Emociona como una aventura conversar con quien convierte en imágenes al Corsario Negro, Sandokan, Caupolicán y Los Nibelungos: el ilustrador Bladimir González Linares, varias veces premiado en el Concurso Nacional del Libro.
Un considerable número de exposiciones en Cuba y el extranjero, la Distinción por la Cultura Nacional (1997) y la Orden Nicolás Guillén (2000), distinguen al prestigioso artista, quien también fuera presidente del Consejo de las Artes Plásticas en 1997.
Allá por 1972 la Academia de San Alejandro completó lo que llevaba en el corazón, tal vez desde la infancia. Asimismo, le enorgullece el haberse graduado del Curso de Superación Profesional en la Escuela Nacional de Arte: “Concedo gran importancia a la posibilidad de estudiar, de ser guiado en los momentos iniciales de formación”.
Desde entonces, incontables ilustraciones han salido de su imaginación, quizás más de 400.
“Prefiero la literatura dirigida a niños y jóvenes, aunque no faltan textos para adultos. Obligado a escoger entre los géneros, diría categóricamente que prefiero la poesía, pero la narrativa y el teatro abundan en mi currículo.
“He disfrutado especialmente trabajar con títulos como: Cuentos del bosque frondoso, del estadounidense Nathaniel Hawthorne; Herida profunda, de Francisco Pérez Guzmán; el drama Sakuntala, de Kalidasa; las leyendas germánicas reunidas en Los nibelungos; La bella y la bestia, novela de la francesa Madame Leprince de Beaumont y el relato Negrita, de mi amigo Onelio Jorge Cardoso”.
¿Ilustradores admirados por afinidad en criterios estéticos u otra razón?
“Siento devoción por el arte renacentista; esos gigantes me resultan modelos a seguir. Si se trata de contemporáneos cubanos, tengo dos nombres: Rapi Diego y Eduardo Muñoz Bachs.
“Rapi tenía muy claro que pensar en el niño es especial en la ilustración del libro infantil, y Muñoz Bachs fue reconocido con múltiples premios nacionales e internacionales; ilustró varios libros para niños, y realizó centenares de carteles cinematográficos, algunos verdaderos clásicos”.
A sus 75 años, Bladimir se desempeña como conservador en el Museo Municipal de Güira de Melena… y es también profesor.
“Me gusta muchísimo la docencia. Es una experiencia gratificante. Fui profesor en la Academia de Artes Plásticas Eduardo Abela, desde el 2000 hasta 2002. Alumnos de aquella época son muy buenos artistas. ¿Existe mejor premio para un profesor de arte?”
¿Qué opina sobre la ilustración de libros para niños y jóvenes en la actualidad?
“El tan necesario desarrollo de la tecnología ha transformado la ilustración, en detrimento de sus posibilidades artísticas. Resulta paradójico, pero es así.
“La ilustración artesanal resulta un proceso de ‘apropiación’ que suele ir creciendo, al contrario de la digital. En esta última se corre el riesgo de que ilustre alguien que no sea verdaderamente un artista. El mal manejo de la computación es una amenaza latente”.
Bladimir es un orgullo güireño que nutre la cultura cubana con su talento. Inspira a alumnos, colegas de profesión y sobre todo a los lectores que hojean Oros Viejos, el cuento de la mangosta Rikki-Tikki-Tavi, las Fábulas de Esopo, Sir Walter Scott o La vieja que vuela.
Siempre jovial, optimista aunque de agudo decir, puede El Bladi presumir de hombre bueno y buen artista. Ilustrador que conquista al viejo y a la gente nueva y que por igual renueva, con trazo amoroso y fino, prosas de maldad y espino, versos donde el amor abreva. * Máster en Didáctica de Español-Literatura y metodólogo de creación en la Casa de Cultura Ignacio Cervantes (Güira de Melena)