Apuntaban las 3:00 de la tarde, y el parque Libertad era digno ejemplo de tributo. Niños y jóvenes enarbolaban las banderas que acompañaran a Cuba en las gestas libertadoras.
Artemisa dio un cornetazo a degüello como cada 7 de diciembre, y vi revolverse a los zanjoneros, que tratan de dividir y confundir.

Esta vez Maceo, el Titán, de tanta fuerza en la mente como en el brazo, se levantó hecho millones. Y el joven Panchito Gómez Toro con él, en cualquier calle, en cualquier escuela, parque, universidad o sitio de Cuba.
Maceo impregnó el espíritu y el cuerpo de esta nación, que hoy se levantó contra el enemigo. Vi a Artemisa poner la insignia de la Patria y de la Revolución, de la verdadera Revolución, colocada en el sitial más alto.
Pioneros llenos de alegría y respeto entonaban las notas del Himno Nacional, digno homenaje a los 125 años de la caída en combate de Maceo y de su joven ayudante Panchito, especial forma de recordar cuando la admiración también se extendía a honrar a los cubanos contemporáneos caídos en las gestas internacionalistas, en otras tierras del mundo.

A las 4:00 de la tarde, el silencio recorrió cada parte del camposanto. Ante el panteón a los mártires quedaron depositadas las ofrendas florales en homenaje del pueblo. A la flor con que amaneció cada caído en su nicho, le acompañó la de cada familiar. El altar sagrado tuvo otro gesto hermoso de devoción.
