Involucrado en el nacimiento de la Casa de la Música de Artemisa, al punto de sentirse como su padre, ¿cómo la Egrem en el territorio y la Casa no iban a acudir donde Pancho Amat a felicitarle por sus 71 abriles?
Se fueron hasta su hogar y lo encontraron, tan grande y sencillo como siempre, con esa gratitud sincera que le lleva a enfatizar cuánto le debe “a Cuba, a La Habana y a mis raíces en Artemisa”.
Y no por cumplir tantos años, el Rápido de Güira de Melena le pone pausa a su obra; al contrario, anda imbuido en una nueva producción discográfica titulada Memorias, a fin de rescatar temas que se niega a dejar en el pasado.
“El son es un género que le debe a otros muchos géneros, y está vivo”, afirma con la certeza de cuánto empeño significa. De eso se trata su vida, de afán, desde cuando era niño y trataba de reproducir los ritmos de la radio… con cucharas en una cazuela.
Los primeros regalos de sus padres para complacerle esa afición, fueron un tambor y una marímbula de juguete. Por aquellos tiempos hacía “música” incluso en los guardafangos de los carros, hasta el día que a su padre le pagaron un saco de carbón con un tres. Tenía apenas ocho años.
Cuenta que un poeta se lo afinó para punto cubano, pero él siempre ha tocado son; “por eso me he negado cuando alguien quiere cambiarle la afinación, para ser más auténticamente güireño”, sostiene este Hijo Distinguido de Artemisa.
El mejor tresero del mundo cumple 71 años rodeado del cariño de la gente de esta tierra, que lo admira por ponerle un sabor especial al son con su instrumento… y por no renunciar a sus raíces.