El lunes 24 de agosto de 2020, la aparentemente no tan peligrosa Tormenta Tropical Laura tocó tierra cubana en Punta La capitana (San Cristóbal). A decenas de kilómetros de allí, sus vientos derribaron la torre de alumbrado noreste del Estadio 26 de Julio en la cabecera provincial, una de las cuatro erigidas solo tres años antes.
Al desplomarse, la pesada estructura dañó casi la mitad de la grada de tercera base del escenario, incluido su techo; también destruyó la mayoría de las costosas lámparas LED en ella instaladas, junto al enorme bastidor de acero que las sostenía en lo alto. Todos pensaron que el viento fue el principal responsable.
Sábado 18 de septiembre de 2021. La calma reina en el 26 de Julio. Esa tarde solo unos pocos de sus trabajadores se encontraban allí. De pronto, un tremendo estruendo los puso en alerta. Desde lo alto, la tercera traviesa de la torre sureste cayó y, camino al suelo, dañó la segunda. El clima estaba en calma; no hubo ninguna “Laura” responsable.
El hecho prendió las alarmas. Algo estaba mal con las cuatro nuevas torres. Otro desastre costaría cientos de miles arreglarlo. De inmediato las autoridades políticas y deportivas artemiseñas se pusieron en manos de expertos para resolver el problema.
A mediados de octubre de 2021, durante una visita de Raúl Fornés Valenciano, vicepresidente primero del Inder, se conoció que, tras la defectación por parte de ingenieros, las torres serían seguras después de apuntalarlas con complejas y pesadas estructuras de acero.
Entonces la obra estaba en la fase de contratación de los aseguramientos y de la fuerza calificada, para llevar a cabo una tarea que no solo desafiaría la altura de unos 30 metros, sino también al implacable tiempo, pues cada minuto la torre afectada aumentaba su peligro de derrumbe… y el comienzo de la Serie Nacional ya se vislumbraba.
Manos a la obra

“La Empresa de Proyectos de La Habana diseñó las estructuras que reforzarán las torres, y Astimar, de Mariel, se encargó de fabricar las partes metálicas para prefabricarlas en el suelo y luego montarlas”, informó Nelson Lara, director provincial de Deportes.
Tras el proceso de contrataciones, la Empresa del Ministerio de la Construcción en Mayabeque se ha hecho cargo de las labores “más pesadas”.
“La idea consiste en rescatar primero la torre que está en peligro, y a continuación asegurar las dos restantes, para evitar contratiempos en el futuro y otro desastre como el desencadenado por Laura”, agregó Lara.
En reciente visita de nuestro semanario al estadio, encontramos al soldador de la brigada; estaba “derritiendo” un electrodo tras otro para preensamblar las estructuras. Allí conversamos con Carlos Cala, ejecutor principal de montaje, y al frente de los hombres que trabajan —desde hace unos días— las 24 horas, divididos en dos turnos.
“Estamos en el proceso de preparación. Tratamos de avanzar todo lo posible en las estructuras metálicas en el suelo, antes de que venga la grúa. Cuando contemos con ella, lo primero será hacer una rigurosa inspección visual a la torre, para evaluar de cerca la afectación real y estar seguros de lo que nos espera en las alturas.
“Cada torre lleva siete arriostres que conformarán cuatro estructuras en forma de cruceta, las cuales harán función de cerramento para la estructura”, explicó mientras mostraba los planos sobre cómo salvar de la debacle una obra que costó casi un millón de pesos y convirtió al 26 de Julio en el único estadio con luces LED en el país.
Cala termina su pequeña “clase de arquitectura” con una frase que llena de alegría a los amantes del béisbol: “si todos los aseguramientos llegan a tiempo, le aseguro que antes del día 25 aquí se puede jugar pelota”.

