La llegada de Internet a fines del pasado siglo fue una realidad para el mundo entero, pero todavía no contaba con la fuerza demoledora de hoy, muchos hablaban acerca de sus inmensas posibilidades para acceder a las más incontables fuentes de conocimiento referidas a la historia, la literatura, la ciencia, el deporte, la antropología, el cine…
No se equivocaban los que así aplaudieron el magnífico acontecimiento: Internet es, sin lugar a dudas, una de las creaciones más trascendentes del hombre y ofrece oportunidades extraordinarias para disfrutar de los más vastos conocimientos, aunque en muchas ocasiones resultan absolutamente desaprovechados por los cibernautas.
Recientemente, mientras conversaba con un joven estudiante acerca de los memorables aportes (desconocidos por él) de hombres y mujeres negros de varios continentes, no le pedí buscar en este o aquel libro, ni dirigirse a esta o aquella biblioteca. Simplemente le propuse entrar a GOOGLE, desde su celular y realizar una sencilla operación en este, para al menos de una manera muy simple, acceder a una de las muchas informaciones sobre el tema.
Pero entonces su reacción no se hizo esperar: “¡qué va, se me queman los megas en ese chiste!”. Y entonces mi respuesta fue: “¿Y en qué cosa mejor que el conocimiento pueden quemarse los megas de tu celular?”. Solo se encogió de hombros, aunque no se requiere de mucha sabiduría para imaginar lo que hubiera replicado su boca.
No soy especialista en el tema, creo que desde la irrupción en escena de las llamadas redes sociales, ha decrecido considerablemente la intensidad del discurso que veía en la llamada red de redes, para mí una gran fuente de conocimientos.
Tengo la impresión, como sucede con ciertos libros muy importantes ubicados en los estantes de las bibliotecas, pero sin huellas de lectores desde tiempos inmemoriales, que una parte considerable de Internet, seguramente la más valiosa, se cubre de aburridas telarañas, mientras su animado vecino, en las redes sociales, oficia como la gran plaza adonde todos asisten gustosos.
En estas redes se dirimen asuntos de todo tipo y se publican noticias serias, risueños memes y críticas oportunas, pero en también la tontería, las noticias falsas y el ciberchancleteo, (como lo llamó el ensayista Rafael Hernández), se mueven como pez en el agua.
Resulta ocioso señalar que cada persona es libre de destinar sus megas en el teléfono o sus horas de conexión a lo que más apetece. A fin de cuentas, el pago sale de sus bolsillos o de amigos y familiares en el mayor por ciento de las veces.
Pero no sería vano que los jóvenes estudiantes, sobre todo ahora, en tiempos de recogimiento y suspensión de actividades docentes a largo plazo, aprovechen este medio en sus diversas posibilidades, lo conviertan en otra forma de acceder al conocimiento y no solo al videojuego, el chiste y el entretenimiento.
Yo sé que en la vida es necesario un poco de todo: hace falta reírse con un meme o de la cincuentona que se afina la piel con una aplicación y logra sin mucha suerte ser la parodia de una diva de veinte, y sé que resulta saludable conversar con los amigos y familiares lejanos, regalarse un selfie, ver el último videoclip de un cantante de moda…
Y nunca está de más retratarse con el perro o el gato de la casa, copiarle una receta a una experta cocinera, elogiar la belleza o los dientes del prójimo, aparecer en una foto junto al actor o la actriz que protagoniza la última telenovela…
Sin embargo, también hay una parte descomunal de las redes que sigue esperando por nosotros los más veteranos y, sobre todo, por los jóvenes, que son el futuro de Cuba, y hoy, pese a todas las limitantes sanitarias o económicas, tienen en sus manos un potencial informativo sencillamente increíble.
Es cierto: nos espera y les espera, una red cargada de manipulaciones, a veces realmente pueriles, pero también capaz de ofrecernos información para saber no solo sobre el aporte de negros y mulatos a la historia humana, sino también sobre escritores imprescindibles, héroes legítimos, hazañas humanas, sucesos históricos memorables, inventores de primera línea, mujeres extraordinarias, geografías desconocidas, culturas milenarias, gente olvidada por los grandes medios, conciertos de altos quilates, planetas lejanos… y una larga opción de buenos libros para descargar.
En fin, una red donde, no a veces, sino muchas veces, bien vale la pena “quemar” unos cuantos megas en función de algo más que el chiste, los juegos, los selfies y el lamentable ciberchancleteo.