“Aunque somos oyentes, nos sentimos parte de la comunidad sorda”, aseguran los intérpretes provinciales Dayamí Sochay Guzmán y Lisván Marino Martínez, comunicadores por excelencia, o puentes firmes para un diálogo de inclusión. Los veo imprescindibles, salvadores, justicieros…, pues desandan el mundo del silencio y convierten en seña cualquier idea, por inverosímil que parezca.
“En el hospital, la estación de policía, el tribunal u otra circunstancia, cada sordo debe estar acompañado por un intérprete confiable, respetuoso e imparcial, a la hora de trasmitir conceptos en ambas direcciones”, explica Lisván.
“Se dice que llegamos a convertirnos en “fantasmas”, ya que no podemos hacer nexos afectivos que dificulten el proceso”; pero, ¿se puede estar junto a ellos sin amor?
“Imposible”, sostiene Dayamí. “Trabajé en la escuela especial Orlando Nodarse, en Bauta, y llegué a tomarle mucho cariño a un niño sordo, hasta que alguien me advirtió sobre el riesgo. Lo llevaba todos los viernes para mi casa; ahora es un joven y me visita cada semana”.
En otra ocasión llegó a su comunidad, en el reparto Lavandero, en Artemisa, y ya la esperaba un grupo para que abogara por ellos. “No les dieron preferencia en el quiosco y fue más fácil enviarlos a la cola, sin tener en cuenta sus derechos como discapacitados. Los ven fuertes, saludables y olvidan su condición, amparada por la voluntad política del país”.
Lisván ha ido más allá, hasta los barrios, guiado por el proyecto Voz en las manos, que le permite montar pequeñas obras de teatro para infantes.
Como instructor de arte acerca la música a este universo. “Defiendo el derecho del sordo a disfrutar todas las manifestaciones, desde el telecentro ArTv, su revista Todos Contamos, donde interpreto un video clip, y el noticiero ArTv Noticias”.
Disponibles de manera gratuita para quien los necesite, este 25 de mayo celebran el día del Intérprete de Lengua de Señas Cubana, en saludo a la primera graduación en 1991, de la cual heredan un Código de Ética exigente, a cumplir en cada ámbito de su profesión.
Once intérpretes pertenecientes a la Asociación Nacional de Sordos de Cuba (Ansoc), excepto en Bahía Honda, Mariel y Alquízar, conforman un ejército de expresividad. “A raíz de eso diseñamos un curso de técnico medio superior de ciclo corto para preparar graduados de 12 grado que puedan habilitarse en estos servicios”, informó Sochay Guzmán, coordinadora provincial. Aún no se ha definido la fecha de inicio, debido a la situación higiénico-epidemiológica.
En la sede de la Ansoc del territorio, o en los municipios que la poseen –San Cristóbal, Alquízar, Candelaria, Bauta y Bahía Honda-, puede solicitarse un intérprete con tres días de antelación, a menos que se trate de asuntos urgentes.
“Donde no tenemos sede, el presidente radica en su casa, lo que obliga a muchos sordos, por desconocimiento, a recurrir a familiares y amigos que pueden dañar la comunicación”, apunta Lisván. “También atendemos niños de la escuela de Bauta, si bien otra parte matricula en la educación regular, que solo dispone de ¡cuatro intérpretes!
Incrementar la superación en este entorno preocupa, así como la imposibilidad de alcanzar 1 068 personas registradas en la Ansoc. Y junto a la interpretación, revisan documentos, atienden llamadas telefónicas en las sedes, organizan actividades deportivas, recreativas y el Festival de la Canción Señada, limitado debido a la COVID.
Señas, gestos y expresión facial sufren el impacto del virus, mientras los rostros permanecen cubiertos y los labios callan alegrías y dolores. Hasta la fecha solo han tenido un sordo con SARS-CoV-2, aunque representa un grupo de riesgo a la enfermedad que debe redoblar la protección. Mientras, continúa la lucha por la legalización de la lengua de señas como idioma oficial de las personas sordas.