La UEB Bodegas San Cristóbal, perteneciente a la Corporación Cuba Ron S.A., sobresalió por sus resultados entre las entidades artemiseñas en 2021, en medio de los estragos de la COVID-19, la crisis económica mundial y el recrudecimiento del bloqueo económico impuesto por Estados Unidos. Ya no por su conocido vino tinto, sino por vino seco y otras alternativas.
Muchos fueron los retos asumidos y los sueños aplazados; no obstante, desde la única fábrica de vinos secos en el territorio nacional, se apostó por la diversificación de las ofertas para el mercado cubano, sin renunciar a los estándares de calidad cotidianos.
Explorar nuevas opciones, lanzarse a lo desconocido y obtener resultados alentadores, a partir del encadenamiento entre empresas de un mismo sistema corporativo, son lecciones de este colectivo en un año que consideran original, cuando no tuvieron pérdidas y cada trimestre sus trabajadores recibieron pagos por utilidades.
Su empeño coincide con los preceptos defendidos por Orlando Borrero, su presidente, de “que la estrategia de la empresa estatal socialista hoy no puede estar enfocada solamente a lograr un objetivo económico, sino en la responsabilidad social empresarial, orientada al desarrollo del pueblo”.
El vino… su razón
Por un valor de 50 pesos, los artemiseños solíamos hallar en los comercios locales la botella de Vino Soroa (tinto, blanco o rosado) fermentado en Bodegas San Cristóbal.
Dotada con la más moderna tecnología, la fábrica es capaz de trabajar a una velocidad promedio de 5 000 botellas por hora, para 2 000 hectolitros en el mes y 24 000 en el año. Pero las condiciones actuales no le permiten igualar esos números, frente a lo cual buscan alternativas para desatar a su producto líder, siquiera a niveles moderados.
“Con la crisis, escasearon los suministros. Se estancó la elaboración de embotellados, principalmente por déficit de envases”, comenta Ulises Carmona López, jefe de producción.
“Teníamos en inventario un volumen de mosto para la fermentación del vino, y valoramos la posibilidad de producir a granel e identificar nuevos mercados dentro del propio sistema corporativo.
“Establecimos contrato con La Estancia S.A., a raíz de sus dificultades en la importación de vino tinto para producir la sangría que comercializan con la marca Campo Alegre.
“En casi dos años de pandemia, recibimos una mínima cantidad de botellas; de ahí que también evaluáramos la alternativa de envasar nuestras producciones por el sistema bag in box (bolsa en caja), con factura de importación, aunque ya se prevé obtenerlas mediante la empresa Durero Caribe S.A, y abaratar los costos de salida al mercado”.
Salir de la zona de confort
Por casi 20 años, la fábrica de San Cristóbal estuvo centrada en la elaboración de vinos a base de uvas, como la nombrada Tempranillo, la Negro Amargo, Cabernet y Malvasía Histrianan. Amenazada económicamente por la crisis en tiempo de pandemia, su colectivo incursionó en la elaboración de otros productos.
“Ante el descenso de las producciones tradicionales, por déficit de envases y luego de materias primas, desde la Corporación Cuba Ron se nos dio la tarea de producir vino seco, bajo la marca Navegante”, señala Carmona López.
“La falta de envases atenta contra los procedimientos a gran escala, de modo que fabricamos apenas 100 000 litros para vender en tiendas en MLC, y la calidad de nuestro vino seco fue reconocida por la Asociación Culinaria de Cuba; en el territorio nacional solo compite con la marca El Mundo”.
Por si no bastara, los cambios al interior de la rutina demandan del esfuerzo y superación de obreros y especialistas a la hora de crear nuevos productos.
Bien lo sabe Iyelexis Proveyer Abreu, especialista en gestión de la calidad, quien debe velar por las especificaciones de cada hechura. Antes su labor estaba centrada en los análisis a la gama de Vinos Soroa; en la actualidad se extiende a las evaluaciones del vino seco y el refresco carbonatado, cada uno con un manual específico de buenas prácticas de laboratorio.
Entretanto, Daniel Álvarez Torres parece sentirse a gusto frente a cualquier nueva tarea. Nada le es extraño a este joven que, en más de diez años, asumió responsabilidades como operario de la línea de envases, almacenero y cantinero.
“En nuestra línea de producción sobresalen tres tanques de autoclave, destinados inicialmente a la producción de vino espumoso, aunque solo usados una vez con ese fin, en los casi 20 años de la fábrica”, revela Carmona López.
“Siempre supimos que esa tecnología servía para hacer refresco, idea materializada con la visita del presidente de Cuba Ron S.A. El sirope, de excelente calidad, lo obtenemos mediante convenios con Las Lomas.
“De diferentes sabores (naranja, cola y limón), logramos hasta 70 000 litros en un mes y unos 700 000 en el año, distribuidos a granel entre las empresas cercanas de Comercio y Gastronomía”.
Hacer camino al andar
Los días difíciles obligaron a quienes sienten por Bodegas San Cristóbal no solo a reinventar las rutinas, sino a mostrar cuánto más pueden hacer.
“Si mejoran las condiciones y retomamos el flujo de producción de vino, lo primero será ampliar la capacidad de la cantina, mediante la adquisición de otros dos tanques de 1 000 hectolitros cada uno”, asegura Carmona López.
Una vez andado este camino será difícil para ellos renunciar a la elaboración del demandado vino seco. Incluso ya piensan la manera de producir el sirope para el refresco que elaboran. Sueñan tan alto que un día pudieran registrar como marca propia otra gama de vinos y sangrías.
Este es un ejemplo, desde San Cristóbal, de cómo emplear las normativas para el fortalecimiento de la Empresa Estatal Socialista con iniciativas que rindan frutos concretos… y logren conducir un colectivo de trabajo por los caminos de la eficiencia.