Tiene más de 90 años y sabe que la COVID es un fantasma andariego y temible que anda de calle en calle y no respeta a nadie, sobre todo a los mayores de edad.
Es una noticia que lleva a preocuparse al periodista y escritor holguinero-caimitense Jorge Velázquez Ramayo, pero no es obstáculo alguno que le impida escribir con una agilidad juvenil, mucho menos recortar su alegría de niño feliz cuando una buena noticia llega a sus oídos.
Así le sucedió cuando supo que su novela Atentos al ruido de la muerte ya se encuentra a poco de ver la luz por la editorial Verde Olivo, y próximamente los lectores podrán juzgar una enjundiosa obra que abarca desde el período final de la guerra del 95 hasta los primeros años de la república burguesa en Cuba.
Atentos… narra, mezclando testimonio y ficción, no pocas hombradías de los generales Calixto García y Agustín Cebreco, y de muchos que se fueron a darlo todo a los campos de batalla, incluidos oficiales y soldados españoles, capaces de abrazarse a los mambises cuando llegó la noticia de que la guerra, por fin, había terminado.

Y también narra uno de los abusos coloniales más brutos que ha sufrido Cuba en su historia: la Reconcentración patrocinada por el genocida Valeriano Weyler, por la cual nueve de los antecesores del autor debieron pagar con su vida en los inhóspitos campos de la provincia de Holguín.
Pero no solo personajes reales y ficticios recrea Velázquez en su novela, sino toda una época, para lo cual necesitó una exhaustiva investigación, consulta en bibliotecas y los aportes de fuentes vivas implicadas en los acontecimientos.
Aunque mucha amargura le arrancó en su momento, ahora ríe cuando recuerda el rechazo de su novela por cierta editorial, de cuyo nombre prefiero olvidarme. ¿Cómo era posible —le dijeron— que el autor ubicara, a finales del siglo XIX, una fiesta donde se tocaba al compás del son, si todavía el trío Matamoros no lo había creado?
Fue esta, a no dudarlo, una joyita del disparate que le hubiera puesto de punta los pelos al maestro Carpentier y a otros profundos estudiosos de los orígenes del son y de la música cubana. Pero, como dijo el cantor, lo que brilla con luz propia nadie lo puede apagar.
Si bien la contienda bélica con sus grandes personajes pesa sobremanera en la recreación de Velázquez, no pesa menos el zumo de ternura intensa que en sus páginas derrocha su abuela Rafaela, la mujer a quien la bestialidad de la Reconcentración arrancó la vida de sus nueve hijos, pero no le quitó el impulso de parir otros 11, entre ellos el padre del autor de la obra.
Cuba ha contado con excelentes autores de novelas históricas, como el propio Carpentier, Lino Novás Calvo, Antonio Benítez Rojo y Marta Rojas, entre otros.
A ellos se suma ahora la propuesta de Jorge Velázquez Ramayo, quien, tras una profunda investigación de al menos diez años, se sentó a escribir una novela sobre quien la ha merecido desde siempre y no la tenía, el general Calixto García y, sobre todo, un ser humano, su abuela, a quien el ruido infinito de la muerte no pudo jamás doblegarle la infinita dimensión de su ternura.
Esperemos, pues, por esta novela, que ya bien cerca de nosotros anda haciendo un ruido que promete.