Otra vez frente al abrazo del mar llueven los recuerdos de niña. El canal de la cerveza, las tres gomas, la cerquita verde, el pocito frío, el bar, el puente y sus escaleras, la playa llena, la gente que viene y va, los portales chorreando el agua, la arcilla medicinal entre los dedos, una escuelita, fangoterapia, la farmacia… Son memorias que no volverán, aunque echemos a correr.
En un lugar sombrío por circunstancias no tan imprevistas, la playa Guanímar, en el litoral sur del territorio alquizareño, muestra su peor cara. Amenazada por el azote de fenómenos naturales y el aumento del nivel del mar, hoy pesa también sobre su deterioro la desidia de los hombres.
Vivir frente al mar y extrañar la playa
“A veces, cuando hablo de la playa, siento tristeza”, confiesa Ricardo Álvarez Doval. A sus 61 años y ni un solo día lejos de estas aguas, reconoce la dejadez de la que resulta víctima su comunidad rural.
Son innegables los estragos de la pandemia a la economía, como igual lo es el embate de fenómenos meteorológicos. Sin embargo, “los daños ocasionados por la tormenta tropical Elsa y el huracán Ida, fueron mínimos.
El deterioro de la playa tiene su génesis tiempo atrás”, comenta.
“Imagínese, la última vez que la playa vio una reparación grande fue allá por el año 2010. Luego, en dos ocasiones, se dio mantenimiento, pero nunca más volvieron”, asegura.
Las acciones del Estado para contrarrestar el impacto del cambio climático, incluyen la prohibición de levantar nuevas construcciones en estos asentamientos; “no quiere decir que renunciemos a la infraestructura existente y adaptarla a las condiciones de zona baja”, explica Álvarez Doval, líder del grupo de voluntarios de la Tarea Vida.
Problemas como en manada
Eusebio Pérez (Yeyo) tiene 78 años y vive desde los nueve en la playa. “¡Toda mi vida aquí!” A estas alturas no hay ciclón o llenante que le atemorice. En cambio, el desabastecimiento de agua potable durante gran parte del año lo llena de intranquilidad.
En varios intervalos de tiempo, del primero de enero al 5 de diciembre de 2021, los pobladores de la playa estuvieron sin ese servicio. La fuente de abasto de Cataluña, de una estabilidad envidiable por años, les jugó una mala pasada.
“Dicen que se trató de fallos en el banco de transformadores. Lo cierto es que se quemaron dos turbinas, y eso generó un gasto tremendo de dinero, cada vez que vino la grúa para levantar el motor. Demoró casi un año resolver el problema”, indica Álvarez Doval.
Durante meses los playeros se abastecieron mediante pipas, con una frecuencia inestable y que alcanzaban a distribuir solo medio tanque por casa.
“Tampoco en este tiempo sin agua se aprovechó para reparar los tres o cuatro salideros de consideración en la conductora principal”.
En medio de este escenario y en los meses más complejos de la pandemia, los guanimeros enfrentaron tres veces el estrés de las evacuaciones.
Asimismo, vieron caer el muro de contención entre el canal de drenaje ubicado a la izquierda y el vial que permite el acceso a la playa, como consecuencia de los trabajos de dragado (a cargo de la Agropecuaria del Minint) para impulsar un proyecto de siembra de peces de agua dulce.
Por muchos días el agua se tragó un tramo considerable de la carretera, el ómnibus dejó de entrar hasta las inmediaciones del Bar, y ni el médico de la familia escapó a la indeseable travesía (pantalón encogido y zapatos en mano) de cruzar el agua y llegar hasta el transporte, para asistir a la guardia.
¿Soluciones en el horizonte?
Guanímar es una comunidad que necesita atenciones especiales. Ya lo dijo el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), ahora también el programa del Estado para la atención a barrios vulnerables.
La reubicación de personas en lugares de menor riesgo entraña una prioridad, como parte de la Tarea Vida. Ya en el municipio construyen nuevos domicilios en la Zona de Desarrollo Mirtha 1, informa el intendente Jorge Luis Ortega Martínez.
“En 2021 se terminaron tres viviendas, según el plan. No nos propusimos más, debido a la crisis económica y la poca disponibilidad de materiales de la construcción”.
Si la playa cobija a 245 habitantes y en el área urbanizada existen unas 170 viviendas (90 permanentes y el resto de veraneo), a ese ritmo preocupa el término de la relocalización en el mediano plazo hasta 2030.
También “queda pendiente la reposición de 11 kilómetros de tubería de asbesto cemento por tecnología PVC, una obra que no está aprobada en el plan de la economía para 2022”, pero significa la única solución radical a los problemas de la conductora principal.
“En beneficio de la playa, solo se aprobó el presupuesto para el mantenimiento al consultorio del médico de la familia —una petición de antaño—, con 70 255 pesos para concluir en abril”, anuncia Ortega Martínez.
Mientras, ya reposan, en el punto de pesca del Minint, los materiales para la rehabilitación del muro entre el canal y la vía. Y “el Gobierno local pretende, para el verano de 2022, recuperar la playa como lugar de esparcimiento y recreación de los alquizareños, con la ayuda de las formas de gestión no estatal ubicadas en la zona y la empresa de proyectos de la provincia”, revela el intendente.
Sin dudas, una buena noticia, porque la playa merece vivir, engalanarse cada verano, ser el sustento del pescador todos los meses del año y el alma de quienes la habitan, arraigo e identidad, deber en las agendas de quienes gobiernan.