“Cuando la tierra entra por las venas no hay quien la saque”. Lo dice Alexander Díaz, un guajiro de pura cepa, nacido, como quien dice, debajo de una mata de plátanos. “Pero los tiempos han cambiado y cada día se nos hace más difícil producir”, interfiere Yoel Estévez, otro de los buenos productores de la Cooperativa de Créditos y Servicios Niceto Pérez, en San Antonio de los Baños.
Ni uno ni otro dejan de cumplir su encargo estatal, aunque las utilidades se desvanezcan en el esfuerzo.
Impagos, viejo asunto en nuevo contexto
Como un ventilador pulmonar llegaron las 63 medidas para incentivar la producción agropecuaria, justo cuando más complejo pintaba el escenario económico-productivo en Cuba, con una crisis sanitaria que salpicó a todos los sectores y un bloqueo económico, comercial y financiero que, desde la Casa Blanca, asfixia con cada imposición hostil.
A pesar de estas medidas, “Acopio se demora hasta cuatro meses para pagarnos, cuando sabemos que lo orientado es liquidar con carácter inmediato”, reclama Díaz.
“Encima, hasta diciembre nos pagaron el tomate a 500 pesos el quintal y, cuando llegamos en enero, en un pico de maduración y sin previo aviso, nos dijeron que era a 300 y, además, no tenían envases”.
En casa del herrero…
A golpes de pérdidas, los guajiros de esta zona han tenido que aprender a proteger sus producciones. De ahí su luz larga para buscar alternativas de venta, cuando notan que una mercancía pudiera podrirse en el campo porque Acopio no acarrea a tiempo a falta de transporte, cajas o sacos.
Muchos campesinos, entre ellos Yoel Estévez, realizan contratos con minindustrias, incluso de La Habana, que se las ingenian para siempre tener envases y transporte.
Basta con una llamada y estos emprendedores van hasta la finca en busca de la oferta, por la misma remuneración de Acopio, solo que hacen el pago al momento, lo cual ahorra tiempo y molestias a los productores.
El porqué de los altos precios
Los insumos han elevado su importe de manera descomunal, alega Estévez. Menciona el petróleo, las cajas, el abono y otros gastos fijos como la mano de obra y el pago a custodios, para evitar que se roben los cultivos casi en fase de recolección.
“Otro tanto es la electricidad, pues las fincas de esta zona extraen el agua a una profundidad de 60 varas, lo cual representa más de 50 000 pesos mensuales”, sin analizar que algunos productores abastecen de agua potable a la comunidad, un gasto adicional para la finca.
Cumplir no es sinónimo de garantía
Por la realidad de plazas y mercados en esta villa, cualquiera diría que la productividad de sus rojas y fértiles tierras, va en detrimento. Y aunque 2021 cerró con un promedio mensual de 31.64 libras de alimentos agrícolas por habitante, muchos consumidores cuestionan la variedad, precios, calidad y permanencia de los productos en tarima.
Juana María Páez, delegada de la Agricultura, asegura que lograron llegar a las 24 comunidades del Ariguanabo. Sin embargo, reconoce que la oferta está por debajo de la demanda y muchísimas producciones son comercializadas por otras vías, pues ciertamente persisten dificultades, sobre todo con los envases.
Lo apreciamos en la finca Las Nieves, donde en 2021 acopiaron más de 1 500 quintales: 200 contratados con Acopio, 300 con la industria y más del 50% fue a parar lejos de los puntos de venta de San Antonio.
La delegada habla de manera esperanzadora de la campaña de frío (de septiembre de 2021 a febrero de 2022), cuando sembraron más que las 253 hectáreas planificadas, cifra satisfactoria pues hacía mucho el municipio no cumplía.
Precios ajustados, no topados
No pocas aristas quedan dispersas cuando se forman los precios de los alimentos agropecuarios. Da la impresión que se hacen a libretazos; de no ser así, ¿por qué el tomate de enero se compró a los productores a tres pesos la libra (300 el quintal), y los consumidores lo adquirieron a diez?
Intentando ordenar el sistema y quitando del bolsillo del pueblo un gasto que no deberían asumir, autoridades del territorio y presidentes de formas productivas acuerdan reevaluar los importes de algunas mercancías, esas cuyo costo de producción pudiera considerarse, como en las ofertas especiales de diciembre, accesibles a la mayoría.
Luis Núñez, jefe de Desarrollo de la Delegación Municipal de la Agricultura, asegura que es imposible producir “a machetazos”, y que las cooperativas sí conocen cuánto cuesta hacer rentable cada besana.
Entonces, ¿qué sucede cuando esa mercancía llega a la comercializadora? ¿Cómo se realizan las coordinaciones? ¿Por qué el guajiro gana menos por su producto que la comercializadora, y el pueblo paga más? Sobre el tema regresaremos en próximas ediciones.