Mucho se ha hablado sobre el cambio de gestión al que se podrán someter las instalaciones deportivas de nuestro país. Sin todos los elementos ni la última palabra dicha, desde el artemiseño nos acercamos al tema.
Lo primero dejado en claro por el Inder fue que ninguna de las opciones evaluadas pasan por atentar contra los pilares que garantizan la masividad y nuestro sistema competitivo: el carácter inclusivo y gratuito del deporte cubano, desde la categoría escolar hasta el alto rendimiento.
Casi con esas palabras lo expresó Raúl Fornés Valenciano, su vicepresidente primero, en uno de los encuentros de revisión de la estrategia para el desarrollo del béisbol. Solo se intentará hacer más rentables instalaciones muchas veces subutilizadas y no en las mejores condiciones.
Otorgarles su gestión a las recién creadas Mipymes o a cooperativas no agropecuarias, no significará que los niños no puedan entrenar béisbol, fútbol o simplemente jugar y correr en alguna instalación; con tal motivo fueron creadas y eso debe respetarse.
Lógicamente, sus arrendatarios estarán en la facultad de establecer ciertos requisitos y limitaciones que garanticen las mejores condiciones posibles a la instalación para su actividad económica, siempre secundaria a la deportiva.
Utilizar escenarios como el majestuoso Latinoamericano o nuestro estadio 26 de Julio, para conciertos, actividades culturales, o arrendar algunos de sus espacios inutilizados a una cafetería o tienda de artículos deportivos, implicaría quitar un enorme peso presupuestario de los hombros del Estado.
En este mismo espacio hemos defendido la venta de prendas deportivas y souvenires en los estadios, para acrecentar el espectáculo. Si entidades estatales como Cimex, por ejemplo, no están en condiciones o no desean aprovechar este mercado, por qué no puede hacerlo un cuentapropista o una CNA.
Nuestros estadios municipales y otras instalaciones deportivas se han usado desde hace tiempo para conciertos, fiestas populares y otras actividades culturales, sin que el Inder reciba un centavo; al contrario, muchas veces sus trabajadores se enfrentaban a grandes desastres al otro día.
Con esta disposición el panorama debe cambiar; una parte de los ingresos se quedará en la instalación, y podrá ser utilizada para esas posibles reparaciones y su siempre necesario mantenimiento.
Ahora, esto debe quedar bien claro e impreso en tinta entre ambas partes. No se le puede dar una instalación deportiva a alguien para que la explote, le saque ganancias por años, y no exigirle su cuidado o el adecuado mantenimiento.
Nadie puede tomar una mina de oro y marcharse cuando esté casi en ruinas. Los proyectos que se aprueben deben representar beneficios para las tres partes: el Inder, el arrendatario y, por supuesto, la instalación, sin olvidar a los practicantes a quienes se ha de garantizar su uso.
Bien recibidas serán todas las ideas que permitan mantener a nuestro deporte en un lugar cimero, sin abandonar sus principios. Cualquier ayuda siempre es bienvenida, más aún si contribuye a hacer más sustentable algo cada día más costoso como el deporte.