En cada flor, un beso. En cada mirada, el orgullo. Reconforta encontrarlos en el Mausoleo, a unos pasos de su barrio y de su gente, permeados de la calma que transmite este sitio, sobre todo cuando es 26 de julio y el tributo solemne evoca lo precioso de la vida.
La guardia de honor a los héroes y mártires de aquellos sucesos, a cargo de la Unidad de Ceremonia de las FAR, cambió cada 30 minutos, en presencia de las máximas autoridades del Partido y el Gobierno, organizaciones políticas y de masas y trabajadores artemiseños, digno ejemplo de todo el pueblo.
La nueva mañana de la Santa Ana contempla rostros frescos y consagrados; respira aires de dolor junto a los familiares y devela la continuidad de los que construyen su propia gesta, con sudor, estudio, trincheras y sonrisas.
Quedan en imágenes los relevos de blanco y el sonido estremecedor de la trompeta. Vuelve a inspirar el cubo de la victoria, y cada silueta o nombre sobre la piedra, escribe un epitafio a la medida de nuestro tiempo: ni olvidados ni muertos, siempre dentro de nosotros.