No porque esté alejada de la ciudad se siente menos ajetreo. Se vive mucho, incluso de manera poco habitual, pues las circunstancias le han obligado a sobreponerse ante los aprietos… y asumir como reto gran parte de lo que demanda casi todo el Occidente cubano.
Para la Unidad Empresarial de Base (UEB) Gases Artemisa, perteneciente al Ministerio de Industrias, producir y comercializar gases industriales, medicinales y sus derivados para el mercado nacional, dejó de ser un propósito global desde mayo; entonces el oxígeno se tornó más necesario que nunca antes en las instituciones de Salud, debido al alza de pacientes positivos a la COVID-19.
Fue así como comenzaron a escribir su hazaña los trabajadores que la componen, dispuestos a entregarle el corazón a Cuba, porque ya nada sería tan valioso: cuando la vida está en juego requiere premura, más esfuerzo y compromiso de quienes están del otro lado, intentando arrebatarle oportunidades a la muerte.
“No ha sido fácil. Hemos tenido que trabajar unidos y sin descanso, para hacer llegar a tiempo (con las normas de seguridad establecidas) el oxígeno medicinal a pacientes de Artemisa, Pinar del Río, Mayabeque y en ocasiones de La Habana, en el momento más tenso por el que atravesó el país al salir de producción OxiCuba”, refiere Deisy González Meireles, directora de la UEB.
“Una vez creados los puestos de dirección, no ha faltado la disciplina doblemente estricta. Hablamos de una misión especial orientada por la máxima dirección del Estado, a la vez que nos compete cuidarnos para no enfermar, pues tenemos siete trabajadores directos en la planta y otros cuatro prestan atención a una bala criogénica en el hospital provincial Ciro Redondo García.
“Antes, nuestras producciones de oxígeno alcanzaban un promedio de 250 cilindros diarios. En el pico, cuando abastecíamos a otras provincias, llegamos hasta 700. Y hoy, solo para los 11 municipios de Artemisa, entregamos 278, lo cual nos permite sobrecumplir el plan anual, conscientes de que no podemos verlo como simples números”.
¿A qué le llaman descanso?
Desde bien temprano comienzan las labores en una planta repleta de cilindros. Sonidos de motores, alarmas que avisan el llenado… y pocos segundos de relajación, vida se viven allí. Saben sus protagonistas que el tiempo —como la vida— vale oro, y de ellos depende el éxito de una tarea que demanda regresar los siete días de la semana.
Ser el mayor cliente de OxiCuba y liderar este proceso, les obliga a permanecer noches y madrugadas lejos de la familia. Se comparan con esas balas comprimidas de voluntad, para que luego los profesionales de la Salud logren la victoria contra un virus aterrador.
“Nos define el amor a nuestro trabajo. Nunca pensamos vivir bajo la tensión de completar cilindros con tanta urgencia para ser trasladados a cualquier parte del Occidente. Lo cumplimos con orden, cubanía y sobrado apego”, destaca Orlando Corcho Macías, jefe de la planta de oxígeno.
“Las experiencias son incontables; las vivimos a diario. Recuerdo cuando pasó muy cerca el huracán Ida: llovía y las rachas de viento eran fuertes, pero nunca nos detuvimos. También de madrugada nos han llamado varias veces, para incorporarnos de inmediato y rellenar lo que saldrá rumbo a una institución de Salud que lo demanda”.
Con ellos bregan jóvenes del Servicio Militar Activo, así como otros representantes del Ministerio del Interior, el Cuerpo de Bomberos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias.
Nunca anónimos
El primer suboficial Yusbén Pérez González se despide cada mañana de su familia convencido de las páginas gloriosas que escriben por estos días, jóvenes como él. Está dispuesto a asumir cuanto se requiere, al custodiar la caravana de camiones que transporta el cargamento de oxígeno medicinal por toda la provincia.
Junto a otros cinco compañeros, atraviesa caminos y abre las vías a la vida, mientras la pandemia desanda cada rincón del organismo en cientos de pacientes ingresados. No importa Sol ni lluvias, malestar o fuerzas, recorre cada tramo vigilando celosamente que llegue a buen resguardo hasta la última molécula de oxígeno.

“Custodiar los camiones no siempre es fácil. En el trayecto puede presentarse una situación determinada, y la respuesta debe ser inmediata. Nos corresponde estar atentos hacia el frente, resguardando el objetivo que viene detrás.
“Hemos contribuido junto con los choferes a descargar los cilindros en policlínicos y hospitales. Pienso en cuánto entregamos a la Patria con ese aporte extraordinario, cuyo premio es saber el éxito de la misión. No importan horarios, inclemencias naturales ni condiciones del camino; ahí estamos, fieles a lo que se nos asignó”.
Para la primer teniente Caridad González Morán, del DTI, acompañar a la UEB desde el 15 de agosto le hace sentir más convicción por la obra de la Revolución cubana. En su vida militar ha sido la tarea más importante, porque es vital.
“Estoy agotada, pero nunca rendida ante tanta firmeza de los trabajadores y el resto de los compañeros. Es emocionante lo que se ha hecho en Gases Artemisa. Así le ponemos corazón a Cuba. Mi aporte resulta ínfimo comparado con el humanismo desbordante por tantos meses.
“Un sábado, bajo inclemencias del tiempo desfavorables, enviamos un camión a Pinar del Río porque las capacidades en el hospital de esa provincia se agotaban. Lo supimos a través de una llamada urgente.
“Los pronósticos de que llegara a tiempo eran muy bajos. Entonces, se envió un helicóptero a la Universidad de Ciencias Militares General Antonio Maceo. Fue estremecedora la rapidez con que los muchachos de la planta llenaron el camión; el chofer salió, y ya estaba en el lugar antes de que aterrizara la nave.
“Solo en mi país se ven estas cosas; Cuba es capaz de hacer grandes sacrificios por la salud del pueblo. Que nadie lo dude. Si nos quedan meses o años, estoy dispuesta a seguir sin importar relevos. No soy merecedora de descanso cuando mi nación está en riesgo.”
Y así, gasificando el oxígeno sin fatalidades, transcurren las jornadas en la UEB artemiseña. Su decoro radica en fortalecer los sistemas sanitarios. Los habituales y el refuerzo articulan nobleza en un mismo sentido, porque el deber permanece donde nos enseñó la Patria, al lado de la esperanza, de los sueños, de la propia existencia.