Por YUDAISIS MORENO BENÍTEZ Y SAYLIS MENA (*)
Cinco, diez, 15 años ciegos, toda su vida ciegos, y de pronto llega un Comandante para darles la luz. Entonces, les quitas la venda y se te aprieta el pecho mientras ellos lloran al ver las hormigas, la bandera, el mar, el Sol; al ver a su familia; al definir el rostro nunca visto de sus hijos o contemplar a sus nietos; al distinguir otra vez la cara de su esposa, de su madre, o la nuestra, frente a ellos como los héroes de la Operación Milagro.
Sin embargo, el verdadero héroe fue el cubano de la barba siempre y de 1.91 metros de estatura, que sus huellas lo hicieron gigante, quien junto al Comandante Hugo Rafael Chávez Frías ideó —el 8 de julio de 2004— esta misión para los más pobres del mundo.
Estas son solo algunas de las palabras rescatadas a la distancia de unos 1 500 metros o más de 900 millas, que separan al Licenciado en Enfermería Dorian Arnaldo Justiniani Fernández de su tierra cubana, pues hoy cumple otros “milagros” en Guatemala, al atender en comunidades bien intrincadas a niños y embarazadas.
Pero no olvidará haber dirigido el hospital más grande de la Misión Milagro fuera de su Patria, en Yacuiba, Bolivia.
Quien naciera en San Juan y Martínez, en 1964, y poco después Guanajay le abriera los brazos, para finalmente crecerse como enfermero y ser fundador de la carrera de Licenciatura en Enfermería, en 1992, nos dice haber conocido a su paso por esta Misión “tantas personas invidentes como invisibles, por su realidad social.
“Aunque estábamos en Bolivia, atendíamos en la frontera. Operamos a unos 16 000 argentinos y a 4 000 bolivianos, y el Comandante en Jefe siempre nos hacía miles de preguntas acerca de las condiciones de la brigada médica cubana y las atenciones a tantos pacientes oftalmológicos.
“Regresé a Cuba en 2008, y viví la parte más hermosa de la Misión Milagro: Fidel nos convidó a saldar una deuda con nuestro pueblo de Cuba. Me fui al municipio Buey Arriba, en Granma, para llevar luz a los ojos de más de mil cubanos de aquella montaña en la Sierra Maestra, en solo dos meses, lo cual podía ser quimera para algunos, pero no para quien más le sabía a los milagros”, asegura.
Contar ahora que tras ese empeño de solidaridad, dentro y fuera de esta Patria, hemos devuelto colores y esperanzas a más de 6 500 000 personas en 34 países, incluidos Italia y Portugal, pudiera sonar a estadísticas frías; sin embargo, para quienes estuvimos junto a las tantas historias de estos 17 años, significan la vocación más humana y el acto más altruista de solidaridad.
El programa, con 49 centros oftalmológicos y 82 posiciones quirúrgicas en naciones de América Latina y el Caribe, ha tratado 12 tipos de patologías oculares y distribuido más de 36 millones de lentes correctivos, razones convincentes para que Justiniani, además de curar, escribiera un libro, aún sin publicar, con anécdotas y milagros inéditos.
“Ha sido un sueño alejado por el golpe de Estado en Bolivia y otras misiones: en 2018 fui el enfermero de una colaboradora cubana, gravemente enferma, que regresó sana a Cuba, aunque con limitaciones. Ahora trato de contactar otra vez con Evo Morales, para concretar esa publicación”.

El hijo del Doctor Justiniani y de Elisa, la económica de Guane, en Pinar; el vecino de calle Martí, en Guanajay, hasta los 25 años; el hermano de Gilberto Justiniani, profesor de generaciones y directivo de Educación; el padre de Yanisleidi, Licenciada en Terapia Física y Rehabilitación, con dos misiones internacionalistas en sus 30 años, tiene mucho que agradecer a Fidel y la Operación Milagro, esenciales en sus 37 años como enfermero.
¿Volverá a Artemisa quien fuera también dirigente del Partido, profesor de Enfermería, integrante del puesto de mando nacional del Ébola en el Ministerio de Salud Pública, directivo en el Centro Internacional La Pradera y jefe nacional de Atención al Colaborador en Venezuela, entre otras misiones al servicio de la Revolución?
“Volveré. En Artemisa están mi hija y la casa de mi madre. En La Habana o en otro lugar del mundo, estaré unos años más trabajando, pero pienso echar raíces con mis nietos, mi familia y mi pueblo. A esta tierra le debo quien soy, andar por el mundo sin varita mágica, pero haciendo milagros”.
*Estudiante del Círculo de Interés de Periodismo