Siempre quiso estar en el Banco Popular de Ahorro (BPA) por la estabilidad de su colectivo, armonía, unidad y cooperación que los caracteriza, hasta que llegó la gran oportunidad. Isora Proenza Mateo supo aprovecharla y desde 2013 evalúa y fiscaliza todas las operaciones de clientes y cajeros para evitar delitos, labor conocida como oficial de cumplimiento, que en definitiva se encarga del control interno de la sucursal 2272 del BPA en Artemisa.
Antes pasó por la Oficina de Administración Tributaria y el Banco de Crédito y Comercio; incluso recibió su título de máster en Biología y profesora asistente; sin embargo, las vueltas del destino le cambiaron el rumbo por una nueva fascinación: el ambiente de camaradería que se respiraba en torno a los vestidos de verde y blanco.
No repara en el sacrificio y las renuncias que suponen trabajar en este sitio y ocupar esa responsabilidad. “Hacemos un cierre contable diario de más de un centenar de operaciones y de los trámites que ejecutan los comerciales, además de examinar documentos facilitados por el cliente, tarjetas magnéticas y otros”.
Y se escribe fácil…, pero lo más complejo tal vez empieza al cerrar las puertas, a las 3 y 30 de la tarde. “Entonces comenzamos a “cuadrar”, lo cual suele extenderse hasta horas de la noche”.
De tal forma, en muchas ocasiones, su niño de tres años es de los últimos en abandonar el círculo infantil, y la niña de 14 solo la ve después del horario laboral, justo cuando una nueva supervisora cambia el uniforme por el delantal.
Isora pudo aislarse en casa con el 60 por ciento del salario; renunciar a este universo que tanto la atrapa y dedicarse por completo al cuidado de la familia.
Optó por quedarse y redoblar el afán, por brindar su experiencia y apoyar en lo que hiciera falta, pues hubo semanas muy tensas en el BPA debido a la COVID-19, en las que fue preciso trabajar con la mitad de los cajeros y apenas una especialista comercial.
Pese a los obstáculos, “procuramos mantener la imagen frente a los clientes, transmitirles confianza en su gestión; ofrecerles la respuesta adecuada, orientarles de manera precisa”, excelencia que demanda constante capacitación.
“También cuido del tema e imparto al personal los contenidos sobre los que han de evaluarse al cierre del mes, de ahí que cerremos antes, el último día hábil, para efectuar reuniones y exámenes acordes a cada área”.
Más allá del rigor, “nuestro espíritu contagia a cuantos deciden sumarse”, asegura Isora, al transmitirle un mensaje a los jóvenes. “Quienes llegan se integran muy rápido; forman su personalidad, aprenden y pueden cumplir muchas de sus metas. Si alguno teme al desempeño del banco, puedo decirle que es una gran familia, con una cultura institucional consolidada”.
Y debe crecer, una vez controlemos la pandemia, disminuyan las sanciones norteamericanas y mejore el panorama económico. Ya BPA, a finales de 2019, inauguró un local anexo que descongestiona un poco la afluencia de público. Allí atienden trabajadores por cuenta propia, pequeños agricultores, gestores de la ONAT y del propio banco, que en algunos casos cobran chequeras a los ancianos de zonas rurales.
“La alternativa surgió en el contexto de la enfermedad. Al inicio nos trasladábamos a pagar a los asentamientos, con tal de no dejar desprotegidos a los usuarios”, que aumentan vertiginosamente ante el avance del comercio electrónico, la creación de nuevos actores en la economía, créditos y posibilidades relacionadas con los bancos.
Cada 13 de octubre festejan su día los trabajadores del sector, y se recuerda el proceso de nacionalización, encabezado por el Comandante Ernesto Guevara. Al igual que Isora, miles de artemiseños encarnan la discreción, competencia y entrega que demanda Cuba, desde la confiabilidad de sus bancos.
Genial
Buen trabajo