Cuba quiere ser más revolucionaria, democrática y plural. Si el 85% de nuestra población votó ¡Sí! en la Reforma Constitucional de 2019, somos conscientes de cuánta falta hace dejar a un lado las posiciones cerradas y patriarcales en cualquier frente de la sociedad cubana.
Uno de los temas que más polémica ha generado en los últimos meses ha sido el Nuevo Código de las Familias, imprescindible grupo de normas jurídicas que pretende dar participación a cuantos miembros las componen, y devendrá en legítima garantía de sus derechos, sin discriminación.
Digo “polémica” porque el debate ha sido diverso y enriquecedor. Se buscan conceptos renovados, con dignas experiencias internacionales capaces de enaltecer la armonía y el amor en nuestro contexto. Mientras, se construyen sólidas bases para asumir la protección de las variantes que puedan darse en el entorno familiar.
Pensar exclusivamente en el matrimonio, la “ideología de género” u otros conceptos relacionados con la pareja, se convierte en un obstáculo ante las oportunidades que ofrecen los 521 artículos resumidos en 11 títulos, de la versión publicada días atrás.
Dejemos claro que el propósito de este necesario código tiene “vista larga”. Anticipa la verticalidad de las relaciones familiares, la adopción, la reproducción asistida, la violencia, la administración y disposición de la comunidad matrimonial de bienes, el acogimiento y otros aspectos para resolver asuntos filiatorios.
Este Código no diseñará nuevas familias; solucionará conflictos y facilitará la fraternidad en grupos que ya existen, con los cuales convivimos a diario y de los que somos parte ineludible.
Se procura lograr el mayor consenso posible entre los ciudadanos, pero no es una meta alcanzar la totalidad: estamos conscientes de la variedad de formas de vida y de criterios obsoletos que el tiempo dejará en el pasado.
A finales de octubre y principios de noviembre, este anteproyecto será presentado a la Asamblea Nacional para la consulta popular y luego el referendo. Es, en síntesis, lo aportado desde la ciencia y la investigación.
Cabe resaltar la labor de la Fiscalía, la Organización Nacional de Bufetes Colectivos y la Unión Nacional de Juristas de Cuba, Salud Pública, el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Federación de Mujeres Cubanas, el Centro Nacional de Educación Sexual y la Facultad de Derecho de la Universidad de La Habana.
Cuba tiene la oportunidad de romper el binarismo, posiciones descontinuadas, cánones patriarcales, y exige un diálogo colectivo para fortalecer las familias, el respeto a la dignidad humana, la igualdad de sus miembros y la protección a los más vulnerables, como lo manifiesta en más de un artículo la Constitución de la República de Cuba.
Muchos tenemos confianza plena en la voluntad del Estado cubano, nuestros representantes y semejantes, en aras de proponer soluciones armónicas a conflictos nada alejados de la realidad. Es un derecho tener representatividad y respuestas jurídicas, en medio de hechos que afectan a comunidades, amigos, vecinos… familiares.
Estamos ante un paso altamente democrático, sin precedente alguno. Más allá de credos, ideologías o posiciones, se trata de reconocer la grandeza de este texto “superior, resultado de la inteligencia colectiva y a lo que aspiramos todos”, según definió Ana María Álvarez-Tabío Albo, profesora titular de la UH.
Nos corresponde estudiar el Código de las Familias, con tal de iniciar el camino hacia el entendimiento, el humanismo y la justicia social. No se pretende romper “modelos de familias”; buscamos llamarles también así a esas que permanecen en el anonimato y hoy perciben destellos capaces de prevalecer sobre la incultura, desconfianza y antipatías que ya no caben en la Cuba de todos.