No es común hablar en la prensa sobre los artistas de circo. A ciencia cierta no sabemos por qué razón, aunque el valor del arte que ofrecen en su escena también es parte de esa cultura que acompaña al hombre y lo nutre de misterios y alegrías desde tiempos inmemoriales.
A esa familia del espectáculo pertenece el malabarista, mago y payaso alquizareño Luis César Coró Valdés, integrante durante 37 años de la compañía CIRCUBA y hoy al frente de la formación de cinco alumnos en la Casa de Cultura José María Clemente (El Herrero), en este municipio artemiseño, aunque ya por sus manos han pasado otros.
Luis César asegura que, pese al gran atractivo de este tiempo digital, lleno de tecnologías cautivantes, el circo no ha dejado de gustar. Ha gustado siempre. Por eso lamenta que, para ofrecer espectáculos, solamente existan dos carpas: la Trompoloco y la Carpa Azul.
“Es complicado contar con una carpa, porque no solo es preciso tener una lona, sino una alfombra, el tabloncillo, gradas, asientos… y no hay recursos para eso”, asegura Luis César, quien destaca la importancia para su formación de la escuela rusa de circo, famosa por su impecable técnica y excelentes dotes para enseñarla a los interesados en entregarle al público el arte más depurado.
Alquízar no ha sido ajeno al circo y a sus artistas. Todo lo contrario. Cuenta Luis César que en 1904 llegó a predios alquizareños el Circo de Bartolo, y permaneció activo en este lugar hasta la década del 50 del pasado siglo: “con él llegaron el bolero y el cine a este pueblo”, asegura.
Luis César Coró ha vivido una larga experiencia en su profesión, en los más diversos rincones de nuestro país y en naciones como Nicaragua y Venezuela. En esta última trabajó durante el respetable período de cinco años.
Por su destacada labor con los niños en la enseñanza del arte circense, fue premiado en dos ocasiones en Festivales Provinciales de Pioneros.
“El circo viene muy bien dentro de cualquier evento, no solo dentro de una carpa. En cualquier espectáculo incluyes un número circense y el público lo acepta. Es refrescante. Y en un número de magia puedes sacar carteles donde saludes una fecha como el Día de las Madres o el 1 de Mayo, por solo ponerte dos ejemplos.”
Luis César define al circo como “la alegría de los pequeños y el recuerdo de los mayores”. Está seguro que, pese al desarrollo imponente de la tecnología, siempre tendrá vida asegurada porque no se parece a ningún otro arte sobre la faz de la tierra.
Es verdad. Los tiempos cambiaron. La tecnología manda. Pero es justo decir que el arte circense en Cuba, ya recogido en las Actas Capitulares del poder colonial en el siglo XVIII, si bien reflejaba entonces su carácter incipiente, también dejaba constancia, sin saberlo, de que era una maravilla nacida para alegrar sanamente el alma de los hombres.