándolos sin clemencia. Porque si esa —merecida— sanción se hubiese hecho efectiva en el Torneo Clausura, casi seguramente los artemiseños aún festejaríamos invictos, y seríamos la sede de la gran final, la cual ahora tendrá lugar en Santiago de Cuba.