Siempre que se habla de los evangelios vivos me pregunto si aún viven. Para suerte nuestra, sí. Son los mismos que, tiza y borrador en mano, nos condujeron por la aventura del saber, no desampararon a sus discípulos durante los duros meses de pandemia… e incluso contribuyeron a combatir la COVID-19 desde los centros de aislamiento.
Cuando el regreso a la escuela ya es una realidad, conversamos con la docente guanajayense Anabel Castro Céspedes, otro evangelio vivo que se ha ganado, por su constancia y entrega a la profesión, la gratitud de sus discípulos, de los padres y del pueblo.
Luego de más de 37 años de labor en el sector de la Educación y con disímiles reconocimientos, entre los que destaca la Distinción por la Educación Cubana, recuerda cuando estudió en la escuela Carlos Baliño —a la que ha dedicado más de 15 años de labor— y decidió incorporarse al círculo de interés Guerrilleros de la enseñanza.
Aquellos encuentros le reforzaron un amor por la profesión que ahora ni siquiera la pandemia ha sido impedimento para mantener el contacto con sus alumnos.
“Durante estos meses, la Carlos Baliño también ha aprovechado las ventajas de las redes sociales con tal de promover el buen uso del español, el conocimiento de la historia…
Para acceder a las guías de ejercicios sobre los principales contenidos de las asignaturas, los padres han hallado un nuevo espacio, además de los tradicionales: los grupos de WhatsApp. Quienes no puedan acceder a esta plataforma tienen otras a su disposición, como el repositorio en el que están agrupadas las teleclases y compendios de ejercicios.
Los padres han sido de mucho apoyo. Gracias a los talleres impartidos por docentes de la institución, cuando la situación epidemiológica lo permitió, pudieron aclarar las principales dudas de sus hijos.
-¿Cree que la vocación se puede formar en el camino?
“¡Qué va! Sin vocación no se puede escoger esta profesión. Educar es cuestión de amor. Hay que querer mucho a los niños, y no todo el mundo tiene esa capacidad. Quien se dedique al magisterio debe poseer una fuerza intelectual que le permita enfrentarse a infantes y familias muy heterogéneas. Educar no es tarea fácil. En el camino se forma la experiencia, pero la vocación ha de nacer”.
-¿Por qué Ciencias?
“Si supieras, nunca impartí esa área. Me gradué de Humanidades: Lengua Española e Historia de Cuba, y por necesidades de la escuela, al no tener maestros de Matemática en aquel momento, asumí tal responsabilidad.
Aunque no era mi fuerte, me enamoré de las Ciencias. Pero he tenido que autoprepararme mucho, consultar a los maestros de más experiencia, asesorarme con ellos, buscar los mejores métodos. La he asumido con un amor extremo. Creo que no vuelvo a las Letras”.
-¿Algún método en particular para enseñar?
“No. El método está escrito: el explicativo, el trabajo independiente, la elaboración conjunta. Pero el maestro en un aula debe tener métodos auxiliares, a raíz de las diferencias individuales de sus alumnos.
Si un niño es agresivo, no lo puedes agredir. Hay que tratarlo con amor y comprensión, hacerle ver su error, para que llegue a la conclusión de que se equivocó. Si es un niño tímido, al mínimo logro hay que resaltarlo, para que gane confianza. Esos métodos se van creando. Todos los años son diferentes, porque los grupos de alumnos nunca son iguales”.
-¿De quién es responsabilidad educar: de la escuela o la familia?
“Desde que uno abre los ojos, la familia es la base esencial. Cuando llega al colegio, ya son dos. Y cuando tiene noción de la vida, es la familia, la escuela y la comunidad, porque los valores se siembran y adquieren toda la vida; eso no lo hace la escuela sola.
“No obstante, nuestros centros docentes sí tienen la misión de educar también a través de las Escuelas de Orientación Familiar, en las reuniones de padres, donde se les enseña cómo explicarle al hijo los contenidos principales. Esa parte sí es de la escuela”.
Para ella, el maestro que Cuba necesita debe ser dinámico y creativo. Por eso, la autopreparación es indispensable, leer todos los días, buscar una manera más atractiva para trasmitir el conocimiento, a tono con su tiempo.
Reconoce que su mayor satisfacción es ver aprobados a todos sus alumnos, y con notas exquisitas. Se confiesa extremadamente “majadera”: les exige mucho a sus discípulos, cree que siempre pueden esforzarse un poco más.
“Mantengo la disciplina mediante juegos, utilizo refranes, rimas y, cuando uno se porta mal, lo regaño, siempre para educarlo. Así conservo ese ambiente de cordialidad y compañerismo, pero si hay que ser recto, se es recto”.
Luego de 37 años en el sector, jubilarse no está entre sus metas. “Aportaré mis conocimientos a las nuevas generaciones mientras pueda. He aprendido a ser perseverante.
-¿Cómo ve el futuro de la educación?
“Tenemos que ponernos las pilas y promover la vocación y el amor, para que el maestro se sienta motivado a cumplir ese deber de contribuir a la educación de los demás. Hay que tener mucha dedicación. En las manos de la juventud está el futuro del país. Los que forman médicos, ingenieros… a los cerebros del mundo, son los maestros, la base de todo. Un buen maestro forja una excelente nación”.
Me es de gran satisfacción está entrevista porque he vivido como imparte las clases que vuelves a ser niño de nuevo sin importar ser padre de tu hijo es una bendición haber conocido una maestra en estos últimos años que a pesar de sus años siempre enamora a los estudiantes el mío ama la ciencia gracias a ella