Aun cuando ella misma decida no ponerse etiquetas, Cecilia Valdés Sagué es mujer, madre, escritora… y hace cultura. Con seis años la ilusionó la lectura de Peter Pan y Wendy. Desde entonces su vida anda ligada a las letras.
En secundaria escribió su primer cuento. Leer Crimen y castigo a los 16, no solo convirtió a Dostoievsky en su escritor favorito y a Raskolnikov en el personaje que hubiera querido crear; le cambió la percepción del mundo.
“La literatura ha sido mi tabla de salvación, el espacio donde me reconozco y soy mejor persona. Leer es mi manía, el código que me comunica con el mundo. Lo que sé de la vida lo aprendí leyendo. He bebido de casi todas las fuentes, pero demoro evocando los clásicos de la poesía española, los narradores rusos del XIX y la literatura hispanoamericana del boom y el postboom.
“Publiqué En blanca y negro y América Lontana, y compilé con Miguel Terry Lavar y ser feliz, una antología de narrativa contra la violencia de género. Escribí poemas y artículos de crítica literaria en revistas como Habáname y La Diana, de la cual fui fundadora y jefa de redacción.
“He transitado mi camino ajena a limitaciones y estigmas de género, escoltada por personas excepcionalas que han compartido mi vida. Me encantó ser la madre de mis hijos”.
Ahora anda apartada de la escritura, no de los libros: dirige la Casa de Cultura de Caimito, su pueblo natal.
“Necesitaba acercarme laboralmente a mi casa por la muerte de mi padre, y era la plaza que había. No me gusta ser jefa. Creo que desde la retaguardia se tiene una visión más completa de la epopeya; por eso prefiero a Bernal Díaz del Castillo como cronista de Indias que a Colón o Cortés”.
Sin embargo, en 2007 el Consejo Nacional de Casas de Cultura otorgó a esta Licenciada en Español y Literatura, narradora y crítica literaria, el premio La Enorme Hoguera. No le han faltado iniciativas aun en plena pandemia.
“Soy humanista por formación y espíritu. Buscando lo mejor del hombre, he desarrollado mi trabajo: de ser la última Casa de Cultura de la provincia, en dos años nos hemos insertado entre las mejores del país”. Así surge Portal de papel, para promover la lectura.
“Desde el portal de la institución se integran actividades relacionadas con el libro, principalmente leer. También Hilo poético, un tendido de poemas impresos y manuscritos, sobre todo de autores locales, para intercambiar con la población y que puedan llevarse alguno.
“La actividad con mayor aceptación ha sido el Librero comunitario, donde la única condición para llevar un libro es traer otro. Eso garantiza variedad de ofertas, y le otorga cualidad de ente vivo alimentado por la comunidad.
“Se puede hacer cultura en medio de una pandemia o un naufragio. Aprender hasta el último día significa enaltecer la vida. La pandemia nos retó y nos enriqueció; hubo que diseñar estrategias alternativas para llegar a la gente.
“Usamos balcones, vidrieras, colas, fuimos de puerta en puerta, utilizamos las redes y las incorporamos a nuestro trabajo en tiempos normales. La calle se convirtió en una plaza cultural, donde escribir pisos y paredes, llenar los árboles con poesía y exponer en espacios públicos”.