Ismael Ricondo Fernández (17/06/1930 – 26/07/1953)
Ismael Ricondo Fernández nace en la finca La Tentativa, el 17 de junio de 1930, hijo del matrimonio campesino formado por Jenaro Ricondo y Andrea Fernández.
Desde el año 1921, residía en la finca La Tentativa la familia Ricondo – Fernández, donde se había ganado el afecto de todos los vecinos del barrio, por su laboriosidad y honestidad. Cuatro eran los hijos que tuvieron y educaron en esos principios. A Eustaquio, el mayor; le siguieron Ismael, Pedro y María Luisa, la menor de todos.
En la escuela rural del barrio, situada en la finca la Manuela, estudió Ismael hasta el sexto grado, siendo sus maestros Cira Ortega y José Ramón Orta.
Su espíritu de superación lo hace matricular en la Academia Pitman, donde estudia comercio. Allí estrecharía las relaciones afectivas y revolucionarias, con quienes eran sus amigos y fueron después compañeros en el ataque al Moncada: Ciro Redondo, Julito Díaz y Rigoberto Corcho.
Diariamente daba los viajes Ismael para asistir a la academia que se encontraba en Artemisa. Nunca dejó la finca y vivió siempre allí hasta su salida para el Moncada.
Desde muy pequeño aprendió a trabajar la tierra. No había faena del campo que desconocieran sus manos. Cortaba caña, guataqueaba, araba la tierra de la finca y sembraba todo lo que fuera necesario. Conocía la dureza del trabajo bajo la acción constante del sol y también sabía de la miseria de los campesinos y los obreros agrícolas; de los que no ganaban lo suficiente para sostener a su familia, de la falta de escuelas, de la atención médica, de la insalubridad de los bohíos.
Tenía la experiencia de haberse superado, terminados sus estudios en la academia de comercio, de estar en plena juventud, con deseos de trabajar y todas las puertas estaban cerradas. No era él, sin embargo el que estaba más mal, tenía la finca de sus padres, donde podía trabajar, y siguió sacándole el fruto a la tierra; los miles de campesinos explotados por los terratenientes lo que le dolía profundamente en su sentimiento joven.
Su espíritu revolucionario y rebelde, lo vincula al grupo de jóvenes que en Artemisa, siguen las orientaciones de Fidel y se preparan para la lucha realizando prácticas de tiro frecuentemente.
El día 24 de julio, su madre se prepara para el día siguiente ir al médico a hacerse un drenaje, debido a un padecimiento hepático. Siempre era Ismael el encargado de llevarla. Minutos antes el joven se le había acercado, la besó con la misma ternura de siempre, pero con una preocupación visible en la mirada y le dijo:
– “Mima, me voy con Ciro a Varadero en su máquina. Al regresar iré con él a Matanzas. Así que no llegaré aquí hasta el domingo”.
La madre vió muy natural la preocupación del hijo querido y queriendo que fuera feliz en el paseo, trató de tranquilizarlo, con respecto a su viaje al médico. Momentos antes le había preguntado:
-“¿No vas a comer?”
– “No, mima, voy a comer en casa de Ciro”.
Y se apresuró a vestirse con su pantalón carmelita, la guayabera blanca y los zapatos negros. La madre lo ayudó a preparar la ropa que envolvió después en un paquete. Todo era natural. Ciro Redondo era el compañero inseparable de su hijo desde que éste ingresó en la Academia Pitman, para estudiar teneduría de libros. Ya cuando Ismael se disponía a subir al caballo se volvió a la madre para advertirle:
– “Pon la radio, el noticiero, a las seis de la mañana. No vaya a ser que haya huelga, o cualquier cosa, y te agarre por La Habana”.
Su hermano Pedro, lo acompañaba. Eran las seis de la tarde del viernes 24 de julio de 1953. Mientras se alejaban de la finca La Tentativa, una mujer permanecía en la puerta pensando en la partida de su hijo.
Ismael estaba consiente de lo que hacía, sentía la rebeldía royéndole por dentro. Pero era callado, no creía que las palabras resolvieran los hechos. Aquella tarde, en su silencio, miraba el pasado horrible del campo en Cuba, y una ilusión recóndita se le escapaba por los ojos, mientras el caballo, con su lucero blanco en la frente, vencía los tres y medio kilómetros que separaba la finca de la carretera.
Pedro regresó a la casa. No había nada extraño en Ismael. Su silencio en el viaje era casi una costumbre.
Andrea le preguntó al llegar.
– “¿Cogió la Guagua?
– “Sí, se fue para Artemisa”.
Al día siguiente del asalto al Moncada, los padres de Ismael escucharon decir que estaba herido en el brazo derecho y detenido con seis compañeros más de Artemisa. Su hermano mayor y el padre de Ciro Redondo, fueron a Santiago de Cuba, pero nada pudieron saber. El 18 de agosto salió la información en el periódico de que Ismael Ricondo había muerto en el asalto al Moncada.
Ismael no volvió a ver los campos que rodean a la finca La Tentativa, pero sabía, tenía la plena convicción que iba a una lucha por defender lo que hoy es una realidad para el campesinado cubano. Sus padres lo sabían y pensaban, como todo el pueblo de Cuba, que Ismael no dio su vida en vano.
Dirección Municipal ACRC, Artemisa
Fuente: Biografías de los Mártires de Artemisa, 1971.