El Club Albatros de Artemisa, el más joven de Cuba, con 25 miembros activos, de ellos dos mujeres, logró posicionarse en el quinto lugar en la primera competencia nacional en la que participaron, en diciembre pasado, celebrada en Granma. Una de las modalidades fue el vuelo en parapentes.
El alquizareño Adrián Jiménez, fue decimoctavo entre los 35 concursantes que se presentaron, en el parámetro de precisión.

Los del club artemiseño se inspiran en el ave que les da nombre. Los albatros poseen la capacidad de volar en un año hasta 56 000 millas y son las aves de mayor envergadura de alas en el mundo (entre los 3.6 y 3.9 metros), muy parecidas a la estructura del parapente; su modalidad más practicada.

Sus miembros vienen de un primer club de paracaidismo ya disuelto que pertenecía a la Base Aérea de San Antonio de los Baños y son regidos por el Club de Aviación de Cuba. Tienen entre sus más cercanos proyectos el de poder adquirir una sede fija con espacios propicios para la práctica de este deporte, con lo cual debe aumentar el número de practicantes en la provincia.
La esencia que los caracteriza
“Son varias las modalidades de este tipo de deporte practicadas en Artemisa: el paracaidismo, en estos momentos más limitado por problemas con el avión; el vuelo libre; el aeromodelismo y la aviación deportiva y paramotor ultraligero, estos últimos practicados virtualmente gracias a una red internacional.
Lo que más realizamos es parapentes que clasifica en vuelo libre. Ya hemos realizado dos cursos, el primero con 13 pilotos graduados y el segundo con diez más. La edad promedio ronda los 35 años”, explica Luis García, presidente del Club Provincial de Deporte Aéreo.
Asimismo alude al apoyo que les ha brindado el club de La Habana durante los dos y medio años de existencia. “Tenemos como objetivo principal, más que competir, ofrecer a la población espectáculos en cielo artemiseño, en diferentes localidades y en fechas señaladas, con maniobras, con banderas y pancartas”, agrega.
Leonardo Marín, presidente del Club Albatros, asegura que “los parapentes tienen dimensiones diferentes al paracaídas, son más estrechos y alargados, y en vez de saltar de una aeronave a una altura determinada y después abrirlo, generalmente se usa despegando de una elevación donde hay una ladera con viento en contra, y las corrientes de aire ascendente y térmicas hacen que se abra y vuele.

“Existen récords en Cuba de 140 kilómetros en el aire y un deportista de La Habana ostenta el mayor tiempo: más de seis horas de vuelo en Canasí, elevación donde practicamos. Son esas nuestras perspectivas para el mañana, incorporarnos a los logros a nivel de país”, refiere.
Pero no solo es dominar el deporte. También hay que estar preparado para subir a la elevación de la cual se van a lanzar. “Hay lomas que requieren más de una hora para la subida. Imagina 200 metros, con equipo encima de entre 25 y 30 kilogramos. Es necesario estar en condiciones físicas óptimas, pero el resultado ya estando en el aire es incomparable”.
José Chamizo, vicepresidente de Albatros agrega que “ahora mismo entrenamos en la loma El alacrán, en la comunidad El Cayo de la Rosa, en Bauta, para practicar los vuelos más bajos y dominar mejor el equipamiento, y los otros que se realizan en llanuras, como el inflado de alas, los realizamos en la escuela Batalla de Jigüe de San Antonio de los Baños, donde también son nuestras reuniones mensuales”.
Para momentos futuros
Actualmente están enfocados en pedir nuevas zonas de vuelo, como la no explotada durante años en el área de Las Terrazas, con 125 kilómetros de extensión, en la parte de la cordillera que une a Artemisa con Pinar del Río, hasta San Juan y Martínez.
“Hemos hecho el pedido al Ministerio de las Fuerzas Armadas y al Centro Nacional de Control para comenzar a acondicionar el área y trabajar en ella en cuanto a despegues se trata, aprovechando sus características favorables”, explica Yadier Mejías, tesorero del club.
“A la par del vuelo en parapentes podríamos explotar la modalidad de vuelo tándem, que es con un piloto extremadamente capacitado y otro pasajero, en un parapente, lo cual resulta una experiencia atractiva para ciudadanos cubanos y extranjeros.
“Aspiramos a una sede oficial, en el área de Bandera Roja, en el poblado Mayorquín, entre Alquízar y Güira de Melena”, puntualiza.
No solo la vocación basta
Para este deporte de riesgo, extremo, la persona interesada en incorporarse al club debe tener convicción y amor por el deporte antes de presentarse como posible integrante, pues la menor equivocación o duda, puede causar daños graves o incluso la vida.
Todos los futuros miembros deben pasar por un chequeo médico riguroso antes de ser aceptados, no deben presentar problemas físico-motores y deben contar con buena visión, además de otros requisitos que la dirección del club les exige, de manera personal.

Luego comienzan un curso que tiene dos momentos. El primero es teórico e incluye el aprendizaje de aerodinámica y meteorología, construcción del equipo, y clases con los parapentes en tierra.
Después de vencer el examen llega la práctica, de mayor riesgo, pues aquí las habilidades o destrezas físicas naturales de cada estudiante se ponen a prueba.
“Hay que estar completamente enfocados y concentrados. No es sencillo, cualquier error desencadenaría fatales consecuencias. Quienes practicamos este deporte tenemos un dicho invariable: “Velocidad y altura conservan la dentadura”, explica Marín, presidente del club.
Él, con más de 23 años de experiencia como deportista aéreo, es paracaidista, salvavidas, socorrista acuático, buzo y paracaidista de salvamento y rescate.
Dentro del club hay militares retirados, paramédicos, ingenieros, graduados de diferentes especialidades en la Universidad de la Habana, hasta de carreras de letras, pero el grado de escolaridad no es uno de los requisitos que permiten la entrada al club, pues como dicen sus directivos, “para volar hace falta más actitud, destrezas, reflejos y amor por este deporte que cualquier otra cosa”.