“Te voy a confesar algo”, me dijo Juan Laza Capote, sentados en el amplio portal de su casa: “no puedo ver una competencia de garrocha en vivo. Disfruto la repetición, y así aprecio la técnica del atleta. El problema fue que partí 20 pértigas a lo largo de mi carrera; creo que estoy un poco traumatizado”.
El efecto paralizante de una experiencia similar lo sufrió el subcampeón mundial Lázaro Borges, en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, cuando quedó lejos de sus 5.90 metros, y fuera de la final de la máxima cita deportiva.
Pese a los muchos tropiezos, las manos del artemiseño supieron aferrarse al propósito de representar y conquistar medallas para Cuba, aunque cayera sobre un colchón de aserrín y arena, y así una concha dejara marcas de la osadía.
Comenzó a soñar en la Eide de Pinar del Río (el Ateneo), por la década del 60. Le fascinó la garrocha y decidió practicarla, hasta alcanzar el tercer escaño en Juegos Escolares, varios eventos nacionales, Copas Cuba y Juegos Caribe, con un altísimo nivel competitivo en nuestra área geográfica.
Entre la Espa y la Escuela Nacional de Salto con pértiga, se elevó la aptitud de Laza en esta exigente disciplina. Ya en 1967 llegó el primer evento internacional en la otrora Alemania Democrática, donde obtuvo el segundo lugar. “Pasamos un buen período de recorrido por el país, y recibimos orientaciones de un entrenador llamado Schneider, quien ayudó a mejorar la posición del brazo en aras de mayor altura”.
Desde entonces despegaron los resultados, al batir récords nacionales, hasta llegar a los XI Juegos Centroamericanos y del Caribe Panamá 1970, conocidos como “los de Cuba”, cuando desplazó a Puerto Rico y subió a lo más alto del podio, tras saltar 4,65 metros.
Al siguiente año abrazó el segundo puesto en los Centroamericanos de Atletismo, en Kingston, Jamaica; quedó quinto en los Panamericanos de Cali, Colombia, y fue subcampeón en los Centroamericanos de República Dominicana, en 1974, solo superado por su hermano del alma, Roberto Moré Lozano, con quien comparte no solo el desafío de la pértiga, sino también la Ortopedia.
Asimismo, de 1975, atesora el segundo lugar en Ponce, Puerto Rico y la quinta posición en los Juegos Panamericanos de México, en los que, por primera vez, un cubano ganó una presea, en este caso bronce, y el mérito correspondió a Moré.
En 1977 la Ortopedia aventajó a la garrocha, y Laza se dedicó por completo a la profesión, en Cuba, Iraq y Sudáfrica, donde atendió disímiles casos. “En Iraq infiltré a muchos camioneros con epicondilitis. Ellos me dieron fama de que había un médico cubano que lo resolvía todo con inyecciones (risas). El mayor orgullo fue que los iraquíes no querían que me fuera.
“Gracias al intenso trabajo creció la fama; atendí personalmente a la suegra del presidente sudafricano. Le salvamos la pierna a una joven y solucionamos luxaciones congénitas de rodilla en niños, una enfermedad frecuente.
Soy un hombre feliz, después de traer glorias para mi país como médico y atleta, además del cariño de los pacientes”.
A su paso por el hospital artemiseño, hasta 2011, dejó los salones de operaciones ortopédicas, uno de los mayores legados de Laza, quien recuerda la búsqueda de todo el instrumental necesario, hasta operar columnas y caderas.
Acerca del desarrollo del salto con pértiga en el país, alude al peso del bloqueo, que impide la llegada de garrochas modernas, cajones de caída y otros medios, lo cual no frena el coraje y las maravillas de los cubanos.
Los momentos más felices de mi vida se los debo al deporte y a la medicina Valdría la pena contar al detalle los hitos de Juan Laza Capote, entre la pértiga y el bisturí; el orgullo de un hombre extraordinario, sencillo, que prefiere ahora mecerse en el amplio portal, mientras comparte instantes de oro.