Dígase madre y se habrá
dicho que el amor existe.
La ropa con que se viste
pliegues eternos tendrá.
En darnos la vida está
presente el único modo
de ser antídoto y yodo
para el dolor penetrante
y brisa aromatizante
para perfumarlo todo.
Cada ser humano tiene
como su mayor fortuna
una foto de la cuna
maternal de donde viene.
Mas, como no se detiene
el tiempo ni un solo día,
la misma fotografía
con el brillo original
se va repitiendo igual
en otra fisonomía.
Madre, la madre querida
en su tiempo y en su espacio
es la reina del palacio
universal de la vida.
Ni un solo segundo olvida
sus deberes maternales.
Tras nueve meses iguales
preparando cuna y cesta,
inicia el dolor la fiesta
de alfileres y pañales.