La cruzada contra la COVID-19 tiene rostro femenino en el consultorio de la comunidad Modesto Serrano, en San Cristóbal. Rostros diversos pero dispuestos todos a plantarle cara a los desafíos de la pandemia.
Allí, una doctora y dos enfermeras cuidan a 1175 personas, especialmente a 18 lactantes y seis embarazadas. Particular atención demandan también los pobladores con hipertensión arterial, diabetes mellitus, obesidad y asma bronquial, patologías crónicas más frecuentes en la comunidad y que, en caso de enfermar con COVID-19, resultan agravantes.
Rocío de los A. Hernández López, tiene 26 años y hace casi tres, labora en ese consultorio, tras graduarse. “Mis primeras experiencias con la enfermedad fueron en agosto de 2020. Entonces no se asistían los pacientes en el área, solo se atendían los síntomas sugestivos de COVID-19 y se remitían a los enfermos. Cuando regresaban, los seguías como convalecientes, pero llegaban con mejoría clínica”.
Hubo solo cuatro casos de contagio en la comunidad durante esa etapa, en meses diferentes. Sin embargo, en abril saltaron las alarmas con la detección de siete positivos en muy pocos días, casi todos de la misma familia, y con una particularidad en la epidemiología: uno de ellos trabajaba como domicilio, de ahí que 74 personas se trasladaron a centros de aislamiento.
En esas circunstancias, Misleidys Medina Marrero se enfrentó sola al trabajo de enfermería en un consultorio. Ya había laborado unos diez años en el hospital Comandante Pinares, pero nunca en la atención primaria de salud, y ahora, para colmo de males, su compañera de profesión, figuraba entre los contactos aislados.
“Mi responsabilidad era la máxima. Sentía miedo por los pacientes, porque se complicara aún más la comunidad, por mi familia que vive en ella, por mí… Pensaba: si alguien me está escondiendo algo y no me lo dice, porque pasa muchas veces, que no te dicen las cosas. Pero lo hice y cumplimos la cuarentena en el tiempo establecido. Fue una experiencia difícil pero linda a la vez”.
Afortunadamente Yamirka Contreras salió ilesa del aislamiento, al igual que la mayoría de los contactos, con excepción de uno. De cualquier modo, son momentos de mucha incertidumbre: “Uno siente temor: por uno mismo, por la familia, por los pacientes, porque aunque existen protocolos de actuación, de tratamiento, es una enfermedad todavía en estudio”, confiesa esta enfermera, en ejercicio desde 1991, siempre en la atención primaria de salud.
Las tres profesionales reconocen la actitud disciplinada de la población en aquellos días difíciles y lamentan que no sea así actualmente, en una situación de pico pandémico y con un protocolo de actuación diferente.
“Se quedan en la casa los pacientes positivos comprendidos entre 12 y 65 años edad, que no tengan ninguna comorbilidad asociada descompensada. Los menores de 12 años, las puérperas, las embarazadas y los mayores de 65 años, se trasladan. Para quienes tengan una patología predictiva de complicación, también puede coordinarse una remisión”, explica la doctora Rocío.
“La responsabilidad y el riesgo son mucho mayores ahora porque trabajamos con contagiados directamente en su hogar. Muchas veces tienen falta de aire, se sienten mal, se complican”, opina Misleidys.
Ante una emergencia se llama directamente a las ambulancias, o al puesto de mando para solicitar el traslado. Asimismo, ante una situación puntual, se coordina el envío a un hospital, en dependencia de la capacidad de camas. Si no existe capacidad en ese momento, continúa la atención en el área de salud.
Independientemente de la evaluación clínica y el seguimiento a los pacientes, a estas profesionales les preocupa la carencia de insumos y medicamentos que afecta su desempeño e impide un enfrentamiento más efectivo a la COVID-19: “Muchos pacientes se quejan de la falta de test rápido y PCR. Estamos priorizando a las embarazadas, lactantes, porque no hay para hacerle a todos”, apunta la doctora.
“El PCR no cambia el status de la enfermedad, es solo un diagnóstico. De hecho, siempre le digo a mis pacientes con síntomas sugestivos: ʽusted tiene COVID hasta que se demuestre lo contrarioʼ; pero desgraciadamente todas las personas no poseen la misma percepción, muchas tienen síntomas pero hasta que no le muestras un resultado positivo no lo creen, y siguen deambulando sin dificultad”.
“También sucede en ocasiones que los resultados no llegan a tiempo, el paciente se recupera y no tuviste la confirmación de la enfermedad”, añade Misleidys.
“Aunque existen personas disciplinadas, muchas otras salen a la calle, reciben visitas en sus casas. La mayor responsabilidad es nuestra, pero lo dices y lo repites, y no hacen caso. Hemos llegado a este grado de contagio por eso, porque la gente no entiende”, se lamenta la joven enfermera.
Mientras, Yamilka convoca a sus pacientes, que son también sus vecinos, a apoyarse unos a otros, a ser disciplinados. “Este es un momento de cooperación”.
Escuchándolas viene a mi mente aquella frase martiana: “Las campañas de los pueblos solo son débiles cuando en ellas no se alista el corazón de la mujer…”.