Si alguna vez existió un ser dotado con la inmensa virtud de ser un artista profundo, un caballero del trato y un amigo generoso, ese fue Juan Elmo RodríguezLópez, nombre que un buen día se extravió en el camino para darle paso al sobrenombre con que lo reconocieron y quisieron miles: Tapita.
Sí. En verdad era imposible no ser amigo de Tapita. De él podría decirse lo que alguna vez aseguró el poeta chileno Pablo Neruda acerca de García Lorca. “Era imposible no quererlo”.
Recuerdo que, hace ya muchos años, durante una conversación al paso, la realizadora Evelyn González me habló acerca de un magnífico trompetista que residía en San Antonio de los Baños y no había tenido el reconocimiento que bien merecía. Entré entonces en contacto con él y de aquel encuentro cordial y jugoso nació un trabajo periodístico, publicado en el bisemanario el habanero, con un título que no olvido nunca: ¡Suena, Tapita, suena!
Muchas interioridades de su vida profesional me reveló entonces Juan Elmo, de cómo ayudó en la formación de un músico como Arturo Sandoval y otros jóvenes músicos y de cuanto significaba San Antonio de los Baños para él.
Una vez le insistí en la idea de que pudo haber sido, perfectamente, uno de los músicos del célebre disco Buena Vista Social Club y, aunque era imposible negarse al elogio, prefirió nombrar a otros músicos veteranos, incluyendo a una pianista de Guantánamo, que bien pudieron formar parte de este acontecimiento.
Tapita impartió largamente la docencia, dirigió la Banda de Música de San Antonio de los Baños, fue fundador del evento Boleros de Oro en su tierra natal, recibió la Distinción por la Cultura Cubana y la Nicolás Guillén, y hasta su último aliento mantuvo en firme esa agrupación llamada La Sonora de Cuba, donde la vitalidad de lo mejor del pentagrama cubano no dejó de estar presente nunca.
Entrar a casa de Tapita y conversar con su esposaInés, tomar un café en la terraza y ver la imponente figura de este hombre bueno y sabio que acaba de partir, fue siempre un regalo extraordinario para mí, un modo de aprender mejor la magnífica dimensión de la música cubana y cómo no debía hundirse jamás en el mar de mediocridad que hoy la cerca.
Tapita se nos fue. Tapita se nos queda en el alma. Tapita seguirá sonando su trompeta para encantar el oído de los dioses.
Diversas publicaciones en Redes Sociales se hacen eco del dolor de ver partir al fundador de la Sonora de Cuba.