Dentro del universo de ilusiones, risas y malabares, el circo reserva un espacio sui géneris para los animales ¿Quién no ha disfrutado la presentación de monos, leones, perros y otros seres vivos, acompañados por quienes saben conducirlos y cuidarlos?
Quizás coincida conmigo en que el espectáculo no sería igual de vistoso y atractivo si le faltan estos “actores”. Les encantan tanto a niños como adultos; despiertan infinita ternura y el interés de conocer cómo lo hacen.
Se trata de enseñar a un perro a mantenerse “de pie” sobre las patas traseras, a moverse al compás de la música, como si en realidad bailara; a saltar u obedecer determinadas indicaciones.
Todo eso se logra sin golpes o amenazas, asegura el mago Brayan Pérez López, un jovencito de 19 años sobre quien escribimos hace casi dos años en estas páginas.
Del mundo de cartas, palomas y sombreros, el artemiseño quiso experimentar con esta disciplina, lo cual llamaba su atención desde pequeño. Seguía al dúo Gumaris, compuesto por Gumersindo y Marisela, una pareja en la vida y el arte dedicada al entrenamiento de animales en la carpa azul del Circo Nacional.
Un día “intercambié con mi vecino Leonel Granda, quien había trabajado en la actividad. Él me motivó a intentarlo y me montó varios trucos. Comencé junto a mi novia Sheila con un perrito fox terrier que nos regalaron. Decidimos nombrarlo Toby, y aunque al principio era muy inquieto, terminamos por domesticarlo”.
Luego, en plena pandemia, llegó el simpático Póker. Este puli cruzado con mestizo parece bailar al ritmo de la conga, y contagia de alegría a cuantos lo hemos visto desenvolverse en fiestas privadas o a través de un video.
Antes de fallecer, Leonel Granda le puso en contacto con Armando Sánchez, un maestro del trabajo con toros, chivos, serpientes y otros. “Hablamos por teléfono en varias ocasiones, debido a la restricción de movimiento por la COVID-19 que me impedía viajar a La Habana”.
Por esa vía, el reconocido entrenador le enseñó los pilares del desempeño: paciencia, repetición y recompensas, en forma de alimentos, a fin de estimularlos cuando obedecen y completan los ejercicios.
Por desgracia, Armando Sánchez también murió prácticamente en el olvido, pese a los recortes de periódicos que dan fe de su técnica y éxitos en los escenarios. Al menos sí quedó el legado, que en primer lugar aboga por el respeto y la atención del animal.
Brayan reconoce el sacrificio que supone alimentarlos, velar por su higiene, sacarlos fuera de casa en las mañanas para hacer sus necesidades y mantenerles un ambiente seguro.
En tales rutinas le acompañan su mamá, Sheila y su abuela Benedicta, quien confecciona en la máquina de coser los atuendos de Toby, Póker y Chiqui, la última adquisición de los chicos, aún sin estrenar.
En ningún momento ha pensado abandonar la magia; mas, quiere optar por la categoría profesional en este apartado, al que deben sustentarlo la ética, el amor, la humanidad.
Brayan también acaba de graduarse de profesor de Física de la Escuela Pedagógica del territorio. Al mismo tiempo asume el Servicio Militar Activo, período en el que tratará de mantenerse al tanto de sus perritos cada vez que le sea posible.
Y no dude que le pondrá empeño. Cuando apreciamos lo que este joven puede lograr con los animales, asistimos a un acto de magia limpia, al resultado de la combinación entre la nobleza de sentimientos y la naturaleza en virtud del disfrute.