Sus ojos se abrieron al mundo el 16 de julio de 1926, en la finca San Miguel, en Capellanías barrio de Artemisa. Veintisiete años después Carmelo Noa Gil caía frente a los muros del Moncada.
Hijo de María del Carmen Gil e Hilario Noa Pérez Medina, comenzó a trabajar en las labores del campo desde pequeño, para apalear la mala situación económica de la familia, Carmelo tenía 5 hermanos.
Esto le obligó a abandonar la escuela para incorporarse a las faenas de la vaquería de la finca “El Polín”, ubicada cerca de su casa.
Sus hermanos cuentan que él era alegre, valiente, noble y fuerte en sus convicciones. Se opuso al golpe de Estado del 10 de marzo y al enterrase expresó, “esto no lo podemos permitir, cuando suenes el primer tiro, allí estaré yo”.
Fiel a su palabra y por la amistad de la infancia con Julito Díaz, se unió al grupo de ortodoxos, los cuales mantenían contacto con Fidel Castro.
Amante de la libertad comprendió las intenciones de Batista y vislumbró que el futuro de su país no podía quedar en manos del tirano.
Pronto se unió a las labores conspirativas y su pueblo natal se convirtió en uno de los centros de las prácticas de tiro. Allí Noa recibió a Ciro Redondo, Julito Díaz, Pepe Suárez y a otros compañeros. A la familia le camufló las visitas bajo el pretexto de salir de casería y de los baños en el río.
El 24 de julio acudió a la vaquería y pidió un permiso para ausentarse por varios días. Más tarde le explicó a sus seres querido sobre la partida hacia Santiago de Cuba para acudir a los carnavales.
Los artemiseños por tener una mejor puntería fueron escogidos para cubrir los puntos de vanguardia en el ataque al Moncada.
Carmelo formó parte del grupo atacante de la posta tres. En su relato sobre el asalto, el comandante Jesús Montané dijo: “Fidel pidió voluntarios para tomar la posta tres, y en honor a la verdad, todos dimos un paso adelante. Pero fue el Dr. Castro quien escogió a los que integraríamos ese primer grupo. Carmelo Noa, de Artemisa; José Luís Tassende, obrero de una compañía productora de quesos; Renato Guitart, de Oriente; Ramiro Valdés, un joven de Artemisa; José Suárez Blanco, líder del M-26-7 en Pinar del Río, también de Artemisa; Pedro Marrero, obrero de una cervecería y quien les habla”.
“En la primera máquina en el asiento delantero, íbamos Pedro Marrero al timón, yo en el medio y Renato Guitart, a mi derecha en la ventanilla. Renato con un arma larga y una pistola, yo con un rifle calibre 22 y Marrero con una 45, en el asiento trasero, Noa, Tassende, Ramiro Valdés y Suárez Blanco, con armas largas y cortas distribuidas”.
“De los siete que íbamos en la primera máquina que asaltó la posta tres, murieron cuatro: Noa, Guitart, Tassende y Marrero. Guitart fue muerto en combate. A Tassende lo vi herido en una pierna durante la lucha. De Marrero tengo la impresión que fue asesinado más tarde, al igual que la mayoría de nuestros compañeros. De Noa realmente no sé, aunque pienso lo mismo que con Marrero”.
Sus restos descansan hoy en el Mausoleo de los Mártires de Artemisa, pero antes reposaron a solo unos pasos de la tumba donde yace José Martí en el cementerio de Santa Efigenia.
De esta forma hacía realidad el sueño confesado a su madre en una conversación: “Vieja, cuando me toque morir, quisiera que me enterraran donde mismo está sepultado Martí”.