Hubo mucha gente que allí la noche anterior no durmió. Aún los adocretos de las aceras estaban medio mojados, y el olor a líquido asfáltico se trastocaba con tanto sudor y ganas de hacer por lo suyo, por la comunidad que han visto vulnerable y quieta durante mucho tiempo, y ahora, como un amanecer, tienen la oportunidad de transformar, sobre todo con sus manos.
Vidal Torres Rivera, uno de los vecinos de El Chalet, poco más que cincuentón (por mi apreciación), sudaba la gota gorda, al unirse a obreros de la Empresa de Fibrocemento Mario Hechavarría López, y darle vida a un área que combinará parque infantil, de estar, biosaluadable y un espacio para taichí, según explicó Mijail García, al frente de las dos brigadas a pie de obra.
No solo cuánto se ha hecho, sino cuánto queda por hacer en El Chalet, una de las 38 comunidades de la provincia donde se convierten vulnerabilidades en soluciones con el concurso de todos, constató Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba, como parte de la visita de tres días del Comité Central y su estructura auxiliar, al territorio.
Allí, al parecer, cada quien tiene sus misiones muy detalladas: mientras en el consultorio no detienen los servicios, y ya luce sus mejores galas, las federadas inundan con sus carteles motivando a ir por más y ponerle corazón a cada pedacito, los trabajadores de Etecsa siguen con la cimentación de sus aceras, en tanto Cimex se empeña en una nueva unidad y comercio da lo que tiene, con amor.
Un aparte para quienes tienen en sus hombros el envejecido problema del abasto de agua en El Chalet, a los enfrascados en mejorar —aunque sea poco a poco— el fondo habitacional de esta circunscripción, a los vecinos que ya sueñan con trabajar en el organopónico y la guarapera, en planes, a los cocheros, que de su binomio con los equipos depende mayoritariamente el traslado de tanta gente.
Marlén Rodríguez Callao, la delegada, no se cansa de desandar aquellos lares, incluso hasta las fabelas, de convencer, de comunicar, de unir vecinos y conquistar entidades, de ir concretando sueños y acercando esperanzas, y mucho más ahora, pues ya le dijo Díaz-Canel que habrá que tener muchos chalets en El Chalet.
No podemos dejar nada inconcluso, debemos trabajar sin pausas, pero sin prisas, la participación popular debe ser premisa siempre, habrá que escuchar qué desean hacer los jóvenes y los niños en su comunidad; es importante cuidar lo hecho, hacer sostenible cada obra, no podemos ser vulnerables siempre y muchas manos pueden ayudar a encontrar el camino…
Por ahí andaban parte de las lecciones de un día caluroso de marzo, en que Belkis Gutiérrez, también poco más que cincuentona y vecina de El Chalet, agradecía la visita, y no dudo en decirme, con la mirada húmeda, lo que hubiera querido decirlo a él.
“Así se hace Revolución en mi pedacito. Nunca más nos detendremos por un mejor futuro para todos, y aunque no pude ver a Fidel, estar cerca de Díaz-Canel, significa que somos continuidad”.