La prueba de maratón siempre ha estado rodeada de misticismo. Los atletas que completan los 42 kilómetros y 195 metros han sido considerados sobrehumanos, desde que en 1896 Spiridon Louis evocara la gesta de Fidípides allá por el 490 A.C., y llegara desfallecido tras casi tres horas de competencia. Entre los campeones olímpicos y mundiales en esta distancia sobresale un verdadero héroe, por lo grande de sus hazañas: Abebe Bikila, un soldado de la guardia personal del emperador etíope Haile Selassie, quien inició la era del dominio africano en esta dura prueba.
Bikila nació el 7 de agosto de 1932 en Addis Abeba, la capital de Etiopía, país ubicado en el altiplano del cuerno de África, con las condiciones geográficas idóneas al desarrollo de la resistencia necesaria para las carreras de largo aliento. A los 17 años comenzó a correr, y al poco tiempo fue descubierto por el entrenado sueco Onni Niskanen, quien pulió su talento natural.
Siendo un total desconocido, participó en los Juegos Olímpicos de Roma’60. Allí se presentó descalzo a la prueba más dura de todo el evento; unos dicen que por falta de recursos y otros porque estaba acostumbrado a correr así. Lo cierto es que sin zapatos llegó antes que todos sus rivales. El crono también dejó boquiabiertos a los presentes: 2h.15m.16s. ¡Récord mundial!
A la ausencia de zapatos en sus pies hemos de sumar que Bikila debió pasar durante la carrera frente al Obelisco de Axum, un monumento robado por Mussolini a su país, en 1937, durante la guerra ítalo-abisinia.
Contra todas esas dificultades, Abebe Bikila se convirtió en el primer negro campeón en esa prueba… y en el segundo africano, como presagio del dominio que hoy ejercen los corredores de ese continente en las pruebas de fondo. Al regresar a Etiopía fue recibido como héroe nacional por su hazaña.
Pero sus proezas apenas habían comenzado. Estaba dispuesto a repetir; con esa intención viajó a la cita en Tokio’64. Ya tenía zapatillas para enfrentarse al asfalto, aunque su preocupación era otra: su estado físico, pues seis semanas antes había sido operado de apendicitis, y no había podido cumplir su programa de entrenamiento.
Ese programa incluía la cacería de aves y pequeños mamíferos a los cuales perseguía durante sus carreras de preparación. Casi siempre los capturaba totalmente extenuados, porque muy pocos animales resisten esa distancia (42 km) sin descansar.
A pesar de todo, Bikila volvió a robarse las miradas del mundo. Ganó, con 2h.12m.12s, estableció otro récord mundial, y de paso se convirtió en el primer bicampeón olímpico de la historia de esa durísima prueba. Cuatro años más tarde la altura de la Ciudad de México le impidió terminar la carrera y soñar con su tercer título bajo los cinco aros.
En 1969 sufrió un accidente automovilístico que lo dejó parapléjico, y debió apartarse de las carreras. Nunca se recuperó por completo; falleció en 1973, con solo 41 años. Hoy el Estadio Nacional de Addis Abeba lleva su nombre, para recordar al héroe capaz de poner en el mapa deportivo a un país que, aunque pobre, reluce por la calidad de sus atletas.