Ramón Pez Ferro, uno de los jóvenes artemiseños que participó en el asalto al cuartel Moncada, el 26 de julio de 1953, nunca ha podido olvidar su primer encuentro con Fidel Castro Ruz.
“Lo conocí en la casa de Pepe Suárez (José Suárez Blanco), quien nos presentó, luego de una visita a la región de Pinar del Río. La impresión que recibí de él fue agradable; Fidel era una persona carismática.
Me saludó con mucho afecto. Expresó su satisfacción con lo que se hacía en Artemisa; nos dio aliento y nos dijo: ‘Hay que seguir preparándose, hay que profundizar en los entrenamientos’. Yo me marché. Esa impresión, ese contacto primero con Fidel, lo tengo muy presente también.”
Fue a finales de 1952 que Fidel tuvo un encuentro especial en la Logia Evolución de Artemisa con el grupo de revolucionarios. En esa época, Pez Ferro era Perfecto Guía de la Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad (AJEF).
“A través de Pepe, los miembros de la célula central fuimos citados; no sabíamos exactamente de qué se trataba. Yo lo supe, porque tenía que preparar las condiciones para la reunión. Cuando ya conocí de qué se trataba, propusimos que se hiciera en el templo masónico, donde se daban los encuentros tanto de la masonería como de los AJEF, que no lo usábamos para las reuniones normales porque las hacíamos en la salita para hacer la cosa más normal. Yo tenía llave de ese sitio.
“Cuando llegó Fidel, lo introdujimos en el templo; apagamos las luces y dejamos encendidas las del Ara masónica (una mesita triangular con tres bombillitos, uno en cada punta). Él estaba acompañado por Pastorita Núñez. Yo no recuerdo haber visto a nadie más. Eran las 9:00 de la noche”, alegó.
Y bajo la escasa luz proveniente del Ara masónica, los futuros asaltantes escucharon las palabras de su líder. Tras reafirmar su satisfacción por cómo marchaban las cosas en Artemisa y en todo el país, Fidel expresó que debían estar preparados para el momento decisivo.
“Nos volvió a hablar de los objetivos del movimiento, de su carácter político-ideológico y de las ideas políticas que se iban a poner en práctica. Ratificó su confianza en nosotros, subrayó que era una obra puramente voluntaria, y esperaba que mantuviéramos la firmeza de siempre. Los compañeros hicieron algunas preguntas, y él las aclaró. Fue una reunión breve”.
Afirma que, a la altura de tantos años, nadie tiene claro todo lo que dijo Fidel, pues allí no se escribió nada. “Sí recuerdo los temas, porque nos llegó muy adentro. El último contacto con Fidel fue poco antes de la acción, en la casa de Abel, donde aseguró que el movimiento estaba muy adelantado, que las cosas marchaban bien, y nos halagó porque el movimiento en Artemisa estaba organizado. Señaló sentirse satisfecho de lo que habíamos hecho.
“Nos orientó que estuviéramos preparados porque iba a haber un entrenamiento de más envergadura, el cual duraría dos o tres días. Nos iban a avisar; debíamos crear condiciones en las casas para evitar cualquier situación que perjudicara la discreción mantenida hasta ese momento”.
Para entonces, ya los muchachos de Artemisa, quienes emplearon como centro principal de conspiración la Logia Evolución, estaban dispuestos a dar sus propias vidas por derrocar al tirano Fulgencio Batista.
Por MARÍA DE LAS NIEVES GALÁ y FELIPA SUÁREZ