Compositor de versos e intérprete de puntos guajiros en la radioemisora de Artemisa, en guateques, veladas y canturías, Alfredo Corcho Cinta se distinguió por su jovialidad desde la adolescencia.
Había nacido el 25 de octubre de 1920, en las inmediaciones de la loma “El Blanquizal”, perteneciente entonces al municipio de Guanajay, provincia de Pinar del Río. Procedente de una familia campesina humilde, cultivaba la tradición rural heredada de cuna.
No mucho más pudieron ofrecerle los progenitores: sus primeros años estuvieron marcados por las privaciones, adversidades y esfuerzos característicos de los campos cubanos en aquella época.
Cursó solo hasta el quinto grado en la Escuelita Rural de Aguacate. Desde muy pequeño colaboró con sus padres en las tareas agrícolas. Siendo apenas un adolescente, comenzó a trabajar como ayudante de camión en la vaquería de San Francisco, en Guanajay, repartiendo leche en La Habana; y después como envasador. En este ambiente se formó su gran sentido de la dignidad, el compañerismo y la solidaridad.
En 1946 se unió al Partido Ortodoxo fundado por Eduardo Chibás y participó en las luchas sindicales por las reivindicaciones del derecho de los trabajadores. Luego, en 1953, intentó organizar un sindicato en su centro laboral para luchar contra las injusticias cometidas contra los obreros.
Alfredo no vaciló en incorporarse al movimiento revolucionario liderado por Fidel Castro Ruz cuando comenzó el reclutamiento de jóvenes. La célula insurgente de Guanajay en la que militó, pronto se cohesionó e iniciaron las prácticas de tiro en la finca donde vivía, y en los manantiales de Martín Mesa. Asistía a reuniones clandestinas y conspirativas junto compañeros de Artemisa como Abelardo García, José R. Martínez, Ángel Sánchez, Jaime Costa y José Francisco Costa Velázquez.
Al recibir las instrucciones de trasladarse a La Habana, se despidió de su familia en Bauta, pretextándoles que pasaría unos días en Varadero, igual había informado en su trabajo. Partió hacia la capital el día 24 de julio de 1953, junto a otros camaradas. Allí fueron recibidos por Fidel, Raúl y Léster Rodríguez.
Fidel orientó al grupo y embarcaron para Santiago de Cuba, donde los esperaba Renato Guitard, quien los trasladó hacia la Granjita Siboney. Una vez allí, el máximo dirigente informó a los combatientes el plan de acción. Alfredo estuvo entre quienes dieron el paso al frente en señal de acuerdo: fue asignado al destacamento que debía penetrar en el cuartel Moncada.
El joven de 32 años acudió aquella madrugada del 26 de julio de 1953 a tomar la segunda fortaleza militar más importante de Cuba. Al fracasar el asalto, es apresado, torturado y asesinado el propio día en el cuartel. Su cuerpo apareció junto al de otros 27 hombres.
Aunque el hecho resultó un fracaso militar, la valentía de Alfredo y la de sus compañeros, despertó la conciencia revolucionaria de un pueblo sumido en los desmanes de una república neocolonial.