Sesenta y cuatro años pasaron ya desde la última vez que las calles bautenses vieron recorrer a sus dos hijos ilustres Dionisio San Román Toledo y Julio Constantino Pérez Gómez, quienes se conocieron siendo niños y quedaron unidos para siempre tras el alzamiento en Cienfuegos, el 5 de septiembre de 1957.
Dionisio y Julio tenían 5 y 14 años respectivamente cuando se vieron por primera vez. Inocencia, la hermana de Julio, consiguió un trabajo como doméstica en la casa de los San Román, de ahí los primeros encuentros que desembocaron en una buena amistad debido a que Julio soñaba con ser marinero, y ese era el mismo sueño que navegaba en la mente del pequeño Dionisio, por lo cual pasaban largas horas conversando sobre su afición por el mar.
El 4 de julio de 1947 Julio lograba su sueño al ingresar en la Marina de Guerra como ayudante fogonero de la fragata Máximo Gómez. Dionisio no se quedaría atrás en 1948 con 18 años de edad, ingresó en la Academia Naval de Mariel, al graduarse fue destinado al Distrito Naval del Sur, en Cayo Loco, provincia de Cienfuegos, donde prestó servicios por varios años.
Tras el golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, la nave donde trabajaba Julio Constantino fue trasladada también al Distrito Naval del Sur. Allí se reencontró en el mes de junio con su amigo Dionisio San Román Toledo, quien se encontraba como Oficial de Máquinas en el Guardacostas Leoncio Prado, y ya no era el niño de 5 años que él conoció enamorado del mar; ahora los unía otro ideal más fuerte.
El 28 de septiembre de 1956, San Román fue separado de la Marina de Guerra por conspirar contra el gobierno. El periódico El Diario de la Marina refería que: «…había causado baja deshonrosamente de la Marina de Guerra, por sus actividades revolucionarias…». Este fue un momento difícil para Julio, no solo por la situación que vivía su amigo, sino porque todos conocían la gran amistad que los unía por lo cual era constantemente vigilado por los órganos represivos de la tiranía en Cienfuegos.
En agosto de 1957 Julio se mantuvo en estrecho contacto con Dionisio, recibiendo toda la información necesaria para el futuro alzamiento de la Marina de Guerra. Ambos desconocían que estas serían las últimas veces que conversaran. Ya estaban muy lejos los días de su infancia, cuando hablaban de sus sueños de ser marineros, en la casa en Bauta de los San Román, actual Museo Municipal Dionisio San Román Toledo.

Finalmente llegó el 5 de septiembre, el día esperado para el levantamiento popular armado contra la dictadura de Fulgencio Batista. Ese día Julio, Dionisio, el resto de combatientes del Movimiento 26 de Julio (M-26-7), y marinos sublevados del Distrito Naval del Sur; tomaron la guarnición naval de Cayo Loco y entregaron las armas a los revolucionarios para protagonizar una gesta heroica.
Ganaron posiciones claves en la ciudad cienfueguera y mantuvieron el control de la urbe durante todo el día, pero al no producirse los levantamientos previstos en otros lugares del país, fueron superados por las fuerzas batistianas. Dionisio y Julio ese día estuvieron dispuestos a darlo todo por la Patria, incluso sus vidas.
El 5 de septiembre de 1957 vieron por última vez al teniente San Román, quien fue trasladado en un hidroavión hasta La Habana donde fue sometido a crueles torturas, permaneció con vida hasta el 12 de septiembre, cuando su cuerpo fue traslado en un yate hasta una milla de distancia de la desembocadura del río Almendares desde allí, fue arrojado al mar con lingotes de cemento atados a los pies. Tenía tan solo 27 años cuando le arrancaron la vida.
¿Y su amigo Julio? De él solo se sabe que perdió la vida en la acción; aunque de los detalles se conoce muy poco o casi nada. Ese pedazo de historia aún esta por ser contado a ciencia cierta; lo único que podemos afirmar es que entregó su vida por un ideal de libertad, el cual también compartía con Dionisio.
Los amigos bautenses no regresaron a sus casas después del 5 de septiembre. Lutgarda y Concha -sus madres- nunca vieron volver a sus hijos. Tenían una esperanza pero esta se cerró después del triunfo de la Revolución cuando fueron confirmados sus decesos.
Sus hijos, sin embargo, no fueron olvidados, son recordados en cada escuela artemiseña que lleva su nombre, en las calles por las que estos bautenses un día caminaron, en la historia de toda una provincia orgullosa de tener a Dionisio San Román Toledo y Julio Constantino Pérez Gómez como mártires del 5 de septiembre.