En estos días, y desde San Antonio de los Baños, bastión cultural de la provincia, me han llegado noticias muy dolorosas acerca de hombres valiosos que ha perdido la cultura: primero el poeta Sandalio Camblor, después el músico Juan Elmo Rodríguez (Tapita) y ahora el profesor y corrector Ángel Machín.
A Machín tuve la suerte de conocerlo hace ya muchos años, cuando era corrector de plana de los muchos libros que entonces publicaba la editorial Unicornio, asentada a unas pocas cuadras de su sencilla vivienda.
Allí Machín recibía a muchos con varios paquetes de diferentes tipos de té , negro, de la India, de China o Brasil, de este o aquel sabor, al tiempo que te daba a escoger cuál de ellos preferías para ponerlo de inmediato a hervir en el fogón. La marca de un ADN hospitalario la llevaba bien arraigada dentro de su ser.
Si otros lo vieron, yo nunca vi que Machín pronunciara una palabra más alta que otra, que una sola expresión o un solo gesto soez escapara de sí. Era, además, un profundo estudioso del idioma español, tan rico y tan complejo a la vez
Por esta virtud lo asistía, no la imposición, sino el conocimiento profundo para convencer a no pocos escritores, incapaces a veces de hacer la diferencia entre estilo personal y sentido común al escribir.
Al conocer la noticia de su muerte, desde San Antonio de los Baños saltaron de inmediato lágrimas y condolencias de muchos de sus coterráneos, antiguos compañeros de labor y miembros del taller literario César Vallejo, al cual Ángel Machín tanto aportó.
No era para menos. Desde las aulas o desde su trabajo como corrector de estilo, se había ganado el aprecio de quienes fueron sus alumnos, intercambiaron o conversaron con él.
“La sencillez consiste en hacer el viaje por la vida solo con el equipaje necesario”, escribió Charles Dudley Warner. ”Ligero de equipaje”, también como vivió y partió el gran poeta Antonio Machado, anduvo por esta tierra y salió de ella Ángel Machín.