Mi pueblo tiene una ceiba emblemática, aunque, como la del Templete habanero, no es la fundacional. Aquella fue talada a inicios de los años ’40 del pasado siglo, para posibilitar la construcción del despalillo de tabaco, y es la que recrea la leyenda sobre el origen de Ceiba del Agua.
En efecto, la antigua saga cuenta que a mediados del siglo XVIII se trazó un nuevo camino entre La Habana y Vueltabajo. A unos 40 kilómetros al suroeste de la capital colonial, tropezaba con una ceiba frondosa que crecía en una pequeña hoyada o embudo cársico, a cuyos pies el agua de lluvia se acumulaba (algunas fuentes hablan de un manantial o surtidor natural).
El diminuto charco comenzó a usarse como abrevadero para los rebaños que se trasladaban por el flamante camino, lo cual suponía un alto para el descanso de hombres y animales a la sombra de la ceiba y de otros árboles aledaños. Eso también propició el surgimiento de las primeras edificaciones, en 1763.

Los arrieros decían: “al mediodía haremos un alto en la ceiba del agua” (aún se escribía con iniciales minúsculas), y pronto empezaron a encontrar allí hospedaje y servicios de comida, bebida o herrería.
La ceiba actual fue trasplantada al centro de una hermosa rotonda a finales de 1943, cuando concluyeron las obras de la doble vía que enlaza la Carretera Central con la actual Escuela Interarmas de las FAR General Antonio Maceo. Desde entonces la rotonda y su ceiba constituyen la plaza más distintiva y hermosa del pueblo, esa que da la bienvenida, desde hace ocho décadas, a lugareños y foráneos.
Hoy el sitio muestra un estado de lamentable e injustificado abandono. La hierba crece, los contenes tienen un lejano recuerdo de pintura… y la ceiba simbólica sufre el avance por su tronco de plantas trepadoras y de arbustos intrusos que cuentan con una vía expedita para desarrollarse y ponerla en peligro existencial.
Recordemos que la ceiba, como la palma, son árboles legalmente protegidos y, en el caso de la primera, es objeto de culto y veneración por creencias religiosas.
A lo anterior debe añadirse que Ceiba del Agua fue cabecera municipal en dos ocasiones: la primera entre 1879 y 1902, la segunda entre 1963 y 1976. Y conviene aludir a Fidel, que a raíz de la división político-administrativa en el último año mencionado, insistió en la necesidad de brindarle un tratamiento especial a las antiguas cabeceras.
Queremos confiar en que la situación se revierta y, de manera sistemática, los trabajadores de servicios comunales de Caimito atiendan el entorno de la rotonda, con el apoyo de los centros laborales ubicados en su periferia.
¿Y quién sabe si sería mucho soñar con la restitución de una hermosa valla metálica que existió allí hasta 2004, cuando la furia del huracán Charley la destruyó?
Por lo pronto, pensemos en que el sitio recobre su aspecto atractivo y luminoso para el venidero cumpleaños 259 del pueblo, el 21 de junio. Eso puede resolverse con entusiasmo, perspectiva urbana y machete.