Solo faltan seis días para que se encienda el pebetero en el Estadio Olímpico de Tokio y, ni a tan poco tiempo de su comienzo, esta cita está apartada de la polémica, pues sigue el descontento de los japoneses en medio de un ascenso en los contagios de COVID-19.
Ya comenzaron las quejas de atletas y acreditados de prensa por la demora en los aeropuertos, entre ellos la avanzada de la delegación cubana, que tardó cinco horas en los trámites sanitarios y burocráticos en el aeropuerto de Narita.
“Nadie cuestiona la necesidad del máximo rigor en las medidas con los viajeros. Pero asombra que un país líder en el desarrollo tecnológico y reconocido por la exquisitez organizativa, muestre su peor versión en un escenario vital para la primera imagen que recibe el visitante, tras cubrir largos trayectos”, así reflejó Jit el “desaire” del primer grupo de cubanos llegados a la Tierra del Sol Naciente.
Y eso no es todo. En Japón las dudas sobre la seguridad de la realización de los Juegos siguen en aumento, al no haber podido contener la ola de contagios que afecta a su capital y zonas aledañas. En la pasada semana se
registraron cifras cercanas a los 1 000 casos diarios solo en Tokio.
Por eso, hace más de un mes se pensó en establecer el 50%, o hasta 10 000 espectadores, la capacidad máxima en sus sedes. Sin embargo, el jueves 8, en reunión entre las autoridades de Tokio y del Gobierno central con representantes del comité organizador nipón, el Comité Olímpico Internacional (Thomas Bach) y Paralímpico Internacional (Andrew Parsons), decidieron que no habrá espectadores.
“Es extremadamente triste que los Juegos se lleven a cabo de una manera muy limitada, ante la propagación de los contagios de coronavirus. Lo siento mucho por los poseedores de entradas y los residentes locales que esperaban con ansias”, dijo la presidenta de Tokio 2020, Seiko Hashimoto.
“Demostramos esta responsabilidad desde el aplazamiento. Apoyaremos cualquier medida necesaria a fin de tener unos Juegos Olímpicos y Paralímpicos seguros para el pueblo japonés y todos los participantes”, agregó el propio Bach.
De hecho, el primer ministro japonés, Yoshihide Suga, declaró el estado de emergencia en el área de Tokio, alerta que estará vigente hasta el 22 de agosto.
En juego mucho más que los Juegos
Y dado este escenario se impone la gran pregunta: ¿por qué seguir adelante con los planes olímpicos? Un estudio publicado por el periódico The New York Times toca algunas cifras cardinales para responder la interrogante.
Según el importante medio, lo más significativo son los 15 400 millones de dólares invertidos en la organización del evento, que de alguna manera hay que recobrar. Tan o más importante será el daño a la reputación de Japón a nivel mundial. “No solo se trata de recuperar o no los gastos, si no de dar un impulso a la marca país”, explica Jasper Koll, uno de los entrevistados por el Times.
Tampoco podemos olvidar los 4 000 millones de dólares previstos como ingresos por derechos de televisión, ni los 1 250 millones por derechos de retransmisión y publicidad ya vendidos.
Y luego está –en mi opinión- el número más importante, los 15 500 atletas (11 100 olímpicos y 4 400 paralímpicos) que debieron atrasar un año sus planes, sus obligaciones, sus vidas… para competir en el mayor evento deportivo del mundo.
Tal como dijo a nuestro semanario el tenista de mesa paralímpico guanajayense Yuniel Fernández, “para los atletas que llevamos cinco años preparándonos rumbo a esta gran cita, una cancelación sería fatal y echaría por tierra los sueños de miles de deportistas”.
La cuenta regresiva no se detiene. Cada segundo están más cerca los Juegos Olímpicos de la discordia, y a días de su inauguración solo podemos decir con seguridad que se van a celebrar –ya es muy tarde para echarse atrás-, aunque nadie sabe en medio de qué escenario ni en qué circunstancias, ni las consecuencias sanitarias de esta decisión.