El 27 de septiembre de 1989 vio la luz una niña que haría historia en el deporte cubano, no solo por sus incontables triunfos, sino también por su entrega, carisma, sencillez, patriotismo y sobre todo por su voz dulce y encantadora.
Desde hace años, su figura impone respeto sobre el tatami. Sus trenzas con los colores patrios se volvieron icónicas, como marca de identidad, pero toda esa gran historia comenzó ese día, y se labró con mucho esfuerzo en el barrio candelariense de Godínez.
Aquella niña creció y se enamoró del judo. En un pequeño colchón ubicado en la Carretera Central (arteria principal de su Candelaria), dio los primeros pasos, aprendió las primeras técnicas y propinó sus primeros ippones.
No demoró mucho para sobresalir y seguir camino hacia la cima. Pronto llegó al equipo nacional con la encomienda de llenar nada más y nada menos que el vacío dejado por la gran Dayma Beltrán.
Solo unos días antes de su cumpleaños 18, tuvo una prueba de fuego: debutó en el Campeonato Mundial y no decepcionó, pues logró ir a la discusión del bronce; sin embargo, se topó con la experimentada francesa Anne-SophieMondière y terminó en el quinto lugar. Era el primero aviso.
Apenas adolescente llegó a sus primeros Juegos Olímpicos en Beijing’08. Para sorpresa de todos —menos su entrenador Ronaldo Veitía—, se subió al tercer escalón del podio. Ahí el mundo conoció a la que sería la reina de los tatamis poco tiempo después.
El 15 de agosto de 2008, la niña de Godínez dejó de serlo; ahora su nombre estaba en las portadas. Se había ganado el respeto de todos. Ese día su brillo se destapó y cegó a sus rivales. Grabó su nombre entre las grandes del orbe, al convertirse en la más joven en obtener una medalla en la categoría abierta.
Desde entonces Idalys Ortiz Bocourt, aquella niña nacida el 27 de septiembre de 1989, pasó de ser respetada a ser reverenciada en los tatamis. Casi tres lustros más tarde, su hambre de triunfo no ha disminuido ni un tin, tampoco el respeto de sus rivales.
En estos años no ha habido trono que se le resistiera. En Juegos Centroamericanos y del Caribe, así como en Panamericanos, exhibe invicta sus coronas, algunas conquistadas casi sin sudar la frente, como si se tratase de un día más en la oficina.
A nivel mundial ha conquistado la cima en dos ocasiones, y “presume” además de otras seis preseas, dos de plata y cuatro de bronce. Pero donde de verdad hay que quitarse el sombrero es bajo los cinco aros.
En la magna cita del deporte mundial, Idalys es una de las contadas judocas ganadoras de cuatro medallas olímpicas. Al bronce que la encumbró en 2008, le agregó luego el título en 2012, medallas de plata en 2016 y en la más reciente edición de Tokio 2020… y aún puede ir por más.
Nuestra Idalys se merece todas las líneas de esta página, no solo porque esté de cumpleaños. Sus triunfos han resonado en nuestro semanario desde su creación, y lo prestigian con su nombre impreso. Por todo eso y por darle brillo y gloria al deporte cubano, ¡Felicidades, campeona!