Para definir a los cubanos, suele echarse mano a la frase que el Generalísimo Máximo Gómez Báez, quien nos conoció muy bien, dejó para la Historia: “Los cubanos, o no llegan o se pasan”.
Otros, en cambio, suelen vernos como gente dispuesta todo el tiempo para encarar el baile, el trago y la diversión hasta las horas que sea preciso, pero menos preparados para encarar actos responsables.
Sin embargo, muchas veces pasamos por alto que no pocos de los nuestros suelen vencer de tal modo la varilla de los retos, colocada en posiciones muy elevadas, que acaban por arrancar un estruendoso aplauso a quienes observan la hazaña no solo en Cuba, sino en el planeta entero.
Así va sucediendo con los cinco candidatos vacunales que los científicos cubanos (vencedores de la altísima varilla) están ya poniendo al servicio de la nación y, de seguro, de seres de muchas naciones del mundo.
Este triunfo, digan lo que digan, ya está en camino y ni todos los contratiempos imaginables podrán frenarlo. Los científicos del patio, no solo ahora, durante esta brutal contingencia sanitaria, han demostrado que la cubanía también puede ser seriedad, sacrificio, logros, talento… y genialidad.
Como Javier Sotomayor, ellos también suelen saltar muy alto y dejar boquiabiertos a más de uno… y muchas veces no la tienen fácil, pues a la salida de sus intensas y larguísimas jornadas en los centros de investigación, los espera la vida con todos sus contratiempos y carencias y no un apacible confort.
¿Y el bloqueo? Pues para el sector científico, como para todos los sectores cubanos, también funciona, y no de manera más indulgente.
Pero, ¿y nosotros? ¿Estamos a la altura de nuestros científicos? ¿Intentamos aportar tanto como ellos o si quiera entregar la pequeña fracción que nos toca? ¿Nos proponemos saltar la varilla que en cada jornada nos pide la vida? ¿Salimos en verdad a trabajar en bien de nuestro prójimo? ¿Intentamos empujar un país, como dice en uno de sus poemas Miguel Barnet, o actuamos para ser su retranca?
Cada día, por desgracia, encontramos personas que encuentran justificaciones de todo tipo para no realizar su trabajo con un mínimo de vergüenza, gente que tiene un problema para cada solución o maltrata a cualquiera de sus iguales, “trabalotodos” de categoría interplanetaria, entes con magníficas dotes para la muela y no para el sacrificio, burócratas que siempre miran los toros desde la barrera…
Y uno entonces se pregunta: ¿cómo es posible que muchos de los nuestros alcancen tanta altura, vedada, incluso, para científicos y médicos de países del Primer Mundo, y algunos no sepan siquiera resolver un problema que ha dormido largamente por una solución y, tras ser publicado en la prensa, se resuelve en media mañana?
¿Cómo es posible que algunos se echen sobre sus hombros, valientemente, el destino de la salud de un país entero, y de más allá de su geografía, y otros no sepan lograr una digna cosecha de calabazas? ¿Cómo es posible que unos actúen genialmente ante un reto, como el de crear cinco vacunas contra la COVID-19, y otros le huyan a la faena más sencilla como el vampiro a la luz del día?
Y no se trata siquiera, en muchas ocasiones, de lograr hazañas mundiales, como esta de las cuatro vacunas. No. Se trata simplemente de cumplir el deber cotidiano. Pero resulta que la invencibilidad de un proyecto radica en que cada uno haga, sencillamente, la parte del deber que le toca, tal como lo sugirió genialmente nuestro Apóstol.
Responder las anteriores interrogantes no es muy difícil. Actuar coherentemente ya no es tan fácil. Pero ahí está la varilla que saltaron unos limpiamente, como campeones, y tendremos que intentar saltar todos si queremos lograr ese país que tanto deseamos.
Si vamos a mirar las cosas en tono mucho más cubano, no es posible que mientras unos batean 500 ante ese picheo tan difícil que nos ha puesto un contrario tramposo e implacable, otros, en su labor cotidiana, no puedan siquiera batear la mitad de ese average.
Es cierto. A veces no llegamos. Pero ese no es el espejo en que debemos mirarnos, sobre todo cuando otros llegan… y hasta se pasan. Porque cuando un país del Tercer Mundo, con las presiones de Cuba, logra cinco vacunas en tan poco tiempo, entonces sí, mi entrañable general, que de verdad nos pasamos.