José Antonio Labrador Díaz (22/08/1926 – 26/07/1953)
José Antonio Labrador, a quienes sus familiares y amigos llamaban Toño, nace en la finca Vidal, Barrio de San José, en el kilómetro cuatro de la carretera de Viñales, Pinar del Río, el 22 de agosto de 1926.
Teniendo José Antonio unos siete años, murió la madre, trasladándose su padre José con sus tres hijos: Aquiles, José Ramón y José Antonio, para Pijirigua, barrio de Artemisa.
José Antonio, con solo ocho años, comienza a trabajar en la finca Manajú, donde realiza todas las faenas propias del campo, primeramente como lechero.
El dueño de la finca, contó en una ocasión: “Repartía la leche a caballo y cuando regresaba, me ayudaba en el campo, guataqueando, sembrando y hasta cortaba caña, cuando era necesario”.
Después comenzó a trabajar en la finca de Bernardino Pizarro, donde permanece hasta el mismo día en que se marcha, para participar en el ataque al cuartel Moncada.
Fue José Antonio un humilde campesino, que vivió y trabajó los 27 años de su vida, haciendo producir la tierra que no le pertenecía, pero fue siempre un ejemplo de trabajador, amaba la tierra y al campo, como amaba y sentía la tragedia de su patria.
Afirmaba José Luís García, el dueño de la finca Manajú: “Fue siempre un muchacho serio, formal, amante del trabajo y responsable. A pesar de su carácter reservado, en muchas oportunidades me exteriorizó su rebeldía contra el régimen corrompido que había asaltado el poder el 10 de Marzo”.
Bernardino Pizarro, con quien trabajó hasta su partida para el Moncada, manifestó: “Durante todo el tiempo que trabajó conmigo, no faltó un solo día al trabajo, se llevaba bien con todos, y sobre todo, cortaba y sembraba caña como un maestro. En los días anteriores al asalto, venía a dormir tarde.
«Él tenía su habitación al fondo de la casa. Era un cuarto muy limpio. La cama y el escaparate constituían para José Antonio un preciado tesoro. La última vez que salió, no dejó la llave del cuarto, como era su costumbre. En él quedaba su juego de cuarto, esperando por la “Chica”, como decía Toño, que lo compartiera”.
En julio del 1953, su padre pone una humilde bodeguita en Pinar del Río, con la idea de que Toño fuera a trabajarla con él, pero cuando viene a Pijirigua para planteárselo, José Antonio le dice: “Viejo, tengo un negocio de responsabilidad y mi deber es terminarlo y cumplirlo”. No le quiso dar más detalles.
El joven campesino José Antonio Labrador fue a la cita con la historia con su primo Fidel Labrador, el que se quedaría peleando para proteger la retirada de sus compañeros del Moncada, y quien sobrevivió a la acción a pesar de haber perdido un ojo como resultado de los tiros recibidos.
Toño fue uno de los cinco artemiseños, asaltantes al Moncada, que caen prisioneros de los esbirros del la tiranía y son asesinados, haciéndolos aparecer como muertos en el combate.
Dirección Municipal ACRC, Artemisa
Fuente: Biografías de los Mártires de Artemisa, 1971.