En la primera llamada no pudo atenderme. Mucho menos permitiría yo que la doctora intercambiara su larga fila de pacientes por estar unos minutos al teléfono conmigo.
De hecho, por un instante pensé que mi llamada le pareció inoportuna. En medio de tan agitada faena, llegó esta periodista para interrumpir su obra de amor y vocación.
Finalmente llegamos a un consenso. A la 1:00 de la tarde, justo cuando suele hacer una parada antes de salir a recorrer el terreno, estaría lista para responder en poco tiempo algunas preguntas.
Cuenta que, a escasos meses de graduarse, le esperaba un período marcado por la propagación de la COVID-19 por toda la geografía nacional, y le tocó enfrentarlo desde su labor en el consultorio 21 en Alquízar.
Para la joven doctora de 26 años Ledisney Arteaga Rodríguez, “en la medida que aumenta la trasmisión es más difícil guerrear con todo. No es solo la atención a los pacientes confirmados o sospechosos en ingreso domiciliario, sino también lidiar con las responsabilidades de siempre: el seguimiento a embarazadas, 16 lactantes, las guardias de 24 horas cada seis o cinco días…”.
Precisamente en su última guardia, el martes 24 de agosto, tuvo que atender 123 pacientes con Infecciones Respiratorias Agudas (IRA).
Natural de Santa Cruz, en San Cristóbal, llegó un buen día hasta la tierra de Rubén Martínez Villena para cumplir su Servicio Social, lo cual no implica problema de ningún tipo para una galena cubana instruida bajo los preceptos de humanismo y solidaridad.
Pero no niega que el corazón todavía se le aprieta cuando en aquellos lares los efectos nocivos de la pandemia embisten con mayor fuerza, o un sismo perceptible sacude las paredes del Hospital Comandante Pinares, donde guarda los mejores recuerdos de los años como estudiante.
Haber dejado raíces al otro lado de la provincia, no le ha impedido acercarse cada vez más a sus pacientes alquizareños, quienes disponen del número de su móvil y el de su teléfono fijo, por si lo necesitan. En ese caso, los visita sin falta, sostiene.
Detrás del nasobuco y la careta, intenta llegar a los 14 pacientes positivos de su universo de 1 298. “Es complejo. Reclaman medicamentos y que vayan a verlos a la casa. Les propongo alternativas basadas en la medicina tradicional o un antipirético asequible. Muchos quieren antibióticos; yo les aconsejo reservarlos para alguna complicación luego de la enfermedad, ya sea neumonía o bronconeumonía”.
La doctora Ledy, como cariñosamente también le llaman, ha estado seis meses sin volver a Santa Cruz, a la cobija del hogar que un día quedó huérfano de su hija única.
Ella decidió vestir bajo particulares atuendos de color verde y portar ese halo angelical de quienes aman y apuestan por la salud. Eligió un combate por la vida que últimamente no da tregua.
Entretanto, a nosotros, el ir y venir de la vida nos impide muchas veces mirar a nuestro alrededor. La rutina nos hace obviar hazañas que se tornan cotidianas.
Aunque vivamos muchísimos años, nunca serán suficientes para agradecer a los médicos, enfermeras y miembros del personal de la Salud que están en la primera línea de enfrentamiento a la pandemia.
En sus rostros descubrimos la fatiga, la alegría por cada paciente recuperado, la tristeza y frustración por los que no lo logran. A veces me pregunto, en medio de tanta zozobra, cómo hacen para empezar otro día y decir cada vez como si fuese la primera: “hoy vamos a sacar el extra”.
Que sorpresa tan grata! Se le reconoce el trabajo y el esfuerzo a una colega de profesión. Muy orgullosa de ti Ledy, lejos de casa y al pie del cañón.Te quiero amiga. Cuídate mucho por favor! Gracias Giselle Vichot…muy lindo tu trabajo. Estoy segura que a Ledy y a muchos otros de mis compañeros de Alquizar les alegraste el día y les avivaste las ganas de seguir luchando contra esta triste pandemia.