En su espigada figura siempre rebosa la jovialidad. Es un hombre de pueblo de los pies a la cabeza. Lleva sobre sus espaldas una historia que incluye 25 zafras azucareras y un largo periplo como premiado cocinero.
Pero ni por lo uno ni por lo otro sus coterráneos caimitenses lo recuerdan más que cuando se acomoda en el escenario, echa mano al micrófono y comienza a entonar, con fina armonía, cualquiera de los temas popularizados por Benny Moré, El Bárbaro del Ritmo.
Así es la suerte de Dagoberto Francisco Amador, ya instalado cómodamente en los 88 años de edad, pero aún con una sorprendente fuerza vocal que le permite la interpretación, sin susto alguno, de todos los temas del repertorio del célebre lajero: ¿Cómo fue?, Santa Isabel de las Lajas, Mi amor fugaz, Bonito y sabroso, Guantánamo, Marianao…
Dago recuerda la influencia que tuvo en él su mamá, Julia María, mujer de voz afinada y buen timbre, capaz de interpretar los más diversos géneros musicales y de convocar en su casa a maravillosos tocadores de rumba, guaguancó, columbia…, procedentes de Artemisa.
Cuenta que todos solían ser muy disciplinados, pero si alguno se ponía majadero, enseguida le ponían freno con una orden tajante: “arriba, coge la 35 y vete para Artemisa”.
En Caimito conoció al trompetista y compositor Toni Taño, autor de la célebre pieza La batea, y se deleitaba escuchando por radio a los grandes del pentagrama insular de las décadas del 40 y el 50: la Orquesta Riverside con Tito Gómez, Arcaño y sus maravillas, Melodías del 40, el conjunto de Arsenio Rodríguez… y a su gran ídolo de siempre: Bartolomé Maximiliano Moré, El Benny.
¿Cómo fue?
Precisamente una de las más hermosas canciones de El Benny me sirvió para preguntarle a Dago, hoy figura muy reconocida dentro del Movimiento de Aficionados en Caimito, sobre sus encuentros con quien fuera el mayor cantor popular cubano de todos los tiempos, a lo cual respondió de inmediato:
“Benny era un hombre de pueblo, muy jovial. Empecé escuchándolo en la radio y después fui a ver sus actuaciones en el Salón Mambí, donde se presentaba los sábados. Conversar con él no era fácil, porque si bien era una persona que no presumía de su grandeza en absoluto, tenía tanta popularidad que casi no podías llegar a su lado por la cantidad de personas a su alrededor.
“Pero muchos domingos, cuando no tenía compromisos para actuar en alguna parte, venía en un cadillac rojo a Caimito y se detenía muy temprano en el bar restaurante La Cumbre. Entonces se daba un par de ‘cañangazos’ de ron ‘peleón’ (era el que le gustaba y no los de más categoría) y después continuaba rumbo al Central Habana Libre, donde pasaba el día entero en casa de unos amigos”.
Dago bendice sus encuentros con el inmortal intérprete en La Cumbre y cómo se erizó de arriba a abajo cuando en la Casa de la Cultura de San Miguel del Padrón, donde El Benny tenía su conuquito, vio de cerca unos bastones y un sombrero pertenecientes al gran cienfueguero.
Pero su gran sueño, además de cantar todo el repertorio del Benny en cualquier lugar y actividad que se lo pidieran, era visitar la ciudad que más le gustaba al inolvidable hijo de Santa Isabel de las Lajas: Cienfuegos, donde tuvo la suerte de probar el calibre de su voz en el bar restaurante Te quedarás. Allí lo bautizarían con el sobrenombre del cual ya no puede ni quiere desprenderse: El Benny caimitense.
“En realidad yo no intento copiarlo –aclara Dago-. Hace ya muchos años, cuando la profesora de música y piano Silvia González Guerra me escuchó cantar, me dijo muy convencida que yo no lo imitaba porque mi estilo era original”.
Dagoberto Francisco, padre de tres hijos y con un nieto, disfruta intensamente cuando cambia parte de la letra del tema Santa Isabel de las Lajas para adaptarla a la realidad de su querido y natal Caimito, del cual asegura con esa gentileza de caballero que nunca lo abandona:
“Cantar para mi pueblo ha sido lo máximo. Yo quiero a mi pueblo y mi pueblo me quiere. Ya perdí mi nombre original. Desde hace rato, para los hombres, las mujeres, los niños de mi tierra, soy El Benny caimitense… El Benny, El Benny y El Benny.”