Más que dichoso me sentí cuando vi que al fin la página cultural del periódico el artemiseño dio a conocer la entrevista que le hiciera a Sandalio Camblor González, cuyo fallecimiento, apenas un día después de haber cumplido los 70 años en su Ariguanabo, ha dejado sin aliento a todos los que en el mundo de la docencia, el periodismo y la literatura tuvimos la suerte de disfrutar de su generosa personalidad.
Nunca pensé que aquella conversación para la entrevista sería la última que sostendría con El Sandy, nunca pensé que los males que golpeaban sin piedad la integridad de su cuerpo le pondrían fin de manera tan abrupta a quien era la vida misma y nunca dejaba de soñar y creer en un tiempo mejor donde los hombres y mujeres de su Ariguanabo volvieran a tomar sonrientes las calles por las que desandaron Abela, de la Nuez, Delarra, Silvio Rodríguez…
Pero El Sandy se ha ido. Y se ha ido casi de la misma manera que otro poeta muerto en mayo, el bautense Carlos Jesús Cabrera Henríquez, nacido un día 12 y fallecido un día 13, detalle en el que Sandalio parece igualarlo de manera misteriosa, pues el ariguanabense vino al mundo un 17 y un 18 partió hacia ¨el barrio que hay detrás de las estrellas¨, como dijo Sabina de un amigo tempranamente muerto.
Sandy, miembro de la Uneac y la Upec, profesor de química con larga historia, sobre todo en el Pre de Ciencias Exactas Humboldt 7, soñaba el milagro de reanimar su río, amaba la pelota, el vino tinto, los poemas de amor, la música de los Beatles, las canciones de la Nueva Trova y era, sobre todo, amigo de sus amigos.
Si debiera elegir una frase para despedirlo, sería esta, hecha versión libre de la hermosa frase que nos dejó para siempre Violeta Parra: ¨Gracias a la vida, que nos dio a Sandalio¨.