¡Un buen average de afectos!
De seguro contaron los días. El pasado 7 de noviembre cumplió un siglo de vida y la familia lo esperó de manera especial. “Mucho amor, cariño y paciencia me han hecho llegar hasta aquí”, comenta sin vacilaciones Martha Caridad Cordero Martínez, a quien no le han faltado las increíbles dosis de ternura profesadas por 17 hijos, 42 nietos, 77 bisnietos y 50 tataranietos. Si no es récord, ¡un buen average de afectos!

“Mi mamá es un paradigma. Es la guerrera -así le decimos-, pues ha librado tantas batallas, que cuando pensemos que no podemos debemos mirarnos en ella. Mi mamá es de hechos”, dice con orgullo Isabel. La vida no le resultó fácil a Carito. Tras fallecer su madre cuidó a tres hermanos; años más tarde, al perder a su esposo se encargó sola de la crianza de los hijos.
Mucha fuerza, energía y deseos de hacer le acompañaron siempre: se desempeñó como presidenta de los CDR y secretaria de bloque de la FMC; era, además, trabajadora social y atendía la escuela primaria Celestino Moreno Fiallo.
Mientras evoca recuerdos, a cada rato se le escucha cantar; también disfruta el idear décimas. Sobre cómo le gustaría transitar por este nuevo siglo de vida afirma que sin el coronavirus; tener salud y tranquilidad junto a la familia.
Momentos inolvidables
“Dicen mis hijos que estoy mejor que ellos”, asevera sonriente e incrédula Romelia Quiñones Armenteros. Hasta hace unos dos años esta centenaria marieleña, que muy bien se conserva, practicó ejercicios. “Junto a una de mis hijas integraba el Círculo de Abuelos, y de lunes a viernes nos ejercitábamos en las mañanas. También, asistimos a la Universidad del Adulto Mayor. Disfrutábamos ambos espacios y ¡nos divertíamos cantidad!”.

Romelia, además de amiga, fue madre y padre al mismo tiempo. Tuvo ocho hijos: cuatro hembras e igual número de varones. Cuando tenía 18 primaveras nació el primero e inició así una familia integrada, además, por 20 nietos, 35 bisnietos y ocho tataranietos. Cada 10 de agosto constituye un día familiar de encuentro, celebran un año más de vida de la madre, la abuela… y con especial orgullo conservan las instantáneas en sus teléfonos, en los cuales habitan esos inolvidables momentos.
Aunque en 2020 no fue posible festejarlo como deseaban, siempre habrá ocasión para celebrar la vida y más cuando se lleva de la mejor manera posible. “Adoro bailar y aún tiro mi pasillo. No sé de medicamentos habituales. Con cualquier cosa me entretengo: veo la televisión, saco el sillón para el portal, le doy vueltas a mis hijos… y así paso el tiempo. Antes me daba mis escapaditas cerca de la casa, pero el coronavirus me dejó sin salir”, confiesa Romelia. Al despedirnos, a modo de broma precisa, “ya no veo bien, no oigo bien, ¡cómo si tuviera cien años!”.
104 y más primaveras
Agosto también le deparó un año más a Digna Téllez Ricardo; ya son 104 las primaveras cosechadas. En su familia reina la longevidad. “Mi mamá vivió 108 y mi abuela 103, mientras que mis hermanos superaron los 100. Quedamos tres hembras: una cumplió 106 el pasado julio y la más chica ya entró en los 91”, asegura esta holguinera, acogida en seno marieleño.
Al preguntarle dónde considera que radica el secreto, responde que “en tener buen carácter, ser sociable, llevarse bien con las personas; no tengo enemigos y amo a mi familia”. Orgullosa se muestra de la descendencia concebida. “Hasta tengo tataritos, como me gusta decirles; de noche, cuando me desvelo, los cuento”.

Digna recuerda cada momento con una precisión increíble. “Siempre me dediqué a las tareas del hogar, desde muy jovencita. Era sobresaliente en la casa, muy viva en los quehaceres; para mi esposo era una famosa cocinera. Éramos campesinos, los rebeldes tenían un campamento frente a mi casa, en Rancho Quemado, y los ayudábamos en todo lo posible”. El tiempo ha transcurrido y manifiesta estar satisfecha con cada vivencia. “Me siento bien. Vivo una vida tranquila. No me mortifico por nada. Me adoran, no tengo disgustos. ¡Qué más le puedo pedir a la vida!”.
No solo 100, 120
En la entonces calle General Delgado, mientras pasaba la procesión de San Antonio de Padua –pospuesta por lluvia-, la comadrona recibió en la noche del 20 de junio de 1920 a la segunda hija de Manuel y Paula, a quien llamaron María Antonia Benítez Giral.
Desde joven encontró en el trabajo la mejor forma de ayudar a su familia y aprovechó cada oportunidad para contribuir al sostén de la casa, sobre todo, tras fallecer su papá. “Al trabajar lo hacía con amor, como debe ser. No me dejé caer nunca: debía mantener a mi mamá y a mi hermana; hace más de diez años murió esta última y desde entonces vivo sola”.

“Yo era muy alegre. Me gustaba bailar y cantar. Nunca fumé, ni bebí, y comía muchas frutas. Mi debilidad es la leche, y me encanta el huevo frito y las jaibas, antes íbamos varias muchachitas a pescar. Tomo vitaminas, todas las que me den. Nunca me dio china, sarampión, paperas… No padezco de ninguna enfermedad. Hasta ahora no me duele nada”, expresa, y tal parece escuchar a aquella muchacha vivaz de antaño, a quien le sobran las ganas de vivir, ¿quién sabe si algún día integre el club de los 120?
Cosechas de amor
Cuando el almanaque marcó este 19 de marzo, Josefa Martínez Lorenzo le dio la bienvenida a una añorada centuria, acontecimiento muy especial para quienes ha consagrado toda una vida y que han sabido retribuirle en la misma dimensión.

“Me dediqué a cuidar a mi familia. Siempre fui ama de casa. Dicen que el trabajo no mata a nadie; aún hago algunas tareas: cocino arroz, recojo mi cuarto, visto la cama, me baño sola. Me gusta coser, pero ya la vista no me acompaña, lo hago de vez en cuando. También adoro las plantas, las cuido, las riego. Por las tardes comparto con dos de mis hijos que viven, apenas a unas casas de distancia”, relata Josefa, sancristobalense de nacimiento, a quien el amor la llevó a instalarse en Mariel desde los 23 años.
Danoris, su hija más pequeña, con quien siempre ha vivido dice, que “mi mamá lo es todo para mí, mi madre, mi amiga, mi hermana… Conversamos mucho y es la mejor confidente; cuando uno es joven no lo piensa, se da cuenta después. Ha creado una familia admirable, al tanto de ella y de cada detalle”.
Los años caminados por Josefa, María Antonia, Digna, Romelia y Carito, las han hecho alcanzar esta edad venerable, pero un siglo después encuentran nuevas razones para celebrar la vida.
A cinco centenarias
Un quinteto llegó a cien
en la tierra marieleña,
allí donde Cuba sueña
otro proyecto de bien.
Tienen plateada la sien
¿y la memoria?, divina.
Son cinco damas muy finas,
guerreras de este país,
floresta y firme raíz
de esta Patria que camina.
Josefa, Romelia y Martha,
más Digna y también María
regaron la poesía
que la vida no descarta.
Cinco ases, cinco cartas
con una historia de amor,
es este quinteto en flor,
milagro de un siglo entero
donde dieron con esmero
sus aportes con honor.
Miguel Terry Valdespino
Me gustó mucho lo escrito sobre estas mujeres maravillosas que han logrado llegar a esta edad tan poco común que son los 100 años,entre ellas mi querida madre,espero que duren muchos años más,muchos besos para ellas
Gracias, muchas gracias a yusmary esa gran periodista q con su esfuerzo y dedicación hizo posible que este trabajo saliera,,felicidades a todas las centenarias y que vivan muchos más