¿Cuántos casos deben salir en Cuba para que entendamos todos la compleja situación? ¿Cuáles son los números de muertes que nos van a alarmar? ¿Cuándo la efectividad de las medidas adoptadas hasta hoy deberán ser reevaluadas en aras de mejores estadísticas y resultados concretos?
Sí, quedarse en casa resulta harto complicado porque son demasiadas las cosas necesarias para no salir de ahí. Tampoco las cuarentenas de hoy son como las de 2020: ahora cuando los números son peores, los confinamientos son más flexibles, o al menos eso se aprecia.
Con los confirmados en casa, colas de personas esperando para hacerse test de antígenos (en falta durante las últimas semanas, pues la cobertura no alcanza ante el disparatado aumento de casos) y con la indisciplina social incapaz de separar a la gente… ¿qué debe suceder para entender, entre todos, la responsabilidad ante la COVID-19?
La vacuna no funcionará como una magia: apenas son cuatro los municipios en la campaña, dos terminaron la tercera dosis, pero aún resta esperar el período de 28 días para la tan ansiada inmunidad.
Cuba muestra sus peores números por estos días, Artemisa también. Súmele a eso las numerosas quejas a falta de la entrega oportuna del Nasalferón a los pacientes confirmados, las debilidades que aún tiene el control sanitario en los centros de aislamiento (incluso en aquellos dedicados a edades pediátricas), las incomodidades de los pacientes ante las escasas visitas médicas a pacientes en ingreso domiciliario, las molestas recogidas nocturnas de los hospitalizados y la recurrente tardanza del resultado de las pruebas de PCR en tiempo real.
Reflexione. Medite. Critíquese. Piense en cuánta responsabilidad le atañe para no sufrir cualquiera de estos males. Y entonces, cuando entienda que mañana el número puede ser usted, su padre o su hijo, colabore.
Hay dueños de negocios por cuenta propia que se reinventaron porque las medidas de las fases epidémicas les obligaron a cerrar. ¿Qué significa esto? Que cientos de personas quedaron varados en el stand by de sentirse sin trabajo de un día a otro y debieron, en medio de la ya compleja situación, cambiar también el ritmo de su vida.
Por lo tanto, para ellos es preciso darle vida y alegrar la economía, y ya no solo del país, también la de las mesas de sus trabajadores.
Quizás muchos apreciamos que la inoculación debe avanzar un tanto más antes de dar el paso a la apertura de servicios; no obstante, la tensión para unos será el alivio de otros. Si las desescaladas son bien gestionadas los resultados pueden ser mejores, depende -a partes iguales- de la ciudadanía y el Estado.
La COVID-19 ha infectado a más de 201 millones de personas y ha causado más de cuatro millones de muertes en todo el mundo desde que fue clasificada como una pandemia por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
David Heymann, profesor de epidemiología de enfermedades infecciosas en la Escuela de Salud y Medicina Tropical de Londres, es uno de los muchos expertos que creen que la COVID-19 se convertirá en una enfermedad endémica, lo que significa que seguirá circulando en grupos de la población mundial durante los próximos años.
¿Esto es algo nuevo? No, los virus de la gripe y los cuatro coronavirus que causan los resfriados comunes, por ejemplo, son endémicos. Por tanto, si llegara a declararse de este modo, el cuidado individual deberá redoblarse, en función de buscar cierta normalidad en la vida cotidiana.
Obviamente los números son importantes, saber cuántos infestados hay cada día nos permite una panorámica del asunto, también valorar la cifra de muertes en aumento. Sin embargo, lo fundamental constituye la responsabilidad individual y colectiva para entender que detrás de cada número hay una familia.