Parece una paradoja. Pero no lo es. Si los productores que tributan a la Procesadora de Café Luis Bocourt hubieran cosechado más; si la Empresa les hubiera comprado mayores volúmenes y luego vendido más a la canasta básica, la Zona Especial de Desarrollo Mariel y a Cubaexport… las pérdidas de la entidad ubicada en Bahía Honda serían superiores.
¿Cómo entenderlo? Carlos Espinosa Piedra, director de la Empresa, asegura que, al subir el precio de compra a los productores (con suma justicia y la voluntad de acopiar todo el grano), no se tuvo en cuenta la cadena de valores del café, el cual lleva un proceso de tratamiento imprescindible después de acopiarlo.
Un eslabón vital
Luis Marrero Suárez, director de la Unidad Empresarial de Base (UEB) Procesadora, explica la función de ese colectivo. “Nosotros beneficiamos el café procedente de las cinco despulpadoras de Occidente: tres de Artemisa y dos de Pinar del Río.
“Allá le rebajan la humedad hasta entre 13 y 18%. En nuestras máquinas la reducimos más, a fin de garantizar la norma de molinación (de 11.50 a 12.50); solo después de llevarla a ese rango, comenzamos el proceso.
“Ellos lo despulpan y secan. Aquí se molina para quitarle la envoltura o cáscara. Se clasifica de acuerdo con su tamaño. Se le eliminan los defectos por peso (granos verdes, partidos o conchas) y se le excluyen los defectos por color (negro, blanco, fermentado y canario), para que tenga un color parejo”.


Humberto Serrano (Chipi), el especialista de calidad, es uno de los cuatro catadores profesionales de café en Cuba. Lleva el aroma de esos granos aun en su apellido, y sabe muy bien que ha de buscar los atributos ideales del producto más allá del laboratorio; por eso alude al papel esencial de la procesadora, e incluso a las plantaciones y la recolección.
“En esta campaña, no hubo fuerza de trabajo suficiente en el campo, debido a la COVID-19. Así que no se realizaron todas las labores agrotécnicas, el deshije, la limpia, la regulación de sombra. Además, la sequía y la escasez de fertilizantes influyeron en la escasa floración.
“Todo eso afectó los rendimientos. Cada lata suele tener de 9 000 a 10 000 granos; hoy superan los 13 000, porque son más pequeños. Y, a causa de la pandemia, tampoco pudimos contar con los estudiantes para la recogida, como hacemos habitualmente: se perdió mucho café”.
La incongruencia
El director de la Empresa señala que, por esas razones, no cumplieron el plan de acopio; el de ventas, sí, porque fue reajustado. “Pero tenemos el compromiso de recoger hasta el último grano. Se estableció una modalidad llamada pago en la cabecera, para remunerar a 80 pesos la lata de primera recogida en áreas estatales, como un incentivo. Y por ese concepto ya abonamos más de 135 000 pesos”.
Solo que no son esas las cifras más preocupantes, sino las del desbalance entre las tarifas de compra a los productores y las de venta a Cubaexport, para la exportación; al consumo nacional, para la canasta básica; y a Cimex, en la Zona Especial de Desarrollo Mariel.
“Nuestras pérdidas en la actual cosecha, a causa de la diferencia de precios en la compra y venta, ascienden a 7,8 millones de pesos”, revela Carlos Espinosa Piedra.

Sin embargo, el directivo se muestra cauto. No quiere que parezca una justificación ante resultados insatisfactorios: alude a ineficiencia y baja productividad. Lo realmente curioso es que, de haber sido más eficientes y productivos, la compra y las ventas hubieran sido mayores… y, en correspondencia, también las pérdidas.
Así ocurre en Cienfuegos, en la Empresa Procesadora de Café Eladio Machín, y más severamente en Guantánamo, de acuerdo con Rolando Martell, director contable financiero de la procesadora de café Asdrúbal López, donde encaran pérdidas ascendentes a 186 297 millones de pesos.
Martell advierte que a la empresa guantanamera la distinguía la solidez, amparada en resultados productivos y económicos que reflejaron auditorías y criterios de las instituciones financieras. Lo que ha deteriorado sus indicadores es la diferencia entre los precios de compra de materia prima y los de venta de café beneficiado y procesado en grano.
Espinosa Piedra advierte que en la Luis Bocourt, de Bahía Honda, tal situación influye en no poder aplicar estímulos monetarios a los trabajadores y distribuir utilidades al cierre de cada trimestre. Encima, habían planificado un salario promedio de 3 900 pesos, y solo alcanzaron 3 270.
En busca de explicaciones sobre semejante incongruencia, contactamos por teléfono a Alexis Legrá Calderín, director de Café, Cacao y Coco del Grupo Agroforestal del Ministerio de la Agricultura.
Legrá Calderín asegura no se trató de una falta de previsión, sino que la Tarea Ordenamiento determinó un precio de compra más alto al productor primario que el de venta de las procesadoras, y eso ha generado una pérdida a estas de 508 millones de pesos en el país.
“La dirección del Gobierno está en función de resolver ese problema. Se ha trabajado fuerte, se han dado varios recorridos y está en conocimiento de todos. El martes 18 hubo otra reunión. Se han dado varios pasos con el Ministerio de Finanzas y Precios para solucionarlo, y que no afecte al sistema empresarial ni a los trabajadores”.
Parece que la paradoja va camino a desaparecer. Más café siempre ha de deparar más ganancias, nunca más pérdidas.