La venta ilegal de medicamentos constituye una práctica dolosa de quienes en medio de las carencias eligen negociar con la vida.
Duro golpe nos dejó la COVID-19 cuando en agosto Artemisa, como casi Cuba entera, mostró un alza considerable de casos positivos. Con el aumento llegaron, a pesar de las estrategias, limitaciones en las capacidades de centros hospitalarios y de aislamiento, el cansancio por más de un año de entrega, los errores de unos y, como si fuera poco, el descontrol de otros, mientras hubo quien brindó el alma a cada paciente.
Comenzaron a salir medicamentos de donde nunca debieron y, como en una de esas diatribas de la vida, tras la explosión pandémica, lejos de brindar alivio unos a los otros hubo quien prefirió hacer más anchas las distancias y levantar un negocio, aparentemente en pos de la salud.
Familias desesperadas buscaron en el mercado negro e ilegal, el remedio que no hallaron donde solían hacerlo. En nombre de la escasez hubo mercaderes que eligieron estar más cerca del dinero y más lejos del corazón.
Esta es la historia de la artemiseña Ana María González, quien pagó 2 000 pesos en Moneda Nacional (MN) por dos tiras de Azitromicina-500 mg para completar el tratamiento a su madre de 65 años, con una complicación poscovid.
“Al auscultarla, le detectaron disminución del murmullo vesicular, y lesiones inflamatorias en el examen de Rayos X. Fue preciso iniciar tratamiento con ese antibiótico de solo tres tabletas y luego con Rocephin, pues persistían la falta de aire, la fiebre, el dolor de tórax y la expectoración verdosa”, refirió.
“En el momento del ingreso, este último fármaco administrado por vía intravenosa no estaba disponible en el centro hospitalario. Acudí a grupos en WhatsApp y Telegram recomendados por unas amigas, para conseguir los bulbos suficientes”.
Cuenta que ella también resolvió —por estas vías torcidas— pruebas rápidas de antígeno y el Nasalferón.
De comprar “paquetes” para conectarse, instalar una aplicación y dar un clic, Ana María pasó a concretar lugar y hora hasta adquirir 15 bulbos de Rocephin a cambio de 15 000 pesos en MN; incluso había una oferta del bulbo importado a diez MLC.
Es común encontrar en grupos de redes sociales largas listas de medicamentos e insumos médicos a precios exorbitantes, como en Farmacia Artemiza (con Z), de Telegram, cuyos miembros sobrepasan los 3 500 suscriptores.
En línea aparecen ¡por encargo! paquetes de agujas, jeringuillas, guantes, yodo, agua oxigenada y hasta la Biomodulina T, un producto cubano empleado para aumentar las defensas en convalecientes. ¿De dónde provienen?
Para no llamar la atención, los vendedores justifican la ilegalidad con que son insumos o medicamentos que le sobraron a algún familiar o paciente. ¿Cierto?
Al filo de la ley
Desde el 19 de julio y hasta el 31 de diciembre, mediante la Resolución 309 de la Gaceta Oficial Extraordinaria No.62, Cuba flexibiliza la importación de alimentos, aseo y medicamentos a personas naturales, y sin carácter comercial, por la vía de pasajeros como equipaje acompañado.
La medida busca, ante el complejo escenario económico, garantizar la estabilidad en las ofertas de productos básicos para la población cubana, para lo cual se aprobó la Resolución 213 del 15 de julio del Jefe de la Aduana General de la República (AGR).
No obstante, algunos evaden su esencia sin fines comerciales, e interpretan la Ley cual acertada alternativa para vender fármacos, y pasa a ser, según lo establecido, una violación.
“En el municipio de Artemisa se han identificado 73 grupos de WhatsApp y Telegram donde se promociona la venta de medicamentos importados, o de producción nacional que se comercializan exclusivamente mediante recetas médicas”, explicó a el artemiseño la teniente Yuliet Miranda Cárdenas, oficial operativo del DTI.
“Son disímiles las variantes de este fenómeno, y nos obligan a definir en investigaciones quiénes son los proveedores y cuáles los países de procedencia; sobresalen Estados Unidos y Rusia.
“Pertenecer a estos espacios de intercambio permite a sus usuarios incluir productos de cualquier tipo; la tendencia luego de ver la publicación es escribir al privado: se fija la cantidad, precio y lugar de recogida. En caso de no tener servicio a domicilio, determinan un sitio entre el consumidor y el vendedor.
“Una modalidad novedosa es la compra de combos de alimentos pagados en el exterior en USD. Además, contienen medicamentos, no publicados en la promoción, y en la conversación por interno los vendedores informan sobre ofertas de pastillas, cremas o jarabes a incluir, por un importe entre los 200 y 400 USD”.
También en la provincia las fuerzas del Minint detectaron tres grupos que “solo” querían donar medicamentos a personas con poca solvencia económica.
“Una vez en contacto (por privado), aclaraban que no entregaban todas las medicinas publicadas, solo algunas; el resto las ofertaban a precios elevados. No era entonces una ayuda desinteresada, de buena fe; con el engaño se aprovechaban de las circunstancias para beneficiarse”, explicó la teniente.
Mercaderes del dolor
Sobre la venta ilegal de medicamentos pululan experiencias tristes en nuestras calles. Sucesos como los revelados aquí han atormentado el alma de familias víctimas, no solo del virus o la muerte sino del actuar sancionable de algunos.
La falta de un medicamento no estuvo siempre ligada a la inexistencia en almacenes o salas de instituciones de Salud, como consecuencia del desafiante escenario que atraviesa el país desde hace varios meses, ni del bloqueo que por años intenta asfixiarnos.
Autoridades del Minint dieron a conocer hechos asociados a personas que ilegalmente sustraían fármacos de consultas, zonas rojas y salas de terapia, al punto de provocar momentos de tensión.
Así ocurrió en el Hospital General Docente Comandante Ciro Redondo García de Artemisa: “en una etapa tensa de la pandemia, cuando apenas se disponía de trabajadores para mantener los servicios, fue necesario reubicar a un grupo de compañeros. Uno de los camilleros de la institución pasó a servir de mensajero entre la farmacia interna y la sala de nefrología”, refiere la Doctora Niurka de la C. Larrionda Valdés, directora de la institución hospitalaria.
“En la entrega de turno, la enfermera a cargo detectó un faltante de diez bulbos de Eritropoyetina, y de inmediato acudimos a denunciarlo. El compañero en su declaración aseguró que se le habían perdido en el recorrido; por tanto, decidimos aplicar una medida de separación definitiva del puesto de trabajo”.
“Una vez notificada la denuncia a la Jefatura del Minint de la ciudad cabecera, se detuvo el ciudadano, quien declaró que vendía medicamentos; muchos los pedía a las enfermeras en las salas del hospital, supuestamente para él, o los adquiría mediante recetas que llevaba a las farmacias, emitidas por médicos, sin ellos tener en cuenta paciente o enfermedad por medio”, declaró el teniente coronel Raúl Díaz Cruz, jefe del órgano de información y análisis de la Jefatura Provincial del Minint.
“Se le encontraron antibióticos, Trofin y guantes en una mochila a su cargo”, reveló.
Entre sombras, prescripciones
Según la Licenciada Xonia Tenreiro Hernández, jefa del departamento de Medicamentos y Tecnologías Médicas de la Dirección Provincial de Salud, “los fármacos que se sustraen de los hospitales son el resultado de la irresponsabilidad de las personas que tienen el recurso en sus manos.
“En las farmacias, instituciones y centros hospitalarios existe una estructura para seguir la recepción, traslado y venta de medicamentos. Además, están claros los mecanismos de emisión de recetas, historias clínicas, pedidos y el registro dentro de las salas y las farmacias, aunque definitivamente nos sigue faltando ser más rigurosos en el control”, reconoce Tenreiro.
No en balde en la red de farmacias de la provincia está orientada una serie de medidas para el seguimiento en la dispensación de medicamentos, explicó Ismary Valdés Hernández, directora general de la Empresa de Farmacias y Ópticas, en el territorio.
“La recepción de los productos por la Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos (EMCOMED) tiene que ser en presencia de factores de la comunidad, lo cual merece que se materialice con perfección a nivel local.
“Asimismo, se insiste en el control de las colas como un elemento crucial para el correcto funcionamiento de la dispensación, con el apoyo de funcionarios de la Administración Municipal, oficiales del Minint y la administración de los propios establecimientos”.
En el caso de las recetas médicas se realiza el monitoreo por miembros del Departamento Técnico y Comercial de la empresa. No obstante, esta práctica tan necesaria de fiscalización no siempre se ha extendido más allá del municipio cabecera, a partir de la restricción de movimiento frente a la situación epidemiológica de la provincia; de ahí el importante apoyo comunitario, reconoce Valdés Hernández.
“Ante esta situación, se les exige a los dependientes reportar en la libreta de incidencias de la unidad cualquier tipo de deficiencia detectada en la prescripción médica”, puntualizó.
“Hemos sido testigos de situaciones de descontrol en municipios como Artemisa, donde fue sancionado un grupo de trabajadores de la U-690 Farmacia Principal Municipal, y Bauta, donde administrativos y trabajadores de las unidades 618, 620 y 622 resultaron penados por mal procedimiento.”
En La Principal, según relató el teniente coronel Ernesto Rivero Santos, jefe del Minint en el municipio de Artemisa, “sorprendieron a un trabajador que en su bolso guardaba recetas en blanco, acuñadas y firmadas por un médico.
“En otras unidades de la ciudad cabecera, además de la falsificación de las recetas, detectamos apropiación de medicamentos escondidos en el almacén, y se informaba a los clientes que se habían agotado”, especificó.
La existencia de un protocolo de actuación para el control en la dispensación de medicamentos, no hace que este procedimiento esté exento de vulnerabilidades. Existen a diario muchos sinsabores, que entre todos podemos combatir.
Para poner punto final
Fue también en agosto, cuando a la par de vivir estas extremas situaciones en Artemisa, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la República, expresó sin titubeos que se acabó la contemplación en los territorios con la venta ilegal de medicamentos; eso no se puede permitir, y tenemos todas las maneras operativas para evitarlo.
Unirnos y controlar más son el binomio perfecto para desterrar este mal de la cotidianidad de los cubanos, y los artemiseños en particular. Si cada quien hace lo que le corresponde, se alargarán las distancias entre los medicamentos y las ilegalidades.
Este problema no es de una sola persona, sino una cadena que solo ante la honradez y la humanidad puede romper sus eslabones.
A dos meses de estos lamentables hechos, muchos aún en espera de la sanción por los órganos competentes, y otros con el seguimiento oportuno por el Minint y demás estructuras, Artemisa vive otro escenario epidemiológico, con mínimas cifras de casos contagiados, resultantes de la estrategia de vacunación que viene a darnos luz entre momentos grises.
Los centros de aislamiento vuelven a la normalidad, mientras las instituciones de Salud rescatan la cotidianidad de sus servicios. Pero como el bloqueo persiste y la escasez lacera, otros medicamentos no relacionados con la COVID-19 también han ido a parar a canales ilegales.
De ahí el no perder de vista a quienes siguen intentando ver la vida como un negocio, quienes a la vez ponen la Salud Pública en tela de juicio, mientras del otro lado la inmensa mayoría de los trabajadores y profesionales de este sistema cubano salva vidas y rescata sonrisas con la profesionalidad de por medio.
La denuncia de la población ante la venta ilegal de medicamentos, por las vías y canales establecidos, deviene tratamiento oportuno y eficaz; en cambio, la discreción y el “agradecimiento” ante tamaña vileza constituyen actos de deshonor nunca inherentes a personas de buena voluntad. ¡Sea capaz de reconocer en qué bando caminan los hombres buenos!
Por: Giselle Vichot Castillo y Alejandro Lóriga Santos