Ahora todos conversan sobre uniformes, libros, libretas, mochilas y meriendas, sin tratarse precisamente de septiembre. Otra vez la alegría produce sentimientos que nunca cambian, al regresar a las escuelas con nuevos maestros, aulas y enseñanzas.
El paso de la COVID-19 por nuestras comunidades entorpeció el avance habitual del proceso educativo en las más de 800 escuelas de Artemisa. Nuestros niños y jóvenes se adaptaron —y con ellos sus familiares— a una educación televisiva que exigía más responsabilidad y autoestudio.
Aunque no todas las experiencias fueron positivas, esta modalidad abrió las puertas al trabajo a distancia, la preparación individual y el vínculo de quienes tienen a su cargo la formación de los alumnos junto a las escuelas. Sentirse “un poco más grande” se percibe en las instituciones educativas desde este 7 de marzo, y el próximo 14 le toca su turno a más pequeños, cuando 23 291 alumnos conozcan por primera vez los propósitos que comienzan a gestarse en un trazo, una vocal o el hábito de vida llamado preparación.
Caridad Cruz Ávila, directora provincial de Educación, alude a cómo se involucraron maestros, estudiantes y familiares para la agilidad de un cierre de curso y el inicio del siguiente.
“Se ajustaron programas de estudio y aspiramos a alcanzar la mayor presencialidad posible en dos sesiones, sin dejar de cumplir las medidas sanitarias. En nuestras escuelas no se reportaron brotes asociados a la enfermedad, en gran medida por el trabajo desempeñado”, destacó.
Ya muchos piensan en los sueños por cumplir, mientras otros se esfuerzan en cerrar ciclos y emprender rumbos distintos en los que el estudio será faro y guía. Solo así, con alta motivación, destreza, uso eficaz del tiempo y estrategias personales, conseguirán convertirse en seres humanos cultos, libres, como definiera José Martí.
Ahora que estrenamos las primeras páginas de las libretas, seamos mejores alumnos y profesores comprometidos como evangelios vivos. Cada escuela es diferente, pero todas son Cuba, y por este país corresponde retribuir esfuerzos con la excelencia y la virtud que nacen frente a un pizarrón.